Pasaporte para Plimlico
La joven militante de Nafarroa Bai estaba entusiasmada. Cuando en Euskal Telebista le preguntaron por su opini¨®n ante el hecho de que en las fiestas de Bayona imperase la misma vestimenta que en los sanfermines, con el pa?uelo rojo sobre la blusa blanca, no dud¨® en contestar: "Es algo muy hermoso. Eso prueba que somos hermanos. ?Somos un mismo pueblo!". M¨¢s o menos, lo que el verdugo estaliniano Beria le contaba a su hijo, resaltando la necesidad de la lectura del libro cl¨¢sico de Alejandro Dumas, en cuyas p¨¢ginas al parecer exhib¨ªan su valor los h¨¦roes de la patria cauc¨¢sica: "Los tres mosqueteros eran gascones, y los gascones son vascos, y los vascos son georgianos". La ¨²nica diferencia entre ambas captaciones mitol¨®gicas, tra¨ªdas por los pelos, reside en que la recomendaci¨®n del segundo de Stalin no parece haber incrementado el n¨²mero de v¨ªctimas de su barbarie, en tanto que la aparentemente ingenua creencia en la entidad imaginaria Euskal Herria las cuenta ya por centenares y no lleva camino de extinguirse.
En realidad, esto es lo que se encontraba en juego al plantearse la posibilidad de que los socialistas navarros y Nafarroa Bai formasen Gobierno despu¨¦s de las ¨²ltimas elecciones. En pol¨ªtica, como en otros asuntos de la vida, encontrarse a mitad de camino significa poco: importa saber cu¨¢l es la direcci¨®n que se ha tomado. A comienzos de los ochenta, acompa?ar a los antiguos etarras liderados por Mario Onaind¨ªa ten¨ªa pleno sentido, en la medida que resultaba inequ¨ªvoca su orientaci¨®n hacia la democracia. La historia de Euskadiko Ezkerra vino a probar el acierto de tal diagn¨®stico. En cambio, servir de escabel a nacionalistas radicales o no radicales, rechazando tal adscripci¨®n, como hace en la actualidad Ezker Batua, no supone otra cosa que actuar de forma oportunista, a cambio de unas migajas de poder, fortaleciendo la hegemon¨ªa del nacionalismo. An¨¢logas consideraciones pueden aplicarse a una asociaci¨®n PSN-NaBai acordada a ciegas. Es por supuesto muy importante que la formaci¨®n dirigida por Patxi Zabaleta haya renunciado a la lucha armada, y condene en consecuencia la pr¨¢ctica del terror, pero eso en modo alguno agota el tema de su posible consideraci¨®n como partido de gobierno en Navarra. Detr¨¢s de la cortina de NaBai, conviene tener en cuenta lo que piensa el verdadero protagonista, Aralar. Hubiera sido m¨¢s tranquilizante que desde su posici¨®n como segundo grupo votado, NaBai planteara algo tan l¨®gico como encabezar la alianza con el PSN, si de lo ¨²nico que se trataba era de hacer una gesti¨®n "de progreso" y "de cambio", objetivo perfectamente alcanzable a la vista del balance de UPN. Pero si de entrada la coalici¨®n daba por buena la primac¨ªa del tercero en discordia, ello confirmaba de modo indirecto que sus metas eran otras, en la l¨ªnea de la concepci¨®n mitol¨®gica expuesta por la militante an¨®nima en Bayona. Se tratar¨ªa ante todo de avanzar hacia lo que su nombre indica, Navarra'tik Nafarroa'ra, de la Navarra actual a la Nafarroa abertzale, con el euskera por emblema y el horizonte abierto a la materializaci¨®n de la imaginaria Euskal Herria independiente, de rasgos id¨¦nticos a la que busca el nacionalismo radical, con ETA a la cabeza. Con toda la cautela del mundo, pues Patxi Zabaleta y los suyos son conscientes de que parten de una posici¨®n minoritaria y hay que caminar a peque?os pasos, ante todo hacia esa primera vinculaci¨®n entre la CAV y el ex reino, contando con el favor de un PSN que, siguiendo el ejemplo de los mayores, ve con buenos ojos la colaboraci¨®n con un grupo independentista. M¨¢s all¨¢ de los n¨²meros, con el cocktail de independientes y ¨¦sta o aquella vicepresidencia, esto es lo que estaba en juego, y lo que ha quedado en la sombra. Con evidente ventaja a medio plazo para los abertzales navarros, y descr¨¦dito para quienes han mostrado al mismo tiempo sus ansias de poder y su vac¨ªo en cuanto a estrategia pol¨ªtica. Una vez m¨¢s, el PSOE no ha sabido, o no ha querido, explicar nada.
