Audiencias
En un (como acostumbra) excelente art¨ªculo (Los caballos de Cal¨ªgula, 20 de julio), Soledad Gallego-D¨ªaz defend¨ªa recientemente en la secci¨®n de Espa?a de este peri¨®dico el sistema de audiencias parlamentarias p¨²blicas previo a la elecci¨®n de los miembros de los ¨®rganos institucionales colegiados que, de acuerdo con la ley, corresponde designar a las distintas c¨¢maras representativas. "Algunos ciudadanos dar¨ªamos nuestro voto por un hearing", comenzaba el art¨ªculo; que finalizaba recordando el pasaje en el que uno de los personajes de Camus reprocha a Cal¨ªgula su frivolidad en los nombramientos.
Aproximadamente esos mismos d¨ªas se desat¨® entre nosotros una ¨¢spera pol¨¦mica con motivo de unas declaraciones sobre el uso de la lengua gallega en la justicia y en la ense?anza efectuadas por el reci¨¦n elegido Valedor do Pobo. A ra¨ªz de esas declaraciones, y sin entrar a valorar su contenido, se produjo la llamativa circunstancia de que lo que un d¨ªa, el de su elecci¨®n, era apoyo un¨¢nime en el Parlamento de Galicia, se convert¨ªa al d¨ªa siguiente, a ra¨ªz de esas declaraciones y para algunos de quienes lo hab¨ªan apoyado, en reprobaci¨®n cuando no en peticiones de retracto e incluso de dimisi¨®n. El incidente pone de manifiesto, entre otras cosas, la importancia que en nuestra sociedad tienen los gabinetes de prensa en las instituciones p¨²blicas porque, adem¨¢s de contribuir a la tan necesaria divulgaci¨®n de sus actividades, tambi¨¦n sirven para evitarle l¨ªos a quienes transitoriamente ocupan su direcci¨®n. Pero sobre todo refuerza el argumento favorable a la instauraci¨®n de un sistema de hearings que, en este caso concreto, habr¨ªan evitado el trasacordo de quien un d¨ªa apoya y al d¨ªa siguiente, o¨ªdas las opiniones, exige rectificaciones o pide la dimisi¨®n.
El debate sobre los hearings se hace as¨ª, aqu¨ª y ahora, doblemente oportuno, si tenemos en cuenta que en nuestro debate estatutario una de los tres grupos parlamentarios de Galicia (el popular) propuso en ponencia la incorporaci¨®n de un sistema de audiencias previo a la designaci¨®n de los miembros de las "instituciones auxiliares de los poderes p¨²blicos gallegos de extracci¨®n parlamentaria". Esos poderes p¨²blicos eran, adem¨¢s del Valedor y de los conselleiros del Consello de Contas contemplados en el Estatuto de 1981, los miembros de las nuevas instituciones que el Estatuto reformado crear¨ªa de acuerdo con la propuesta del Partido Popular (Consello do Audiovisual de Galicia y Axencia Galega de Protecci¨®n de Datos). Una iniciativa que se apoyaba no s¨®lo en la necesidad de restringir la capacidad nominativa de los partidos pol¨ªticos para obligarlos a proponer candidatos adecuados tanto profesional como personalmente para ocupar los mencionados cargos; sino tambi¨¦n en la conveniencia de visualizar la dependencia parlamentaria de estas instituciones; de mejorar la transparencia en el acceso a cargos p¨²blicos tan relevantes; y de reforzar la independencia de quienes ocupan puestos cuya principal funci¨®n es defender los derechos y los intereses de todos y cada uno de los ciudadanos.
La propuesta, entonces, no fue bien recibida por los otros dos grupos parlamentarios, entre otros argumentos porque no exist¨ªan precedentes similares en los estatutos que estaban siendo o que hab¨ªan sido ya reformados. Pero ah¨ª sigue, en ese limbo circunstancial en el que se encuentra la reforma de nuestro Estatuto, como uno m¨¢s de los temas en los que hubo desacuerdo, pero que son susceptibles de ser retomados para el consenso en el d¨ªa en que el ¨¢nima estatutaria, purgada su pena, sea elevada a la gloria de su aprobaci¨®n. Una reforma, la de introducir en nuestro sistema pol¨ªtico auton¨®mico los hearings anglosajones, que adem¨¢s de evitarnos pol¨¦micas tan absurdas y perjudiciales para las instituciones como la surgida tras las primeras declaraciones del nuevo Valedor, contribuir¨ªa a que todos los que ocupan (como uno mismo y aunque no se sienta caballo, ni considere Cal¨ªgula a qui¨¦n lo promovi¨®) o lleguen a ocupar tales puestos institucionales se sintiesen m¨¢s respaldados pol¨ªtica y socialmente, y por tanto m¨¢s libres, en el desempe?o de su funci¨®n.
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