Tras los cr¨ªmenes de El Destripador
Mitre Square, cerca de Aldgate, es una placita peque?a, tranquila, perfectamente vulgar bajo la luz diurna. La oscuridad cambia el ambiente. Decenas de personas, m¨¢s de un centenar a veces, se congregan casi cada noche en Mitre Square y miran un banco vac¨ªo. Olfatean, escuchan, escudri?an las sombras e imaginan lo que ocurri¨® una vez en el lugar que ocupa el banco de madera: una mujer muerta, un ritual macabro, sangre, v¨ªsceras, y una silueta en fuga. Acuden a ese lugar, y a otros rincones del East End londinense, en busca del eco remoto de unos cr¨ªmenes cometidos hace m¨¢s de un siglo.
Apenas quedan testimonios f¨ªsicos del Whitechapel de 1888. La iglesia blanca llamada Whitechapel, un par de pubs (el Ten Bells y el Princess Alice), ciertos espacios y los adoquines de entonces, como en Mitre Square. No importa. Prosigue la b¨²squeda del asesino m¨¢s c¨¦lebre de todos los tiempos. Jack, The Ripper (El Destripador), tan desconocido hoy como entonces, se ha convertido en un personaje m¨ªtico. En torno a ¨¦l giran un saludable negocio tur¨ªstico, un inagotable fen¨®meno editorial (las librer¨ªas de Londres disponen de expositores especiales, con decenas de tomos) y una legi¨®n de detectives aficionados. Existen, adem¨¢s, tres revistas monotem¨¢ticas: The Ripperologist, The Whitechapel Journal y Ripperana.
La primera v¨ªctima fue Mary Ann Nichols, de 43 a?os, hallada muerta en Bucks Row
Algunas bandas tienen por costumbre hostigar a las comitivas de turistas
La sociedad victoriana sent¨ªa una mezcla de repulsi¨®n y fascinaci¨®n por Whitechapel
Frogg Moody, un cuarent¨®n afable, forma parte de la red planetaria que persigue a El Destripador. Es, adem¨¢s, secretario de la Sociedad Whitechapel 1888, que analiza, debate y clasifica los hallazgos de esos extra?os detectives, conocidos como ripper¨®logos. La sociedad, con m¨¢s de 400 miembros en los cinco continentes, se llamaba, hasta hace poco, Cloak and Dagger Club (el Club de Capa y Espada). El nombre se cambi¨® porque parec¨ªa poco respetable. La finalidad es la misma de siempre. "Ya s¨¦, ya s¨¦ lo que est¨¢ pensando", dice Moody, sentado a una mesa del Princess Alice. "Yo mismo me lo planteo con frecuencia", admite. "?C¨®mo se puede pertenecer a un club que celebra unos cr¨ªmenes horrendos? No puedo darle una respuesta concreta. Hay que separar lo que ocurri¨®, terrible, del actual juego de detectives. Y hay que tener en cuenta el especial¨ªsimo contexto social en el que apareci¨® El Destripador, y las consecuencias de sus asesinatos. Somos historiadores, con todas las peculiaridades que usted quiera".
Repasemos los hechos. Los ripper¨®logos consideran que El Destripador cometi¨® cinco asesinatos (cuatro, seg¨²n algunos), denominados en la jerga del oficio eventos can¨®nicos. La primera v¨ªctima fue Mary Ann, Polly, Nichols, de 43 a?os, hallada muerta en Bucks Row (hoy, Durward Street) a las 3.40 del 31 de agosto de 1888. La segunda fue Annie Chapman, de 47 a?os, hallada a las 6.00 del 8 de septiembre, en un patio de Hanbury Street. La tercera, la menos can¨®nica, fue Elizabeth Stride, de 43 a?os, muerta a la 1.00 del 30 de septiembre en un portal de Berners Street (hoy, Henriques Street). Hay quien cree que El Destripador no pudo asesinar a Stride porque esa misma noche, en Mitre Square, fue degollada y mutilada Catherine Eddowes, de 46 a?os. El 30 de septiembre, en cualquier caso, es la fecha del llamado "doble evento", y atrae de forma especial a los ripper¨®logos. El 9 de noviembre, en un cuartucho de Dorset Street, apareci¨® la ¨²ltima v¨ªctima: Mary Jane Kelly, de 25 a?os. Fue la v¨ªctima m¨¢s atrozmente mutilada.