El desafortunado episodio viene a recordar una vez m¨¢s que en el caos que caracteriza a su pol¨ªtica auton¨®mica, la responsabilidad del Gobierno de Zapatero es tanto mayor cuanto que el PSOE dispone de
unos planteamientos de base perfectamente definidos desde Santillana sobre el tema, nunca utilizados, y que en toda esta mara?a de tratos y contratos, los planteamientos de los dem¨¢s jugadores son conocidos de antemano, en cuanto a las principales opciones: para nadie es un misterio lo que buscan ERC, ETA o Aralar. Como consecuencia, resulta inexplicable que se prolonguen negociaciones sobre contenidos de fondo innegociables. En el caso m¨¢s inmediato, antes que invitar a NaBai a resignarse en la forma a un papel de segund¨®n que va a lo suyo, hubiese bastado acotar el posible programa com¨²n en el tema vasco, en verdad y no de cara a la galer¨ªa, para saber en dos d¨ªas si la coalici¨®n resultaba viable. Y si lo fundamental era no perder votos en las generales del pr¨®ximo a?o, apaga y v¨¢monos desde el primer momento: el castigo que reciba el PSOE en Navarra por tal fiasco estar¨¢ m¨¢s que merecido. S¨®lo que los socialistas navarros part¨ªan de una posici¨®n centrada en la pugna entre navarrismo conservador y abertzales, que ahora queda inutilizada. Como en Catalu?a o en Euskadi, pierde el PSOE, pierde la democracia.
En una vieja pel¨ªcula inglesa de humor, protagonizada por el gran Stanley Holloway, los habitantes del barrio de Plimlico descubr¨ªan, al realizar unas obras, que un rey les hab¨ªa otorgado una carta de independencia en la Edad Media. La primera reacci¨®n consist¨ªa en una oleada de entusiasmo, al modo de la tan citada militante de Nafarroa Bai. El repliegue sobre la identidad imaginaria produce una satisfacci¨®n infinita. Lo malo es que suele asentarse sobre el rechazo irracional de otra identidad realmente existente, en nuestro caso las identidades duales de vascos y catalanes, y se orienta hacia la destrucci¨®n, antes que a la dif¨ªcil labor de edificar en el vac¨ªo. Lo ponen de manifiesto los an¨¢lisis de Thomas Jeffrey Miles para la reciente pol¨ªtica cultural del nacionalismo catal¨¢n: su prop¨®sito no ha consistido en el despliegue creciente del "idioma propio", sino en la "descastellanizaci¨®n", en la asimilaci¨®n forzada del otro, de acuerdo con un nacionalismo ¨¦tnico, no c¨ªvico, mediante el cual una ¨¦lite trata de imponer sus ideas y sus intereses al conjunto de una sociedad, present¨¢ndolos adem¨¢s como expresi¨®n de la misma.
Es un rasgo com¨²n a nuestros nacionalismos perif¨¦ricos, ensimismados cada uno con su Plimlico, que en vez de impulsar la construcci¨®n nacional les legitima en apariencia para buscar ante todo la destrucci¨®n del otro, de todo lo que huele a "Espa?a", con la consiguiente quiebra de los equilibrios conseguidos en el Estado de las autonom¨ªas. Ampar¨¢ndose en la bipolaridad PSOE-PP, los nacionalismos se han hecho con esa forma de poder simb¨®lico cuya caracter¨ªstica principal, seg¨²n Pierre Bourdieu, consiste en excluir toda puesta en cuesti¨®n de sus planteamientos, generando una forma de pensamiento autoritario. Aquel que critique la ¨²ltima deriva del catalanismo, observable en la gestaci¨®n del Estatuto, seguir¨¢ la misma suerte ya conocida por los no nacionalistas en Euskadi.
El costoso fracaso en Navarra debiera servir para que el Gobierno y el PSOE quebrasen ese c¨ªrculo vicioso, recuperando el papel de gesti¨®n y regeneraci¨®n de la democracia constitucional que les fuera conferido por los electores tras la era Aznar. No reside el problema en el pluralismo de la "naci¨®n de naciones", sino en el campo libre dejado a unos discursos nacionalistas que se presentan como portadores de la ¨²nica legitimidad y excluyen todo di¨¢logo ilustrado. El ejemplo del Plimlico escoc¨¦s, surgido por obra y gracia de Tony Blair, prueba que la angelizaci¨®n de los nacionalismos, y el desconocimiento de su potencial disgregador, son susceptibles de llevar de la forma m¨¢s est¨²pida a un riesgo de fractura en Estados democr¨¢ticos dotados de una existencia secular.
Antonio Elorza es catedr¨¢tico de Ciencia Pol¨ªtica.
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