Nostalgia de la reina rebelde
Un paseo por Palmira, la legendaria ciudad del desierto sirio
Un enclave que brill¨® bajo el reinado de Zenobia, a la que Miguel ?ngel imagin¨® en un c¨¦lebre dibujo. Sublevada contra el imperio, la leyenda dice que fue trasladada a Roma con cadenas de oro.
Si la experiencia del desierto es una experiencia colmada de luz, la del oasis -y m¨¢s a¨²n cuando se trata de uno tan hist¨®rico como ¨¦ste- produce en el viajero una experiencia parecida a la de la saturaci¨®n. All¨ª donde la vida queda negada alrededor, el oasis surge como una superconcentraci¨®n invertida de esa negaci¨®n. El oasis no nace contra el desierto, sino de ¨¦l, es la extensi¨®n precisa que da la pauta del desierto. A tres escasos kil¨®metros de la moderna ciudad de Tadmor (antiguo nombre, prerromano, de Palmira) se alzan las ruinas de esta ciudad que, como consecuencia de un terremoto alrededor del a?o 1000, permaneci¨® sumergida en las arenas del desierto hasta comienzos del siglo XX. La opulencia de Palmira en su ¨¦poca dorada es proverbial; su estrat¨¦gica ubicaci¨®n en el camino de Damasco a Mesopotamia hizo de ella el gran nudo articulador del comercio oriental. Las caravanas que ven¨ªan de India, China, Persia, Egipto y Fenicia ten¨ªan en Palmira parada obligada. Anexionada en el 106 al Imperio Romano, conoci¨® su auge euf¨®rico y tambi¨¦n su destrucci¨®n bajo el mandato de esa desconocida pero no menos fascinante segunda Cleopatra que fue la reina Zenobia, cuya ambici¨®n le hizo conquistar gran parte de los territorios del medio oriente, hasta su fracaso estrepitoso ante la misma Roma en el a?o 271, en el que la ciudad sucumbi¨® bajo las tropas de Aureliano.
La contemplaci¨®n de las ruinas ha producido siempre una peculiar fascinaci¨®n, s¨®lo explicable porque en ellas se contiene un gran secreto de la vida, de la tragedia que es vivir humanamente. Como explicaba Mar¨ªa Zambrano: "Por las ruinas se aparece ante nosotros la perspectiva del tiempo, de un tiempo concreto, vivido, que se prolonga hasta nosotros y a¨²n prosigue. Las ruinas nos ofrecen la imagen de nuestra secreta esperanza en un punto de identidad entre nuestra vida personal y la hist¨®rica". A Palmira, y ¨¦ste quiz¨¢ sea el error de apreciaci¨®n m¨¢s habitual cuando se habla de esta ciudad, no hay que ir a dejarse seducir por la imaginaci¨®n de lo que fue, sino a maravillarse ante esa realidad, mucho m¨¢s ambigua y sinuosa, de la ruina.
El templo de Bel
Cuando se entra en Palmira a trav¨¦s de la gran columnata de m¨¢s de un kil¨®metro coronada por un p¨®rtico deslumbrante y adornada por cari¨¢tides que compon¨ªa la gran arteria articuladora de la ciudad, se perciben por primera vez las dimensiones de la ciudad perdida. Tiempo de un pasado que lo sigue siendo, que se actualiza como pasado y que muestra, a la vez, un futuro que nunca fue. La ciudad trasciende a su propia ca¨ªda. Y el viajero camina sorprendido hasta encontrarse con la gran joya del templo de Bel (del babil¨®nico Baal, literalmente 'amo'). De templo dedicado a Bel, a iglesia en la ¨¦poca bizantina, fortaleza con los ¨¢rabes y mezquita con los mamelucos, el templo resisti¨® m¨¢s o menos inc¨®lume hasta el gran saqueo del siglo XV. Hoy es uno de los lugares m¨¢s impresionantes de la ciudad. La solemnidad de las tallas en la roca, la magnitud del patio interior, hasta el casi intacto pasillo que asciende hasta el altar del sacrificio. Entre todas las ruinas, la que m¨¢s conmueve es siempre la de un templo. "Todo templo", sigue Zambrano, "por grande que sea su belleza, tiene algo de intento frustrado, y cuando est¨¢ en ruinas parece ser m¨¢s perfecto, aut¨¦nticamente un templo: parece responder entonces adecuadamente a su funci¨®n. Un templo en ruinas es el templo perfecto y a la par la ruina perfecta". As¨ª el templo de Bel; sus columnas, desgastadas por la arena y el viento del desierto, hacen de ¨¦l un lugar tal vez m¨¢s sagrado de lo que lo fue en su esplendor porque se pone de manifiesto la supervivencia de lo que no pudo alcanzar en su edificaci¨®n; la realidad perenne de lo frustrado, la victoria del fracaso que nace del propio vivir humano.