"Mire, mire". Lindsay Siviter, una joven rubia, coloca sobre la mesa una fotograf¨ªa del cad¨¢ver de Kelly, tal como lo encontr¨® la polic¨ªa. El lector y este corresponsal prefieren ahorrarse detalles. La imagen, bastante conocida, resulta nauseabunda. Siviter es una chica simpatiqu¨ªsima, empleada en un museo de Londres. De noche desempe?a un trabajo especial: gu¨ªa de recorridos a pie por los escenarios de El Destripador. "En 1988 yo ten¨ªa 12 a?os y la BBC, al cumplirse un siglo de los cr¨ªmenes, emiti¨® una pel¨ªcula protagonizada por Michael Caine en la que se se?alaba como sospechosa a la familia real. Aquella pel¨ªcula me inocul¨® la obsesi¨®n y, ya ve, hasta hoy", explica. Siviter dedica todo su tiempo libre a hurgar en las hemerotecas. Prepara un libro sobre uno de los sospechosos tradicionales, el cirujano William Gull, m¨¦dico de la reina Victoria. Y por las noches acompa?a a los turistas.
"Lo primero que les digo", explica, "es que deben olvidar ciertos prejuicios, como la niebla. Ninguna de las noches hab¨ªa niebla. Tambi¨¦n conviene apartar el prejuicio del asesino con sombrero de copa y malet¨ªn: ¨¦sa fue una imagen difundida por la prensa popular de la ¨¦poca, convencida de que s¨®lo un ricach¨®n pod¨ªa cometer impunemente aquellos cr¨ªmenes".
Del asesino no se sabe nada. Actu¨® siempre en fin de semana, lo que hace suponer que de lunes a viernes estaba ocupado en alg¨²n tipo de trabajo. Mataba a las v¨ªctimas seccion¨¢ndoles la yugular y luego se ensa?aba con el cad¨¢ver.Era h¨¢bil con el cuchillo: se estima que destroz¨® el cuerpo de Eddowes, la v¨ªctima de Mitre Square, en menos de cinco minutos, y hablamos de alguien que no cortaba por cortar: extirpaba ¨®rganos y los colocaba ordenadamente en torno a la v¨ªctima. Eso es todo, m¨¢s o menos. Lo dem¨¢s pertenece al ramo de la especulaci¨®n. Ni el apodo es aut¨¦ntico. Las cartas que en 1888 recibi¨® Scotland Yard con la firma "Jack, The Ripper" fueron escritas, en realidad, por un periodista de la Agencia Central de Noticias. De entre las famosas cartas, s¨®lo una, encabezada con la frase "From hell" ("Desde el infierno") y acompa?ada de medio ri?¨®n humano, supuestamente extra¨ªdo a la cuarta v¨ªctima, cuenta con alguna m¨ªnima posibilidad de haber sido redactada por el huidizo psic¨®pata.
?Por qu¨¦ aquellos cr¨ªmenes alcanzaron de inmediato una celebridad planetaria? ?Por qu¨¦ siguen atrayendo la curiosidad de un p¨²blico muy amplio? La primera pregunta la responde Donald Rumbelow, ex polic¨ªa, ex director del Museo del Crimen de Scotland Yard y uno de los m¨¢s respetados ripper¨®logos, en la introducci¨®n de The Complete Jack, The Ripper (1975), un cl¨¢sico en la materia. Rumbelow indica que Whitechapel era, en 1888, un polvor¨ªn a punto de estallar. Casi un mill¨®n de personas, emigrantes en su mayor¨ªa, se hacinaban en un barrio maloliente y pobr¨ªsimo. Jack London pas¨® unas semanas en Whitechapel, en busca de emociones fuertes, y resumi¨® sus impresiones en dos palabras: "El infierno". En cada habitaci¨®n dorm¨ªan, como promedio, seis personas. Abundaban el desempleo, la miseria y el alcoholismo. Las mujeres, como en el caso de las v¨ªctimas de El Destripador, recurr¨ªan a la prostituci¨®n para ganar unas monedas. La sociedad victoriana, a la vez puritana e idealista, sent¨ªa una mezcla de repulsi¨®n y fascinaci¨®n por Whitechapel y el conjunto del East End.
