La novela inacabable sobre la muerte de Napole¨®n Bonaparte
Hubo una ¨¦poca en que todos los manicomios estaban llenos de personas que se cre¨ªan Napole¨®n. Eso es, al menos, lo que se deduc¨ªa de los chistes de 20 o 30 a?os atr¨¢s. ?Y c¨®mo era Napole¨®n? Bajito, nariz aguile?a, mech¨®n de pelo caracoleante sobre la frente, delgado, mano reposando sobre la barriga..., una buena parte de los rasgos can¨®nicos de Napole¨®n son extra¨ªdos de la m¨¢scara mortuoria del emperador, realizada por Antomarchi en la isla de Santa Helena, donde Napole¨®n muri¨® en el exilio.
Esa imagen de Napole¨®n, que ha inspirado decenas de retratos, pero tambi¨¦n a actores como Charles Boyer, Esm¨¦ Percy, Emile Drain, Rollo Lloyd, Juli¨¢n Berthau, Marlon Brando, Arnold Moss, Pierre Mondy, Herbert Lom, Eli Walch, Rod Steiger, Kenneth Haigh o Ian Holm, que han encarnado a Napole¨®n en decenas de pel¨ªculas.
Hasta ahora, se considera que el rostro oficial del emperador es el de la citada m¨¢scara mortuoria, que se expone en Par¨ªs, en el Museo del Ej¨¦rcito de Los Inv¨¢lidos. Pero, seg¨²n una pintura de 1815 realizada por Charles Locke Eastlake, el emperador franc¨¦s ten¨ªa una cicatriz en su mejilla izquierda, que tambi¨¦n aparece en una m¨¢scara que el Royal United Museum Service expuso en Londres entre 1947 y 1973 y que era, pues, distinta de la parisiense. Esa marca, sin embargo, no se ve en los retratos que David hizo de Napole¨®n en diversos momentos de su vida, todos ellos muy oficiales. ?Cu¨¢l es el retrato bueno? ?Cu¨¢l es la m¨¢scara buena? Seg¨²n el historiador Bruno Roy-Henry, no cabe la menor duda de que es la brit¨¢nica, hoy desaparecida tras haber reaparecido moment¨¢neamente para ser subastada en 2004.
En la hip¨®tesis del historiador, la m¨¢scara francesa es la de un sirviente de Napole¨®n que muri¨® en Santa Helena tres a?os antes que su se?or. Y ello remite a la vieja pol¨¦mica: el cad¨¢ver inhumado en 1821 en Santa Helena, ?era realmente el de Napole¨®n? La idea ha sido desarrollada luego por los novelistas, que presentan al aut¨¦ntico Napole¨®n volviendo a Francia, en secreto, cuando todos lo dan por muerto. Y ah¨ª empieza el embrollo: nadie le reconoce pero en los hospitales psiqui¨¢tricos muchos enfermos creen ser el hombre que conquist¨® m¨¢s de media Europa y que impuso el c¨®digo civil en Francia. Si ¨¦l, el Napole¨®n de verdad, no quiere acabar con la camisa de fuerza, lo mejor que puede hacer es renunciar a su identidad. Y eso es lo que hace Ian Holm en la ¨²ltima pel¨ªcula en la que Napole¨®n era protagonista, muriendo pl¨¢cidamente como un sencillo carpintero parisiense. "Sabemos que Napole¨®n era cabez¨®n, de mand¨ªbulas poderosas y braquic¨¦falo y nada de eso corresponde a la m¨¢scara francesa", dice el historiador. Sin duda, pero Napole¨®n, antes de engordar, cuando s¨®lo era un oficial aventurero, ten¨ªa la mand¨ªbula afilada, llevaba el pelo largo y al viento y su cabeza, su rostro, era triangular. Hay tambi¨¦n decenas de retratos que lo atestiguan.
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