Y, junto al templo, siguiendo la gran columnata, el anfiteatro. Extra?o, soberbio. Nada como las ruinas de los anfiteatros da la pauta de la arrogancia festiva de una ciudad. En el centro de la ciudad, en el coraz¨®n de la vida, junto a los restos del ¨¢gora, misteriosamente intacto. Si las ruinas de los templos son la manifestaci¨®n de lo sagrado, de aquello que sobrevive a su fracaso para nombrar, en su duraci¨®n, un m¨¢s all¨¢ del fracaso, las ruinas de los teatros, y m¨¢s a¨²n la de este enorme anfiteatro central de Palmira, son una duraci¨®n de la celebraci¨®n de la vida.
Misteriosa torre
Todas las ciudades tienen su color. El de Palmira, que s¨®lo se aprecia en toda su ambig¨¹edad en los amaneceres y atardeceres, es el de Siria; un azafranado suave en el amanecer, violento y marcado en las puestas de sol. Desde la fortaleza del siglo XVII de Qalaat Ibn Maan, en lo alto de la monta?a cercana, ba?adas de esa luz, las ruinas de Palmira adquieren toda su prestancia; desde el templo de Bel hasta el valle de las tumbas, situado al este, con su misteriosa torre de Elahbel.
En la contemplaci¨®n de las ruinas, del desierto sirio, el viajero tiene la sensaci¨®n de que el horizonte mismo se ha expandido, el¨¢stico, absorbido por el color. La ruina es ruina porque ha transcurrido ese tiempo, porque ha cruzado de parte a parte la historia, porque ha fracasado y no ha fracasado, purificada porque en ese transcurso ha asumido todo padecer y se ha conformado en imagen. La "reina del desierto" sigue ah¨ª, viva, como si tratara de asegurar que en esta extra?a confluencia del vivir y la historia del hombre, el acercamiento, a lo que quiera que sea, se hace de modo gradual y penoso, atravesando incluso lo contrario de aquello a lo que uno se aproxima.
Andr¨¦s Barba es coautor de La ceremonia del porno, premio Anagrama de Ensayo 2007
GU?A PR?CTICA
Viajes organizados- La ciudad de Palmira se encuentra a unos 210 kil¨®metros de Damasco, la capital de Siria.- Las mayoristas que ofrecen circuitos por Siria suelen incluir Palmira en sus recorridos. Catai (www.catai.es; en agencias), por ejemplo, ofrece un viaje de ocho d¨ªas, desde 1.017 euros (m¨¢s tasas de aeropuerto y visado), que pasa por Damasco, Palmira y Alepo. Dahab Travel (www.dahabtravel.es; en agencias) organiza un circuito similar de ocho d¨ªas (salidas hasta el 30 de septiembre), desde 965 (m¨¢s tasas). Politours (en agencias; www.politours.com), Nubia Tours (www.nubiatours.com; 902 02 18 08; en agencias) y Royal Vacaciones (www.royalvacaciones.com; en agencias) son otras mayoristas que ofrecen viajes a Siria que incluyen Palmira.Informaci¨®n- Web de informaci¨®n tur¨ªstica de Siria (www.visit-syria.com). Con links a touroperadores locales.- Ministerio de Turismo de Siria (www.syriatourism.org).- Oficina de turismo en Damasco (00 96 31 12 21 01 22).
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