Entonces apareci¨® un asesino moderno: un tipo alienado que mataba por oscuras razones sexuales, pero no violaba. A Scotland Yard le cost¨® mucho entender que se enfrentaba a un fen¨®meno nuevo, t¨ªpicamente urbano. La novedad y la inusitada crueldad de los asesinatos despertaron un gran inter¨¦s en Arthur Conan Doyle, que por entonces inventaba a su personaje Sherlock Holmes. Tambi¨¦n atrajeron al escritor socialista George Bernard Shaw, Nobel de Literatura, para quien El Destripador fue "un revolucionario" que "coloc¨® la miseria de Whitechapel a la vista de todos".
En cuanto a la fascinaci¨®n perenne de El Destripador, pesan ciertamente el misterio que envuelve al asesino y el juego de seguir buscando pistas sobre su identidad. Pero pesa tambi¨¦n el morbo. Basta recordar algo sucedido hace poco, en una de las reuniones de ripper¨®logos de la Sociedad Whitechapel 1888. El club se re¨²ne en el pub Princess Alice, un establecimiento que ya exist¨ªa en la ¨¦poca. La escritora Patricia Cornwell public¨® en 2002 un libro en el que identificaba a su propio sospechoso, el pintor Walter Sickert. Ahora reescribe el libro con el asesoramiento de Paul Begg, un reputado ripper¨®logo, y quiso anticipar algunas nuevas conclusiones ante un p¨²blico de especialistas. Para ilustrar una cuesti¨®n concreta, relativa al asesinato de Mary Jane Kelly, coloc¨® una carcasa de ternera sobre la mesa, la envolvi¨® en una s¨¢bana y empez¨® a apu?alarla, con un creciente frenes¨ª. Esa imagen nos ahorra ciertas explicaciones complejas.
?Es posible averiguar, a estas alturas, la identidad de El Destripador? No, claro. S¨®lo es posible detectar sospechosos veros¨ªmiles. Pero el juego consta de muchos elementos. Gran parte del archivo policial desapareci¨® en los ochenta y noventa, porque ciertos ripper¨®logos y coleccionistas sustrajeron documentos originales de Scotland Yard. La recuperaci¨®n de esos originales (se conservan s¨®lo copias) es uno de los objetivos. Y, por supuesto, se trata de avanzar y obtener novedades. En estos momentos, decenas de ripper¨®logos se concentran en hallar una fotograf¨ªa de Frederick Abberline, el inspector que se ocup¨® directamente de los cr¨ªmenes. Cuando dej¨® Scotland Yard, Abberline emigr¨® a Estados Unidos para trabajar en la agencia de detectives Pinkerton. Los archivos de Pinkerton deben contener, en alg¨²n caj¨®n olvidado, una imagen de Abberline. En eso conf¨ªan quienes participan en la b¨²squeda.
De vez en cuando aparecen piezas valiosas. En 1959 fue hallado un informe confidencial elaborado en 1894 por sir Melville Macnaghten, un jefe policial de la ¨¦poca, en el que hac¨ªa referencia a tres sospechosos: el abogado Montague John Druitt (muerto por suicidio poco despu¨¦s de la serie de cr¨ªmenes), un jud¨ªo de origen polaco llamado Aaron Kosminski, internado en un manicomio en 1891, y Michael Ostrog, un delincuente de origen ruso. Hace unos a?os fueron descubiertas unas notas en un libro, manuscritas por Donald Swanson, inspector jefe de Scotland Yard en 1888. Las notas, conocidas como Swanson's Marginalia, dec¨ªan que Jack hab¨ªa sido identificado en un manicomio, y conclu¨ªan con la frase: "Kosminski era el sospechoso". En 1992 apareci¨® un diario atribuido a un comerciante de Liverpool, James Maybrick, en el que ¨¦ste confesaba ser el asesino. Ni Macnaghten ni Swanson llegaron a tener la menor idea de qui¨¦n era El Destripador, y los diarios de Maybrick eran muy probablemente falsos. Pero los tres hallazgos animaron mucho el juego.
