Tres orejas y un susto
Tras la primera corrida de Cebada, que inaugur¨® la gran semana taurina de la Semana Grande donostiarra, se abr¨ªa ayer el racimo de carteles de lujo, donde la presencia Domecq hunde la balanza. Ayer, los del toledano Ventorrillo, bien armados, de varia capa y presencia, para dos de los titanes que disputan el cetro.
?Se puede ser desgarrado y cl¨¢sico? Manzanares lo es. Tiene la vibraci¨®n de lo hondo, vibraci¨®n circular, como la de la piedra que cae al pozo. Al primero, fino y arm¨®nico casta?o que se fue a pensar al centro mientras buscaba agua con las pezu?as, lo quiso controlar en todo: capotazos medidos para encelar, puyazo y medio, la mirada fija en las chicuelinas del quite, la altura justa de la franela para que no cayese, y un acompasado templar, sabio y torero, que alcanz¨® en la derecha casi el c¨ªrculo y no fue m¨¢s rotundo porque el toro no quiso. Toreo limpio y hondo; agua de pozo. Tambi¨¦n a Campanero -ese enamorado de la luna- lo quiso cuidar y, tras desastrosas banderillas, lo sac¨®, sin castigar, de tablas, y en el tercio sorte¨® mugidos y trastabilleos sin perder su cara, con elegancia de campe¨®n. Una trinchera de garra abri¨® paso a series aguerridas, mandonas, muy toreadas, sin la menor concesi¨®n. Tir¨® Manzanares del toro hasta hacerle decir que era bravo. El p¨²blico lo vio y, pese a la estocada, lo premi¨®.
El Ventorrillo / Manzanares, Talavante
Toros de El Ventorrillo, interesantes. Noble el 1?, bravo el 5?, encastados el resto. Manse¨® el 4?. Jos¨¦ Mar¨ªa Manzanares: saludos, oreja y oreja. Alejandro Talavante: saludos, silencio y oreja. Plaza de Illumbe, 13 de agosto. 2? corrida de abono.
Tomoratoc, el 5?, tom¨® vara larga y fija, apret¨® en los palos -buen par de Trujillo- y empez¨® a embestir al pa?o que el alicantino le jugaba. Tirando bien -demasiado en¨¦rgico- le durmi¨® al fin un cambi¨® de manos, pero la embestida, corta y vivaz, exig¨ªa la muleta pegada y enganchaba a veces. Tocaba fuerte la banda y los focos espantaban el atardecer mientras Manzanares ajustaba la embestida del toro.
Talavante: juventud, riesgo y verdad; l¨ªnea que no es nueva, pero que ahora, renovada en la quietud arb¨®rea de los modernos hipnotizadores de toros -a la que no son ajenos ni D¨¢maso ni Ojeda- nos sorprende. Nos sorprende porque ha pasado el tiempo del tancredismo hambriento, pero se ha mantenido el hambre de lo imposible. El hombre. Siempre m¨¢s all¨¢ del hambre. Jos¨¦ Tom¨¢s, Castella, Talavente... Postura sin posturas; postura antigua -como Ayax, Manolete...- que nos dice del hombre, no del hambre. Sali¨® el 2?, un cornal¨®n sardo, chorreado en verdugo, bragado, corrido, axiblanco, salpicado, ojalado. Se aplaudi¨®. Dobl¨® una mano en varas -se pit¨®-; derrib¨® al penco y descabalg¨® al piquero sent¨¢ndolo en la cuerna -se jale¨®-; escarb¨® en banderillas y Talavante lo brind¨®. Muy despacio, como los estatuarios con que lo centr¨®, lo fue haciendo a la muleta que tomaba con la codicia de su casta. Pero no lo met¨ªa el diestro adentro -como suele- y, distra¨ªdo, se acab¨® por rajar. Lo m¨¢s aplaudido fueron las manoletinas. Despu¨¦s tuvo un jabonero sucio e incierto, que llev¨® una buena vara que le puso escarlata la piel de ceniza. Inquieto y gazap¨®n, recelaba de la franela que el pacense le pon¨ªa sin prisas, pero no lleg¨® a pasar. Buscaba el campo, no quer¨ªa pelea, pero la barrera le imped¨ªa volver.
Alejandro, triunfador de sextos toros, le dio suaves ver¨®nicas al 6?. De pronto, se le vino r¨¢pido, no tuvo tiempo de componer el capote y lo lanz¨® al aire; mala ca¨ªda que lo dej¨® inerte unos segundos terribles. Se levant¨® l¨ªvido y cuando en los medios le dio distancia, salt¨® la ovaci¨®n. Sorte¨®, despu¨¦s, h¨¢bil, la embestida violenta, la mirada y los derrotes del cinque?o grandull¨®n y, a las ¨²ltimas, le sac¨® naturales, muy quieto, de denso valor. Y manoletinas que ornaron ahora con sentido la valerosa labor.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.