Atalaya sobre los tejados

En la villa zaragozana de Sos vino al mundo el rey Cat¨®lico -Fernando II de Arag¨®n para los amigos de la historia-. Por celo patri¨®tico fue erigido muy cerca del palacio de Sada, que le vio nacer, un parador de categor¨ªa media con el historicismo que caracterizaba el ideal constructivo de 1975, a?o de su inauguraci¨®n. Los arcos, ajimeces y l¨ªneas columnares de su fachada otorgaban la nobleza baturra que los estamentos oficiales de la ¨¦poca pretend¨ªan en las tierras de pan llevar. Dos oleadas de reformas -la ¨²ltima en 2002- han transformado para bien la imagen del lugar. Sin exageraci¨®n puede decirse que aqu¨ª Mar¨ªa Moreno de Cala y el equipo t¨¦cnico de Paradores firman uno de los mejores ensayos de interiorismo vistos en ning¨²n establecimiento de la red y que el ensamblaje de la modernidad con la herencia mobiliaria de la casa por fin se ha conseguido sin estridencias. Ya desde la inextricable v¨ªa de entrada, con tres cuerpos de edificio en siembra de confusi¨®n al viajero, se percibe la ambientaci¨®n dulce, et¨¦rea, que colorea de noche el com¨²n de las estancias. Tal vez escasas para las estrellas del alojamiento, pero ordenadas en una atalaya privilegiada sobre los tejados de Sos, los jardines de terrazas descolgadas sobre la ladera y el horizonte vacuo de la hoya que lo abraza.

Alegres jarapas

Textiles, fibras naturales, madera, piel, ¨®leos, grabados paisaj¨ªsticos... La influencia del Prepirineo aragon¨¦s y navarro decora cada rinc¨®n, cada balconada. Y cada habitaci¨®n, rejuvenecida con alegres jarapas, tapicer¨ªas estampadas a cuadros, suelos de barro cocido y unas camas amplias y bien enguantadas. Muy agradables para abstraerse del mundo en su propia terraza, con la vista puesta en los montes aleda?os, coronados por molinos de viento que satisfacen a los adalides de las energ¨ªas alternativas tanto como disgustan a los defensores del paisaje. Los cinco dormitorios superiores enfatizan el lujo espacial del parador con un saloncito propio y una ba?era de hidromasaje retroiluminada con fibra de vidrio. En la mesilla de noche, un folleto invita a probar la carta de almohadas.

Entre grandes luminarias, el restaurante comparte con el sal¨®n de estar y la terraza toda la planta cuarta del edificio. Aqu¨ª se cena mal y se desayuna peor: el caf¨¦ hierve, la tortilla de patatas est¨¢ ins¨ªpida, los quesos son vulgares y, contrariamente a lo anunciado, a veces no se encuentra pan de hogaza sobre la mesa. El jam¨®n de Teruel tampoco parece de buena familia.

Pese a estos desajustes ya redundantes en la hoteler¨ªa espa?ola, el personal a cargo del comedor se emplea a fondo en endulzarle al hu¨¦sped su mal sabor de boca. Igual que el resto del servicio, tan eficaz en su desempe?o que apenas se hace notar. A fin de cuentas, un parador de turismo representa todav¨ªa un ideal de alojamiento dif¨ªcil de superar en calidad.