Madeleine: m¨¢s que un crimen
El ruido de la carretera no llega hasta la casa de los McCann, un chal¨¦ de dos plantas de aspecto encantador. Una de esas casitas con estilo, destinadas a las clases medias pudientes que se han ido instalando en Rothley, un lugar buc¨®lico del condado de Leicester, en el centro de Inglaterra. Contemplando la casita de cuento, el c¨¦sped jugoso, gracias a la lluvia inmisericorde, la silueta de mu?ecos de peluche que se aprecia a trav¨¦s de los cristales emplomados de una de las ventanas de la planta baja, es posible imaginar la que ha sido hasta hace menos de cuatro meses la vida feliz de Kate y Gerry McCann. Un matrimonio normal de clase media; dos profesionales de la medicina con sueldos altos, en el caso de ¨¦l, cardi¨®logo en uno de los tres hospitales universitarios de Leicester. Cat¨®licos practicantes los dos, 38 a?os ¨¦l, 37 ella, casados desde 1998. Amigos de sus amigos, buenos profesionales, entregados totalmente a los hijos engendrados costosamente despu¨¦s de a?os de tratamientos m¨¦dicos, gracias a la fertilizaci¨®n in vitro. Los ni?os trajeron felicidad y mucho trabajo, sobre todo a Kate, que opt¨® por reducir su jornada laboral y ahora s¨®lo pasa consulta en el ambulatorio de Melton Mowbray, la capital rural de la zona, dos d¨ªas a la semana.
La ni?a desaparecida y sus hermanos menores gemelos nacieron por fertilizaci¨®n 'in vitro'
Los fondos para la campa?a de b¨²squeda de la ni?a ascienden ya a casi 1,5 millones de eurosSe ha dise?ado un logotipo que utiliza el curioso derrame del iris del ojo derecho de la peque?a
Los McCann tienen el respaldo de Beckham, Cristiano Ronaldo, J. K. Rowling, el due?o de Virgin...
Para mantener vivo el caso, los McCann han recorrido el mundo y han sido recibidos por el Papa
Miles de fotograf¨ªas de la ni?a han sido pegadas en estaciones, aeropuertos y gasolineras
A la espera de noticias: Tres meses despu¨¦s de la desaparici¨®n de la ni?a, el caso tiene a¨²n muchos cabos sueltos.
La noche fat¨ªdica: El 3 de mayo, la hija mayor de los McCann, de cuatro a?os, desapareci¨® de la habitaci¨®n donde compart¨ªa cama con sus hermanos gemelos.
Una playa 'brit¨¢nica': Praia da Luz es uno de los enclaves m¨¢s populares de los turistas ingleses en el Algarve portugu¨¦s. A ¨¦l llegaron los McCann el 28 de abril.
Es posible imaginar la rutina de su vida diaria, las idas y venidas de Gerry al hospital de Glenfield, la ajetreada hora del ba?o de los peque?os, las cenas espor¨¢dicas con los amigos. Quiz¨¢ en una de esas reuniones planificaron las vacaciones de Praia da Luz, uno de los enclaves m¨¢s populares de los turistas ingleses en el Algarve portugu¨¦s. Un sitio especialmente agradable en temporada baja. Una pareja amiga lo hab¨ªa probado ya y qued¨® encantada. As¨ª es que movilizaron a los dem¨¢s; en total, tres matrimonios y ocho ni?os que el pasado 28 de abril ocuparon sus respectivos apartamentos. Desde el principio se sintieron c¨®modos, rodeados de compatriotas, que abarrotan este peque?o pueblo de la costa portuguesa en el que el 80% de la poblaci¨®n residente es brit¨¢nica. Todos buscando lo mismo: sol, mar y una combinaci¨®n de chiringuitos playeros en los que es posible ver en pantalla gigante los partidos de la liga inglesa de f¨²tbol.
