El Fandi y sus mujeres
Se cerr¨® la feria con una tarde gafada y s¨®lo animada por el buen estilo de Torres Jerez y la legi¨®n de mujeres que sigue a El Fandi. Algo tiene este torero que enloquece a las mujeres de mediana y tercera edad. Y mira que es diestro de semblante serio, pero lo cierto es que los tendidos de sol se pueblan de f¨¦minas, y cuando la plaza ruge ante una fandinada, sobresalen los oles procedentes de gargantas femeninas.
Una legi¨®n de mujeres se desga?it¨® cuando El Fandi recibi¨® a su primero con una larga en el tercio y volvi¨® el griter¨ªo chill¨®n y ensordecedor cuando banderille¨® sin fortuna, o mientras demostraba en una largu¨ªsima, desordenada e insufrible faena que el noble toro merec¨ªa un mejor torero. Pero nada de eso importaba a su p¨²blico; las mujeres se divirtieron y pidieron la oreja a pesar de la falta de ideas de su ¨ªdolo. Pero as¨ª son las cosas: las mujeres se lo pasan bien con El Fandi toree o no toree. Y ayer no tore¨®. Banderille¨® con m¨¢s espectacularidad y acierto al cuarto, pero el toro se par¨®, y ah¨ª acab¨® todo.
Marca / El Fandi, Jerez, Talavante
Toros de Jos¨¦ Luis Marca, bien presentados, flojos, mansos y descastados. El Fandi: -aviso-, media, descabello -2? aviso- descabello (ovaci¨®n); bajonazo y tres descabellos (ovaci¨®n). Torres Jerez: tres pinchazos, descabello -aviso- cinco descabellos (silencio); dos pinchazos y estocada (oreja). Alejandro Talavante: seis pinchazos -aviso- pinchazo y estocada atravesada (silencio); cinco pinchazos -aviso- y descabello (pitos). El subalterno Antonio Navarro result¨® herido en el vientre al banderillear al quinto. Plaza de Almer¨ªa. 25 de agosto. ?ltima corrida de feria. Lleno
Quiz¨¢, tambi¨¦n, es que la tarde estaba gafada. El cielo, entoldado, amenazaba lluvia; hac¨ªa un viento infernal; los toros, mansos y descastados, fueron una birria, una lidia desordenada y, al final, todo se contagia.
Torres Jerez lo intent¨® en su primero con todas sus fuerzas, y desgran¨® destellos de su buen concepto torero. Destac¨® en algunos derechazos y dibuj¨® varios pases de pecho monumentales. Pero la tarde estaba... Tanto es as¨ª que mat¨® de pena. Mejor¨® sensiblemente en el quinto, el de m¨¢s recorrido. Calent¨® el ambiente toreando de rodillas con la mano derecha; y se lo pas¨® despu¨¦s, ya de pie, con gusto, templanza y largura por ese mismo lado en varias tandas ligadas y henchidas de torer¨ªa. Desgraciadamente, volvi¨® a matar mal.
Y Talavante no se salv¨® ni por el conjuro de su apoderado: instantes antes de salir su toro, ambos en el callej¨®n, el torero se balancea asido a la barrera, mientras su apoderado, detr¨¢s de ¨¦l, se frota las palmas de las manos a la altura de los hombros de su torero, da tres palmadas y susurra algo al o¨ªdo del matador. A pesar de todo, ante un toro descastado, Talavante se mostr¨® desganado, triste, desdibujado, y con pocas ideas con muleta y espada. Exprimi¨® la muy sosa embestida del sexto en una labor premiosa y aburrida, pero s¨ª voluntariosa. Al matar, un horror. Est¨¢ visto que el conjuro no surti¨® efecto.
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