Espa?a, Espa?a, Espa?a... desde la izquierda
Dec¨ªa el fundador de la Falange que Espa?a es una unidad de destino en lo universal. Exageraba. Pero no est¨¢ mal como met¨¢fora para orientar la navegaci¨®n en las procelosas aguas de la globalizaci¨®n. En este tiempo de cambios, cada naci¨®n necesita una br¨²jula para corregir rumbos con rapidez y un ancla para fortalecer sus identidades.
Espa?a fue pronto un Estado, pero s¨®lo muy tarde alcanz¨® la suficiente integraci¨®n para empezar a sentirse una naci¨®n. Culmin¨® a finales del siglo XIX, al t¨¦rmino de las guerras carlistas, cuando la burgues¨ªa industrial y comercial, precisamente vasca y catalana, apoy¨® la desaparici¨®n de los fueros y aranceles internos que imped¨ªan el desarrollo de "una naci¨®n, un mercado". Todav¨ªa hoy, uno de los m¨¢s viejos Estados europeos duda en presentarse como una naci¨®n de naciones, mientras aumenta su peso en el mundo. Cuarenta a?os de franquismo y demonizaci¨®n de rojos y separatistas, tampoco resolvieron su unidad. S¨®lo la libertad ha reforzado los intereses comunes: los a?os de mayor descentralizaci¨®n del poder han resultado los m¨¢s eficaces para reconstruir esa unidad de destino.
Que Espa?a es plural no es una invenci¨®n de la izquierda. Catalu?a y Euskadi muestran, elecci¨®n tras elecci¨®n, una realidad tozuda: la mitad aproximada de sus ciudadanos eligen opciones nacionalistas. M¨¢s aun: en otras seis comunidades el voto nacionalista o particularista ronda, desde 1980, el 20% de promedio: son Canarias, Galicia, Navarra, Baleares, Arag¨®n y Cantabria. M¨¢s de la mitad de Espa?a est¨¢ afectada por alguna singularidad. ?Hay alguien que imagine un futuro diferente?
Por eso, la soluci¨®n a los problemas de esta Espa?a, no se conjuga en t¨¦rminos de mayor¨ªas y, menos a¨²n, absolutas. Al contrario: se conjuga en t¨¦rminos de minor¨ªas, algo que todos somos en alguna circunstancia. Resulta dif¨ªcil que cualquier mayor¨ªa del 51% pueda imponer un estatus al resto, algo especialmente v¨¢lido para el Pa¨ªs Vasco y Catalu?a. Ning¨²n nacionalismo, tampoco el espa?ol, puede salir victorioso sin provocar la quiebra social o la destrucci¨®n mutua. La capacidad para el acuerdo es determinante. Pensar desde las minor¨ªas es la mejor forma de crear unidad.
El espa?olismo del PP alimenta los nacionalismos contrarios. Su reafirmaci¨®n de una Navarra espa?ola ha provocado la subida espectacular de Nafarroa Bai; sus ataques a Esquerra Republicana de Catalunya coloc¨® en 2003 a esta formaci¨®n en cotas nunca alcanzadas; su pol¨ªtica de frente constitucionalista, provoc¨® en 2001 el mejor resultado hist¨®rico del PNV. No se hace patria con boicots a los productos de Catalu?a, haya o no un Gobierno de izquierdas, intente o no una OPA una empresa catalana como Gas Natural.
Son meras excusas. A este PP no parece importarle echar gasolina al fuego con tal de conseguir parcelas de poder. Progresivamente, se incapacita para ilusionar a la otra Espa?a: su d¨¦bil posici¨®n en el Pa¨ªs Vasco, 15%, y casi irrelevante en Catalu?a, 10%, le inhabilita como instrumento de cohesi¨®n. Su hegemon¨ªa en el Madrid de "todos Losantos" parece compensarles. Desde el liberalismo integrista de Esperanza Aguirre simulan construir un centro que simbolice "la suma de todos", un buen eslogan que destrozan con su pulso sectario.
Ocupar un papel central en cada territorio es infinitamente mejor que ser centralista, pero corresponde a la izquierda demostrarlo tomando la iniciativa y hablando claro de los problemas reales. El acierto general que ha supuesto la Espa?a de las autonom¨ªas, construida sin un dise?o previo, no impide que aniden din¨¢micas perversas en la distribuci¨®n del poder. Ninguna prudencia debe impedir denunciar los problemas.