Los paseos tur¨ªsticos cuestan unas seis libras (8,85 euros) -los m¨¢s selectos son los que ofrecen como gu¨ªa al mism¨ªsimo Donald Rumbelow-, suelen comenzar en la estaci¨®n de metro de Aldgate East y adoptan como eje Comercial Street, porque en esa calle se encuentran dos pubs que ya exist¨ªan en 1888 y eran frecuentados por las v¨ªctimas y, se supone, por el asesino: el Princess Alice y el Ten Bells. En 1888, el Ten Bells cambi¨® su nombre por The Jack, The Ripper, y se convirti¨® en un museo de dudoso gusto. Ahora, bajo nueva administraci¨®n, es un bar muy normal, en el que, sin embargo, se respira algo siniestro. El a?o pasado, durante unas obras de remodelaci¨®n, fue hallado un paquete de ropas de beb¨¦ del siglo XIX. Todas las prendas estaban rasgadas a cuchillo. Con ese pub ocurre como con el resto del barrio: ha cambiado, pero basta un poco de imaginaci¨®n para percibir la atm¨®sfera que rode¨® a Jack.
Algunas calles, como Fashion Street, conservan los rasgos decimon¨®nicos. Los turistas del crimen disponen de mapas de la ¨¦poca y observan con disimulada fruici¨®n las fotos, altamente macabras, que facilitan los gu¨ªas. Lindsay Siviter sol¨ªa cantar la canci¨®n que oyeron cantar a Kelly, la ¨²ltima v¨ªctima, poco antes de morir. Ya no lo hace. Se intenta molestar lo menos posible al vecindario, porque varias bandas de j¨®venes de origen esrilanqu¨¦s (la etnia que domina hoy el barrio) tienen por costumbre hostigar a las comitivas tur¨ªsticas con insultos y alguna pedrada.
"Whitechapel sigue siendo, de otra forma, un barrio pobre, dif¨ªcil y peligroso por la noche", comenta Frogg Moody. En general, los vecinos asi¨¢ticos no sienten el menor inter¨¦s por la vieja historia. "?El Destripador? Ah, ya, aquel crimen", suspira el encargado de Tactrom, una tienda de ropa barata. Otra cosa es el negocio: "El recuerdo de Jack trae a gente y ayuda a los comerciantes", dice la gu¨ªa Siviter.
Los ni?os asi¨¢ticos del barrio aprenden las primeras palabras inglesas con una vieja canci¨®n que se escucha a¨²n cada tarde, entre juegos infantiles: "Jack, The Ripper, is dead, and lying on his bed. He cut his throat with Sunlight soap" ("Jack, El Destripador, est¨¢ muerto y yace en su cama. Se cort¨® la garganta con jab¨®n Sunlight"). Si el ¨¢nimo del oyente est¨¢ predispuesto, hasta esa canci¨®n de corro tiene algo de siniestra.
RUTA DE VIAJE: Precauci¨®n por la noche
En 1888, Whitechapel era un barrio con gran presencia hebrea. Cientos de miles de jud¨ªos que escapaban a los pogromos antisemitas en Rusia y Polonia recalaban en Londres y se establec¨ªan de forma casi inevitable en Whitechapel: eran muy pobres, y s¨®lo pod¨ªan permitirse el barrio m¨¢s pobre de la ciudad. Con el tiempo, los jud¨ªos fueron dejando la zona. Hace cinco d¨¦cadas, el Gobierno brit¨¢nico "import¨®" mano de obra de Sri Lanka para construir el aeropuerto de Heathrow y proporcion¨® alojamiento en Whitechapel a miles de esas familias, que hoy constituyen la etnia dominante.
Whitechapel ya no es hediondo como en 1888, y en algunos rincones afloran detalles de modernidad y progreso, como la nueva biblioteca. Puede visitarse sin riesgos, aunque por la noche conviene una cierta precauci¨®n.
Para el viajero que no desea sumarse a un grupo de turistas ripper¨®logos, lo m¨¢s aconsejable es tomar el metro hasta las estaciones de Aldgate East (junto a Commercial Road) o Whitechapel (junto al t¨¦trico hospital donde se conservan los restos del hombre elefante). Detr¨¢s de la estaci¨®n de Whitechapel discurre Durward Street, donde fue asesinada una de las v¨ªctimas de El Destripador. En cualquier librer¨ªa londinense pueden encontrarse mapas antiguos y libros sobre Jack; los m¨¢s recomendables son los firmados por Donald Rumbelow, Paul Begg, Martin Fido o Dennis Skinner, ripper¨®logos de prestigio.
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