Los McCann se alojaron con sus amigos en el Ocean Club, una urbanizaci¨®n peque?a, integrada por varios edificios de dos o tres plantas, pegados los unos a los otros, ordenados a lo largo de unas pocas calles, con una amplia piscina como punto neur¨¢lgico, y el mar a diez minutos de paseo a pie. Un lugar de f¨¢cil acceso, incluso para los no residentes. ?Qu¨¦ necesidad hab¨ªa de mayor protecci¨®n en un universo tan pl¨¢cido? Al menos, hasta el 3 de mayo pasado. La noche de ese d¨ªa, Kate y Gerry recibieron un zarpazo: Madeleine, su ni?a mayor, de apenas cuatro a?os, desapareci¨® de la habitaci¨®n donde dorm¨ªa con sus hermanos gemelos Sean y Amelie. Los tres estaban solos. Y ah¨ª estall¨® el primer esc¨¢ndalo. ?Era normal que unos padres juiciosos abandonaran a sus peque?os dos o tres horas para cenar en el bar de la urbanizaci¨®n, a 50 metros de su casa? "Se confiaron totalmente. Es un sitio tranquilo, y se ve que bajaron la guardia. Es algo que podr¨ªa pasarle a cualquiera", dice una compa?era de trabajo de Kate que habla maravillas de ella.
Lo que ocurri¨® en el cuarto que la ni?a compart¨ªa con los beb¨¦s nadie lo sabe. Lo que pasara no fue lo bastante ruidoso como para despertar a los gemelos. Sean y Amelie continuaron durmiendo, incluso cuando su madre comenz¨® a gritar enloquecida, al comprobar que la ni?a faltaba. Ese sue?o pesado de los gemelos ha llevado a la polic¨ªa a preguntarse si los tres ni?os hab¨ªan recibido alg¨²n sedante. Un extremo que los padres niegan indignados.
Esa noche, los McCann intentaron encontrar a la peque?a en la urbanizaci¨®n. Nada. Kate McCann asegur¨® despu¨¦s a la polic¨ªa que la ni?a no era de las que salen solas. Dieron la voz de alarma, y la polic¨ªa se hizo cargo del caso, desplegando 200 agentes por la zona. M¨¢s tarde lleg¨® el equipo de perros especialistas de la Guardia Nacional Republicana, que estuvieron rastreando la zona hasta el 18 de mayo.
A partir de esa fecha, la operaci¨®n crece en volumen y publicidad. M¨¢s de mil polic¨ªas y m¨¢s de cien voluntarios; barcos, helic¨®pteros, la Interpol, la polic¨ªa brit¨¢nica y especialistas brit¨¢nicos en secuestros se dan cita en Praia da Luz. Rastrean unos 15 kil¨®metros. Adem¨¢s, vigilan las fronteras. La noche de la desaparici¨®n de Madeleine, el apartamento de los McCann es precintado, y la familia se traslada a otra vivienda dentro del Ocean Club. Aunque los sellos se levantan a las cinco semanas y el piso es ocupado por otros turistas. Los McCann se instalan en un tercer domicilio, m¨¢s lujoso, en la urbanizaci¨®n Luz Parque.
Presionada por la repercusi¨®n -han llegado a coincidir m¨¢s de 200 periodistas-, la polic¨ªa portuguesa realiza "un despliegue sin precedentes", seg¨²n Olegario da Sousa, inspector jefe de la Polic¨ªa Judicial.
Se alerta tambi¨¦n a la polic¨ªa espa?ola. La frontera est¨¢ a apenas dos horas de Praia da Luz y en un pueblo costero es f¨¢cil huir por barco. Esos primeros d¨ªas, los McCann critican a la polic¨ªa portuguesa porque las fronteras no se cerraron con la debida celeridad. Esta inicial desconfianza hacia la investigaci¨®n portuguesa espole¨® a los padres de Madeleine.
En lugar de retirarse a un segundo plano para llorar su desgracia, los McCann, especialmente Gerry, convocan ruedas de prensa y se muestran abatidos, pero enteros. Dispuestos a organizarse para resistir en Praia da Luz el tiempo necesario hasta que la ni?a sea localizada. Con sorprendente pragmatismo, y con ayuda de la familia y de algunos amigos, como Douglas Skehan, jefe de Gerry McCann en el departamento de cardiolog¨ªa del hospital, ponen en pie un fondo para recoger dinero que financie su estancia en Portugal, sus viajes a varias capitales europeas, su audiencia con el Papa en Roma, su visita a Marruecos siguiendo una pista que result¨® ser falsa, y a Estados Unidos, donde McCann consigue entrevistarse con altos cargos de la Administraci¨®n de Bush.