Mas autonom¨ªa territorial no siempre significa necesariamente mayor calidad democr¨¢tica. Las ¨¦lites locales prefieren alimentar victimismos y d¨¦ficit hist¨®ricos antes que subir impuestos. Su dominio sobre las cajas de ahorro y las televisiones auton¨®micas y locales -con Telemadrid y Onda C¨¢diz, ambas gobernadas por PP, como paradigma sectario- completan una concentraci¨®n de poder pol¨ªtico, econ¨®mico y medi¨¢tico, inexistente en el nivel central. Ello proporciona a los gobernantes locales un fuerte blindaje que se refleja tambi¨¦n en la falta de alternancia pol¨ªtica: nueve autonom¨ªas cumplen m¨¢s de 20 a?os de gobierno ininterrumpido del mismo partido. Son s¨ªntomas de una situaci¨®n insana que nos avisa de que el Estado no se aligera, s¨®lo se traslada a niveles inferiores, all¨ª donde las ideolog¨ªas liberales del reparto de poder pierden vigencia.
Son tambi¨¦n vicios t¨ªpicos de una transici¨®n inconclusa cuya soluci¨®n pasa por perfeccionar la libertad y el Estado. Hay que concluir el traspaso de competencias territoriales sin ser cicatero, pero condicion¨¢ndolas legalmente a la colaboraci¨®n con el resto de autonom¨ªas. A m¨¢s competencias m¨¢s colaboraci¨®n. Federar, es decir, unir, pasa a ser el lema.
Convertir el Senado en C¨¢mara territorial es el camino imprescindible y urgente para renovar la idea de Espa?a como unidad de voluntades y el instrumento para reforzar la cooperaci¨®n en la soluci¨®n de los problemas. Las Conferencias de Presidentes auton¨®micos y las sectoriales sobre sanidad, agua, agricultura o educaci¨®n, son el medio para fortalecer la colaboraci¨®n, hoy debilitada. El boicot del PP actual a estas iniciativas es la expresi¨®n de que su patriotismo es inferior a su ansia de poder.
No hay que retornar hacia atr¨¢s, hay que seguir adelante perfeccionando los mecanismos que garanticen la suficiente unidad de acci¨®n. Garantizados derechos y oportunidades, es positivo reconocer asimetr¨ªas porque las hay de todos los colores, no s¨®lo identitarias. Un ejemplo: Madrid y Catalu?a, como motores de Espa?a, tienen la com¨²n obligaci¨®n de estar a la altura de las regiones avanzadas europeas. Favorecer todos los dinamismos, est¨¦n donde est¨¦n, sin penalizarlos con d¨¦ficit de infraestructuras como los manifestados en Catalu?a, es esencial. Solidaridad y riqueza deben crecer juntas.
Legitimar las autonom¨ªas supone tambi¨¦n fortalecer la l¨®gica federal en los partidos y la institucionalizaci¨®n de los conflictos: la descalificaci¨®n sufrida este verano por el PSN en Navarra es un golpe no suficientemente explicado ni f¨¢cilmente asumible. El discurso territorial debe ser m¨¢s consistente para no tener que bascular entre la "ingenuidad democr¨¢tica" -se har¨¢ lo que quiera Navarra y el PSN o Catalu?a y el PSC- y los comportamientos burocr¨¢ticos y disciplinarios. Si la izquierda quiere contribuir al progreso debe saber combinar inteligencia y lealtad para fortalecer la cooperaci¨®n desde las singularidades plurales. Y superar sus residuos conservadores.
Hacer m¨¢s grande la Espa?a real significa no dejarse enrocar en el patriotismo "de charanga y pandereta" del PP, siempre coqueto con los hist¨®ricos reflejos centralistas y autoritarios. Al contrario, hay que desarrollar la m¨¢xima pedagog¨ªa para saber derrotarlos. La experiencia demuestra que s¨®lo as¨ª es posible incorporar a esta derecha a la mejor l¨®gica democr¨¢tica. Por el bien de Espa?a y su unidad de destino en lo universal.
Ignacio Muro Benayas, economista, es secretario de la Asociaci¨®n Informaci¨®n y Conocimiento.
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