Liverpool y la mina de los Beatles
Los veteranos de los a?os sesenta respiran hondo cuando el avi¨®n aterriza en el John Lennon Airport: por lo menos, piensan, aqu¨ª hay una se?al palpable de que las turbulencias de la D¨¦cada Prodigiosa produjeron cambios.
La realidad recorta las fantas¨ªas: el de Liverpool es otro aeropuerto provincial m¨¢s, aunque las paredes muestren algunas letras del desaparecido beatle y haya una estatua de bronce ante la que se arremolinan los turistas. El aeropuerto tiene como lema un verso lennoniano muy obvio: "Sobre nosotros, s¨®lo el cielo".
Un asombrado polic¨ªa especula con que haya sido una ceremonia de iniciaci¨®n 'gansta'
Cambian las caras y la conversaci¨®n deriva hacia el 'spanish Liverpool', que entrena Ben¨ªtez
Supongo que duele ver la ciudad de uno convertida en un parque tem¨¢tico que crece cada d¨ªa
Entre los cientos de actuaciones hay algunas que ofrecen un gui?o a los enterados
La ciudad deber¨ªa estar jubilosa. Est¨¢ celebrando su Semana Beatles, que atrae a miles de fans (y docenas de bandas de todo el mundo, expertas en tocar el repertorio sagrado). El martes se conmemoran los 800 a?os del reconocimiento de la ciudad, por concesi¨®n del rey Juan. Adem¨¢s, en 2008 ejerce de Capital Europea de la Cultura. Sin embargo, hoy abundan las caras largas. El pasado mi¨¦rcoles, Rhys Jones fue tiroteado en Croxteth Park, un barrio pl¨¢cido del norte de la ciudad. T¨¦cnicamente, aquello aparentaba ser una ejecuci¨®n, otro episodio m¨¢s de las guerras entre bandas juveniles. Pero Rhys ten¨ªa 11 a?os y su ¨²nico inter¨¦s era el f¨²tbol. Su encapuchado asesino parec¨ªa ser un poco mayor, pero los testigos hablan de su extraordinaria frialdad al disparar tres veces y de la tranquilidad con que se march¨®, pedaleando sobre una bicicleta. Pudo ser, especulaba un asombrado polic¨ªa, que se tratara de una criminal ceremonia de iniciaci¨®n en el mundo gansta, para lo que se escogi¨® por casualidad al desdichado Rhys.
Para los liverpulianos, la terrible sensaci¨®n del d¨¦j¨¤ vu: un crimen horrible, que parece manchar a toda la ciudad. Igual que en 1993, cuando dos ni?os de diez a?os acabaron cruelmente con la vida de un cr¨ªo de dos, Jamie Bulger. Entonces, acababan de superar la peor d¨¦cada de su historia. A finales de 1980, alguien mataba en Nueva York al m¨¢s famoso hijo de la ciudad, John Lennon. En 1981, explosion¨® el barrio de Toxteth, en unos disturbios de origen racial que adquirieron una violencia inusitada: la polic¨ªa utiliz¨®, por primera vez en Inglaterra, las armas antidisturbios reservadas para Irlanda del Norte.
Las masacres futbol¨ªsticas de Heysel (1985) y Hillsborough (1989) tuvieron como actores y v¨ªctimas a los hinchas del Liverpool FC. No fueron ellos ni los ¨²nicos ni los principales responsables, pero identificaron a la ciudad con el horror de las masas incontrolables. Tragedias que ven¨ªan a confirmar las peores visiones de Liverpool, convertida por cierta prensa londinense en la verg¨¹enza del Reino Unido. En 1983, el Ayuntamiento pas¨® a manos del Partido Laborista, all¨ª dominado por Tendencia Militante, un grup¨²sculo trotskista. En la Arcadia de Margaret Thatcher, "todos podemos ser ricos"; aquello era una ofensa. Se desat¨® una intensa campa?a de descalificaciones. Liverpool, dec¨ªan algunos peri¨®dicos capitalinos, era un nido de holgazanes y delincuentes. Los scouses, como se conoce coloquialmente a los vecinos de esta ciudad, eran incapaces de enfrentarse a los a?os de vacas flacas: se negaban a reconocer la necrosis de su tejido industrial y el fin de su preeminencia en el comercio mar¨ªtimo. Aunque los laboristas expulsaron finalmente a la Tendencia Militante, se siguieron difundiendo los peores estereotipos sobre las gentes del Merseyside.