Gerry y Kate estaban en un pa¨ªs extranjero, se ve¨ªan perdidos y no se sent¨ªan capaces de lidiar con los periodistas que cada d¨ªa llamaban a su puerta. Pidieron consejo a los embajadores brit¨¢nicos en Portugal y ¨¦stos les recomendaron contratar a un asesor de prensa. Fueron finalmente sus familias quienes ficharon a Sheree Dodd, funcionaria del Ministerio de Asuntos Exteriores brit¨¢nico. Fue ella quien comenz¨® la campa?a que dar¨ªa la vuelta al mundo y la que llev¨® a los padres de Madeleine en una gira para encontrar a su hija. Dos semanas la sustituir¨ªa Clarence Mitchell, antigua periodista pol¨ªtica de la BBC y que ahora asesora al primer ministro, Gordon Brown. A Clarence le suceder¨ªa Justin McGuiness.
Gracias a estos asesores, personalidades como David Beckham, Cristiano Ronaldo y la escritora J. K. Rowling han participado en la campa?a. El Papa o el propio Gordon Brown, marcado por una tragedia personal en la que perdi¨® a una hija, se han interesado por la suerte de la peque?a. Un gran despliegue que incluye que los jugadores del Sunderland y del Tottenham saltasen al terreno de juego con camisetas alusivas a esta campa?a. La autora de la saga de Harry Potter dedica en su web un apartado para encontrar a la ni?a. Y numerosas personalidades han llevado la pulsera amarilla con la leyenda Look at me para llamar la atenci¨®n sobre el caso.
Gracias a todo este trabajo, la campa?a de los McCann ha llegado a todo el mundo. Hoy se pueden ver en la Red m¨¢s de 200 v¨ªdeos vinculados con la campa?a. M¨¢s de 50 millones de personas visitaron el sitio findmadeleine.com en sus primeras 48 horas de existencia. Y otros tantos han visitado el canal de You Tube Dont forget about me, dedicado a Madeleine y a otros ni?os desaparecidos.
"Gerry escuch¨® que en Estados Unidos uno de cada seis casos de ni?os desaparecidos consigue resolverse gracias a las campa?as de carteles y de llamada de atenci¨®n. Fue eso lo que llev¨® al matrimonio a iniciar esta gran campa?a", explica una portavoz de la familia.
Miles de personas contribuyen a engrosar ese fondo que lleva recaudado hasta el momento casi un mill¨®n de libras (1,5 millones de euros), un c¨®modo colch¨®n sobre el que sustentar la campa?a de b¨²squeda de Madeleine, el mayor despliegue medi¨¢tico global que se ha visto hasta la fecha. Para mantener vivo el caso, se organizan actos en las cuatro esquinas del planeta, de Portugal a Nigeria, del Reino Unido a Afganist¨¢n. Se imprimen decenas de miles de fotograf¨ªas de la peque?a para ser distribuidas en comercios, aeropuertos, gasolineras y estaciones. El ¨²nico escollo insalvable son las grandes salas de cine en Inglaterra. Las tres principales cadenas se niegan a pasar un cortometraje sobre el caso Madeleine antes de la proyecci¨®n de las pel¨ªculas destinadas a los menores.
Se dise?a un logotipo especial utilizando el ins¨®lito derrame del iris que tiene la peque?a en su ojo derecho. Se inaugura un sitio en la web donde se centralizan todas las noticias e iniciativas de la campa?a, y donde Gerry McCann mantiene un blog con sus impresiones cotidianas sobre la marcha de las pesquisas y comunica su estado de ¨¢nimo y el de su esposa. M¨¢s tarde inaugura un sitio en YouTube donde se cuelgan entrevistas y comparecencias de la pareja.
