Un esbozo de Swann
"?Swann? ?Qu¨¦ es eso de Swann?". Al inicio de Unos amores de Swann, Madame Verdurin avisa a los invitados de su sal¨®n de que esa noche vendr¨¢ un nuevo conocido, y el doctor Cottard muestra enseguida su desconcierto. Pero, sabedora de que un sal¨®n depende del equilibrio entre novedades y costumbres, la anfitriona calma al doctor con la noticia de que se trata de un amigo de la querida Odette.
Luego aparecer¨¢ Swann, seremos part¨ªcipes de su historia de amor, asistiremos a lo que parece ser el final de ¨¦sta y nunca conseguiremos calmar del todo nuestra curiosidad frente a ese caballero. Volveremos, lo mismo que el doctor Cottard, a preguntar qu¨¦ es eso de Swann.
A Charles Swann lo forman no tanto ciertos episodios y ocurrencias como la hip¨®tesis de otros acerca de su existencia. Es menos una presencia propia que un mont¨®n de opiniones. Vive no por lo que es, sino por lo que significa. Es siempre hu¨¦sped, nunca anfitri¨®n. Y no tiene habitaciones propias, aunque en alguna p¨¢gina aparezcan ¨¦stas. Frecuentador de los m¨¢s exclusivos salones parisienses, visita tambi¨¦n a algunos burgueses de provincia, mendiga el acceso a una velada de poca monta si asiste a ella la mujer perseguida. Su drama no carece de comicidad: ser¨¢ groseramente repudiado por gente muy inferior a ¨¦l, se equivocar¨¢ de mujer.
Los bi¨®grafos de Marcel Proust coinciden en que el modelo para Swann fue un tal Charles Hass, jud¨ªo rico
El primero de estos rasgos dar¨¢ pie a disquisiciones acerca de su posici¨®n social; el segundo lo surtir¨¢ de idas y vueltas, incertidumbres, celos. Varios ser¨¢n los desvelados por saber qu¨¦ es eso de Swann (empezando por las t¨ªas del narrador, en Combray) y, cuando se acceda a lo que ¨¦ste pueda ser, descubrimos que Swann parece estar s¨®lo compuesto de preguntas acerca del objeto de su amor. Visto dudosamente desde afuera, dentro de ¨¦l no existen m¨¢s que dudas.
Unos amores de Swann es una peque?a novela incluida en la obra mayor que es En busca del tiempo perdido. Se trata, al parecer, de un vestigio del proyecto de hacer a Swann protagonista de los siete vol¨²menes. Y concluye con uno de los momentos m¨¢s memorables entre las tant¨ªsimas felicidades que pueblan estos libros: Swann exige a un peluquero que su peinado no se deshaga en el viaje que le espera, piensa en Odette, y se dice esto a s¨ª mismo: "?Cada vez que pienso que he malgastado los mejores a?os de mi vida, que he deseado la muerte y he sentido el amor m¨¢s grande de mi existencia, todo por una mujer que no me gustaba, que no era mi tipo!" (todo para que luego descubramos que este final de idilio resulta desmentido por su matrimonio con Odette y una hija de ese matrimonio).
Los bi¨®grafos de Marcel Proust coinciden en que el modelo para Swann fue un tal Charles Haas, jud¨ªo rico y elegante a quien recib¨ªa la mejor sociedad de su ¨¦poca. Un ?lbum Proust publicado por Gallimard en 1965 trae un retrato de Haas, una foto de grupo donde ¨¦l aparece, la reproducci¨®n de un lienzo que lo incluye entre los miembros del m¨¢s exclusivo club parisiense y un billete que le dirigiera la princesa Mathilde Bonaparte. (Todo un dandi en el cuadro, en la foto de grupo es id¨¦ntico a Charles Chaplin caracterizado como Monsieur Verdoux). Otra iconograf¨ªa, Le Monde de Marcel Proust vu par Paul Nadar (Patrimoine, Par¨ªs, 1999), muestra un retrato de Charles Haas a¨²n mejor.
Podr¨¢ objetarse la elecci¨®n de Swann como personaje memorable. ?C¨®mo traer a cuento, en convocatoria de esta clase, a un caballero tan opaco y falto de trazado? ?D¨®nde est¨¢n sus victorias, sus abismos, sus peligros? En vista de las pruebas poco convincentes aportadas hasta aqu¨ª, prefiero remitir la discusi¨®n al encanto de la escritura de Marcel Proust. Afirmar¨ªa entonces que mi personaje literario favorito es dicha escritura. Charles Swann est¨¢ hecho, sobre todas las cosas, de la tremenda inteligencia de las frases proustianas.
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