Setenta a?os en busca de un esqueleto con reloj
La apertura de cuatro fosas de la Guerra Civil con casi 90 cuerpos en Lerma (Burgos) despierta la ilusi¨®n de decenas de familias
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"Creemos que esto no ha de durar ya mucho y por tanto enseguida seremos puestos en libertad", escribi¨® Juan Marcelino Maci¨¢ Garc¨ªa, guarda del patronato nacional de turismo de Aranda, en una carta a su familia el 24 de agosto de 1936. Muri¨® al d¨ªa siguiente, asesinado con otros 28 republicanos, entre ellos, el alcalde y cinco concejales de Aranda de Duero. Ayer, Susana, nieta de Juan Marcelino, observaba los botones de la chaqueta de su uniforme, grabados con el escudo del parador, enterrados a 70 cent¨ªmetros de profundidad entre los huesos de 29 personas que compart¨ªan 10,5 metros de largo por 1,30 de ancho, las medidas de la cuarta fosa que se abre en el monte de La Andaya, en Lerma (Burgos) en menos de un a?o. "Estamos muy ilusionados porque est¨¢ claro que es ¨¦l. Es una l¨¢stima que mi padre se lo est¨¦ perdiendo. Muri¨® hace seis a?os".
Han venido desde Madrid hasta Lerma para verlo con sus propios ojos. Alrededor de esta cuarta fosa, decenas de personas envidian su suerte, como Alejandro Abascal, de 90 a?os. O como Ampelio Ant¨®n, de 75, que lleva toda su vida buscando un esqueleto con un reloj, el de su padre. Ampelio ten¨ªa s¨®lo cuatro a?os y medio pero recuerda que lo llevaba cuando vinieron a buscarle. El a?o pasado, en una de las tres fosas que el equipo del forense Francisco Etxeberr¨ªa exhum¨® en La Andaya, apareci¨® un reloj: "Lo tuve en la mano, era precioso. Pens¨¦ de verdad que le hab¨ªa encontrado, pero todos los esqueletos est¨¢n ya adjudicados. No es ¨¦l. Tiene que estar en esta".
Ampelio ha llegado a esta nueva fosa con una sonrisa enorme porque hab¨ªa aparecido otro esqueleto con un reloj pero se va a casa incapaz de disimular su decepci¨®n. Etxeberria le explica que pertenece al mismo cuerpo que tiene los botones del uniforme, as¨ª que pertenece al guardia. Ampelio asegura que necesita "cerrar la herida" y olvidar. Afirma que recuerda perfectamente el d¨ªa que se llevaron a su padre -"los golpes en la puerta, los gritos de mi madre, los susurros y las blasfemias en casa de mi abuela"-, incluso algunos instantes anteriores -"los juegos amorosos de mis padres, el colegio con mis hermanas..."- y el d¨ªa siguiente a la desaparici¨®n: "Mi madre me visti¨® de luto. Ti?¨® uno por uno todos los topos blancos de una tela". Justo despu¨¦s, tiene un blanco. "Creo que pas¨¦ un a?o y medio sin darme cuenta de que yo segu¨ªa viviendo", afirma.
Mientras exhuman esta nueva fosa, el equipo de Etxeberria est¨¢ haciendo las pruebas de ADN de los 56 cuerpos hallados en las tres del a?o pasado. Han empezado por el grupo de una saca del 11 de septiembre de 1936, donde posiblemente est¨¦ el abuelo de Mariv¨ª Ramos, vecina de Villafruela. "Ya nos han tomado las muestras. Hemos pedido que empezaran por nosotros porque mi padre est¨¢ muy enfermo. Cuando era peque?o, le dijeron que hab¨ªa visto c¨®mo enterraban a su padre, mi abuelo, aqu¨ª, y desde entonces, iba todas las tardes a sentarse en la tierra y dejar unas flores. Para ¨¦l es muy importante encontrarlo, enterrarlo en el cementerio y escribir su nombre en alg¨²n sitio", cuenta Mariv¨ª.
Ampelio estuvo hace poco en el cementerio en un homenaje a los republicanos de la fosa de Villamayor de los Montes. "Siete personas no fueron a recoger a sus muertos. Yo eso no lo entiendo. Al final llev¨¦ uno yo. Ojal¨¢ hubiese sido mi padre", insiste. Convertidos en c¨®mplices, la mayor¨ªa se alegra cuando otra persona encuentra a su ser querido y sigue participando en exhumaciones una vez que ha dado con su familiar. Es lo que m¨¢s ha impresionado a Guillermo Fouce, miembro de Psic¨®logos sin Fronteras, que trabaj¨® en el 11-M o la tragedia de Besl¨¢n (Osetia, Rusia), y que desde hace dos a?os, acompa?a a los familiares en las exhumaciones. "Nunca veo odio, rencor o ira. No me cabe duda de que esto va de cerrar heridas, no de reabrirlas", afirma.
A las 19 horas, como un ritual, Etxeberr¨ªa resume el d¨ªa de trabajo sobre la fosa. Primero cuentan los cr¨¢neos: "?29!". Luego, los objetos encontrados: "casquillos y balas de pistola, uno de fusil, una cartera, un peine, varias cucharas, un reloj de pulsera, l¨¢pices...". Finalmente, las lesiones o defectos que han podido observar en los huesos, convertidas ahora en valios¨ªsimas pistas para la identificaci¨®n: una cojera, un braguero de una hernia inguinal...
"Para m¨ª, lo peor de todo es pensar que si mataron a 30, unos tuvieron que morir de primeros y otros de ¨²ltimos, es decir, que alguno vio morir a los dem¨¢s, y esper¨® su turno durante unos segundos", concluye Etxeberria.
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