Crear ONG, fundaciones y asociaciones de cualquier cosa es una vieja tradici¨®n inglesa. Los McCann no son una excepci¨®n. En este caso, y dada la gravedad de la situaci¨®n, recurren a amigos, familiares y colegas para buscar las personas id¨®neas que puedan llevar las riendas de una iniciativa tan ambiciosa: conseguir que se hable continuamente del caso Madeleine, que los medios, la gente de a pie no se olviden de la peque?a. Entre las personalidades que les sirven de enlace con el mundo del deporte, de los negocios o de la pol¨ªtica figura Esther McVey, nacida en Liverpool como la propia Kate McCann, antigua presentadora de televisi¨®n, mujer de negocios y aspirante a pol¨ªtica, que se present¨® a las elecciones generales de 2005 en las filas del Partido Conservador. Tambi¨¦n posee una agenda importante Justine McGuinness, miembro del Partido Liberal-Dem¨®crata, con su propio blog en las p¨¢ginas de The Guardian, que dirige la campa?a por expreso deseo de Gerry McCann. Es f¨¢cil suponer que la fe cat¨®lica de ambas familias (la de Gerry McCann y la de su esposa, de soltera Kate Haley) les haya allanado el camino al Vaticano.
Empresarios no menos estelares, como Richard Branson, patr¨®n de Virgin; la escritora J. K. Rowling, autora de los libros de Harry Potter, o el due?o de la tienda Top Shop ofrecen, por propia iniciativa, animados por las dimensiones de la operaci¨®n medi¨¢tica, hasta 2,5 millones de libras de recompensa a cualquiera capaz de ofrecer una pista sobre el paradero de la peque?a.
"Tambi¨¦n aqu¨ª, en Rothley, la gente se ha portado maravillosamente", explica Janet Kennedy, t¨ªa materna de Kate McCann, que vive desde hace tiempo en este pueblecito. "Cuando se cumplieron los 100 d¨ªas del secuestro, se organiz¨® una misa y la gente llen¨® la plaza principal de mu?ecos de peluche y de notas cari?osas sobre Madeleine", dice.
La discreci¨®n se ha impuesto en Cross Green, la plaza principal del pueblo, donde se alza el monumento a las v¨ªctimas de las dos guerras mundiales. "Tuvimos que retirarlo todo, pero la gente ha lavado los mu?ecos y van a ser enviados a los ni?os de Bielorrusia", a?ade Janet. Ahora, el recuerdo de Madeleine se limita a unas discretas cintas amarillas y verdes, anudadas al tronco de los casta?os de la plaza. Pero la gente del pueblo parece todav¨ªa consternada. Keith Tomlinson, p¨¢rroco del pueblo, asegura, en una breve conversaci¨®n telef¨®nica: "Claro que les conozco, he bautizado a la ni?a y a los gemelos. Vienen a la misa dominical", responde a toda prisa.
Su colega anglicano, Rob Gladston, se muestra m¨¢s comunicativo. Recibe en su casa, m¨¢s bien modesta, a la periodista, para explicarle los esfuerzos conjuntos de las cuatro iglesias cristianas de Rothley en apoyo de los McCann. "Es cierto que no son gente del pueblo. Aqu¨ª llevaban s¨®lo 11 meses, y todav¨ªa los ni?os no iban a la escuela local. Por eso la mayor¨ªa s¨®lo les conoce de vista".
Para llegar al domicilio de Gladston hay que atravesar prados y cruzar un riachuelo. Todo es pulcro, ordenado, suave. Pero bajo la suavidad de las formas y la dulzura del paisaje se aprecia el esqueleto r¨ªgido que modela la sociedad brit¨¢nica. Muchos de los vecinos de los McCann, que comparten su dolor, no dudaron en inundar la web del diario local, Leicester Mercury, con comentarios insultantes hacia la pareja, acus¨¢ndoles de abandonar a sus hijos. Fue una avalancha tal, que el diario opt¨® por censurarlos en masa, y ahora criba todo lo que llega por correo antes de colgarlo en la web. Y hubo hasta alg¨²n compatriota que lleg¨® a enviar a Downing Street, la sede del primer ministro, un mensaje reclamando que se les procesase.
Kate y Gerry McCann respondieron a las cr¨ªticas admitiendo sus culpas. "Pero esos comentarios son muy dolorosos y ayudan bien poco", protest¨® ella. No han sido las ¨²nicas que han recibido en estos tres meses y medio de agon¨ªa. Su conducta hiperactiva, sus viajes al extranjero para dar publicidad al caso, su omnipresencia en la televisi¨®n y en los peri¨®dicos han causado estupor a mucha gente. ?Es compatible el dolor extremo de la desaparici¨®n de un hijo con el inevitable circo medi¨¢tico que les ha rodeado en cada una de sus apariciones p¨²blicas? "Es su manera de afrontar una situaci¨®n l¨ªmite", explica la compa?era de trabajo de Kate. "Otra alternativa es cruzarse de brazos mientras la polic¨ªa investiga. Pero Gerry es una persona activa, muy organizada; es f¨¢cil comprenderles". Adem¨¢s, todo apunta a que hace tiempo que la relaci¨®n de los McCann y los investigadores portugueses se ha deteriorado. S¨®lo hay que leer las notas venenosas que dedican a los polic¨ªas lusos los enviados especiales de los tabloides ingleses. Hasta el punto de que se ha ido creando una suerte de rivalidad nacional que ha tenido inesperadas consecuencias positivas para los McCann. Desde que la prensa y la polic¨ªa portuguesa han empezado a cuestionar su actitud o su coartada, los medios brit¨¢nicos se han unido en una defensa sin fisuras de sus compatriotas.
Todos han cerrado filas en apoyo de los padres, que contaban ya con una tupida red de solidaridad. Decenas de voluntarios de todo el mundo, especialmente en Escocia, Leicester, Irlanda y Liverpool, y varios asesores de prensa, que les orientan y asisten en sus contactos con los medios de comunicaci¨®n. "El caso Madeleine ha despertado tanta atenci¨®n que no damos abasto", explica la responsable del equipo, ocupada ¨²ltimamente en desmentir algunas informaciones de la prensa portuguesa. Por ejemplo, el alquiler por su nueva residencia, que asciende a 5.000 euros al mes, seg¨²n rotativos locales. "Los McCann viven modestamente. Hacen ellos la compra, la colada... se ocupan ellos mismos de sus hijos", dice la portavoz. "Es una familia muy tranquila, muy normal. Vienen de clases trabajadoras. Han luchado muy duro para llegar a ser m¨¦dicos, para llegar a donde est¨¢n", a?ade. Aunque es cierto que es mucho el dinero gastado hasta el momento. "Una campa?a como ¨¦sta es muy cara; el despliegue que se ha hecho es enorme", asegura la misma persona. Del dinero recaudado se han gastado ya unos 100.000 euros.
La espera ha resultado m¨¢s larga y penosa de lo que supon¨ªan. Las distintas l¨ªneas de investigaci¨®n se han ido desvaneciendo. S¨®lo permanece como sospechoso un brit¨¢nico, Robert Murat, de 33 a?os, que vive con su madre, Jennifer, de 71, en un chal¨¦ de Praia da Luz, muy cerca de donde Madeleine desapareci¨®. Se le interrog¨® varias veces, se registr¨® su casa y qued¨® libre. A¨²n se desconoce por qu¨¦ es sospechoso. Lo dem¨¢s han sido falsas alarmas o intentos de extorsi¨®n a los McCann, como el de una pareja detenida por la polic¨ªa espa?ola hace algo m¨¢s de un mes cerca de Algeciras.
El caso tiene a¨²n muchos cabos sueltos. Despu¨¦s de tres meses y medio manteniendo la hip¨®tesis del secuestro, la polic¨ªa ha cambiado de rumbo. "Al no obtener resultados, decidimos reorientar la investigaci¨®n", explica el inspector Olegario de Sousa. Por eso, hace unos d¨ªas se volvi¨® a examinar el apartamento de los McCann, esta vez con dos perros especialistas ingleses, una pareja de english springer spaniel, macho y hembra, entrenados para detectar el rastro de cad¨¢veres e incluso de huesos humanos. Los canes detectan vestigios de sangre invisible para el ojo humano que s¨®lo queda en evidencia con el uso de rayos ultravioletas. La investigaci¨®n da un vuelco y la sangre es llevada a un laboratorio de Birmingham para analizar el ADN. Pero la fiabilidad de la prueba no es muy alta. Estos animales pueden detectar la presencia de sangre derramada hasta siete a?os atr¨¢s. Un tiempo en el que los apartamentos del Ocean Club han visto entrar y salir miles de turistas. El jueves, todo apuntaba a que la sangre no pertenece a la peque?a Madeleine. Y ese mismo d¨ªa se detecta el primer desfallecimiento en la estrategia de resistencia de los McCann. Por primera vez en m¨¢s de 100 d¨ªas de espera, reconocen que empiezan a contemplar la posibilidad de regresar a casa con sus gemelos y con las manos vac¨ªas. "Es terrible pensar que salimos siendo una familia de cinco personas y regresaremos cuatro", comentaba Kate.
Para ella y para su marido ser¨¢ dif¨ªcil recuperar la antigua rutina, el jogging, las tareas dom¨¦sticas, el trabajo. "Aqu¨ª encontrar¨¢n todo el apoyo del mundo", dice Ruth, una vecina de Rothley que forma parte del comit¨¦ de apoyo de las iglesias cristianas, en el que se incluyen tambi¨¦n los que en su d¨ªa les criticaron ¨¢speramente por dejar a los ni?os solos. La guerra medi¨¢tica luso-brit¨¢nica les ha rehabilitado totalmente.
Entre la curiosidad y la solidaridad
EL APARTAMENTO del Ocean Club donde desapareci¨® la peque?a Madeleine se ha convertido en uno de los lugares m¨¢s tur¨ªsticos del Algarve. D¨ªa tras d¨ªa, una romer¨ªa de curiosos se acerca al lugar para hacerse fotos y preguntar a los periodistas las ¨²ltimas novedades de este caso que ha dado la vuelta al mundo. "Hemos venido por curiosidad, para ver el sitio donde ocurri¨® todo. Tambi¨¦n para ver si es tan f¨¢cil el acceso a la casa", explica Elsa Morao junto a la verja que daba acceso a la casa que ocupaban los McCann y de donde desapareci¨® la ni?a. "Hemos aprovechado que ven¨ªamos a ver a unos familiares a 80 kil¨®metros para visitar Praia da Luz", cuenta Carlos, su marido. "Adem¨¢s, la ni?a quer¨ªa venir", dice Elsa mientras se?ala a Laura, su hija de ocho a?os, que mira con ojos curiosos el despliegue de periodistas montado a las puertas del complejo de apartamentos. El caso Madeleine ha llegado a congregar en Praia da Luz a m¨¢s de 200 medios de comunicaci¨®n a la espera de conocer la suerte de la ni?a.
El viaje de Elsa y su familia no es extra?o. Margarida y Tiago viven en Par¨ªs y han viajado desde Tavira (a unos 140 kil¨®metros) para ver el lugar donde habitaban los McCann y de donde desapareci¨® la ni?a. "Ve¨ªamos el sitio en la televisi¨®n internacional portuguesa y quer¨ªamos conocerlo, verlo con nuestros propios ojos", dice Margarida.
Todo en Praia da Luz recuerda a Madeleine. El pueblo est¨¢ empapelado con carteles con su fotograf¨ªa; cada tienda, cada bar, restaurante o supermercado muestra la foto de la peque?a de cuatro a?os. "Querida Madeleine. Espero que est¨¦s bien. Te echamos de menos", escribe una jovencita griega en una tarjeta que alguien ha colgado en la puerta de la iglesia de Praia da Luz. Al lado, un dibujo muestra a una ni?a rubia sonriente: "Madeleine, te queremos", se puede leer.
Los visitantes tambi¨¦n elaboran teor¨ªas sobre qu¨¦ le ha podido suceder a la peque?a. "Yo creo que los padres son inocentes. Seguro que alguien se llev¨® a la ni?a", sostiene Laura Pinto, mientras que su amiga Mar¨ªa opina lo contrario: "Fue alguien de la familia, pero no va a llegar a saberse nunca. Si no se descubri¨® al principio, menos se sabr¨¢ tres meses despu¨¦s".
Cada uno saca sus propias conclusiones, pero todos parecen coincidir en un punto: ellos no habr¨ªan dejado a sus hijos solos para ir a cenar. "Yo no los dejo solos ni para comprar debajo de casa", critica una mujer portuguesa que veranea desde hace 12 a?os en Praia da Luz.
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