De aquellos tiempos airados queda un poso de desconfianza ante los periodistas de fuera: est¨¢n convencidos de que los media s¨®lo se ocupan de Liverpool para resaltar lo negativo. As¨ª que hoy, con el caso de Rhys Jones, no es un buen d¨ªa para que alguien venga haciendo preguntas. La hostilidad en el pub s¨®lo se disipa cuando oyen que el periodista es espa?ol. Cambian las caras y la conversaci¨®n deriva hacia el spanish Liverpool, el equipo local que dirige Rafa Ben¨ªtez y que incluye entre sus filas a Xabi Alonso, Arbeloa, Pepe Reina y Fernando Torres.
El ex jugador del Atl¨¦tico de Madrid tiene embelesada a la afici¨®n: su imagen ocupa las portadas de las dos publicaciones dedicadas al Liverpool, The Kop y LFC. Se discute si realmente vale los 27 millones de libras esterlinas que ha costado su fichaje, se valora si tiene voluntad para adecuarse al juego brutal de la Premier League, se explica su sentido de la "verticalidad" (en espa?ol).
Peter, un hincha risue?o, se ofrece a acompa?arme hasta el restaurante favorito de los jugadores hispanos: "Torres come all¨ª muchos d¨ªas". Se trata de La Vi?a, en North John Street, pero cuando llegamos no hay rastro de El Ni?o o sus compa?eros. Sin confesar el pecado mortal -que mi inter¨¦s por el f¨²tbol es m¨¢s bien escaso-, logro escapar hacia la cercana Matthew Street. Es el callej¨®n en que se manifest¨® el Merseybeat, movimiento musical que tuvo a los Beatles como rompehielos. Varios negocios llevan ahora el nombre de The Cavern, el club donde se forjaron aquellos conjuntos de los primeros sesenta. Estos d¨ªas rebosa de visitantes, dispuestos a fotografiarse con los grupos actuales que pasean exhibiendo diversos looks extra¨ªdos de portadas de los Beatles. Exclamaciones de deleite al saber que los que llevan casacas tipo Sgt. Pepper son rusos, y los que prefieren el uniforme negro con corbata han venido desde Monterrey.
Intento conectar con Allan Williams, que ha quedado inmortalizado como "el hombre que prescindi¨® de los Beatles". Para la historia ha quedado que rompi¨® con el cuarteto y asegur¨® a Lennon que "nunca llegar¨¦is a nada sin mi ayuda". Pero ellos ya hab¨ªan negociado con su segundo representante, Brian Epstein, que promet¨ªa presentarles ante la industria discogr¨¢fica londinense (Williams se conformaba con llevarles a Hamburgo). Como ocurre con Pete Best, el primer baterista del grupo, ha convertido su desdicha en una profesi¨®n: viaja constantemente a convenciones donde embellece sus recuerdos y firma aut¨®grafos. Williams, de 75 a?os, hoy se muestra afable, pero lamenta no tener tiempo para la prensa: "Me han contratado unos americanos para que les ense?e la ciudad".
A estas alturas, sorprende encontrarse aqu¨ª con reticencias respecto de su grupo m¨¢s ilustre. El peri¨®dico local, The Echo, publica una serie sobre "las 100 cosas que hacen grande a Liverpool". En el n¨²mero 2 est¨¢n los Beatles (el primer puesto est¨¢ reservado para los liverpulianos, por su "testarudez e inventiva"), pero el autor de la lista, el historiador Ken Pye, confiesa que quiso dejarlos fuera. Le hicieron rectificar, pero refunfu?a que "los Beatles eclipsan otras cosas realmente grandes de la ciudad". Indago al respecto y vuelvo a escuchar las quejas a?ejas: se marcharon a Londres en cuanto tuvieron la oportunidad y no volvimos a verles el pelo. Prefieren olvidar que Paul McCartney mantiene lazos con la ciudad -ah¨ª est¨¢ su Liverpool Oratorio- y que su patrocinio ha hecho posible el LIPA, el Liverpool Institute for the Performing Arts, como la escuela de Fama pero con los pies en la tierra.
Los que hablan as¨ª son gente muy adulta. Los m¨¢s j¨®venes hacen un gesto de hast¨ªo cuando se les saca el tema. Es comprensible su hartazgo, si trabajan en la industria tur¨ªstica o viven cerca de uno de los abundantes lugares beatle: se ven sometidos a un bombardeo diario de canciones de los Beatles, aparte de los patosos que insisten en preguntar por Abbey Road, el estudio londinense. Duele, supongo, ver la ciudad de uno convertida en un parque tem¨¢tico, que crece cada d¨ªa: se est¨¢ habilitando un gran hotel para fans, el Hard Day's Night Hotel, que promete una inmersi¨®n total en su mundo desde que se traspasen las puertas.
Una cara conocida: Gonzalo Garc¨ªapelayo, antiguo productor y ahora profesional del juego, acude por primera vez a la Semana Beatles. Quiere escuchar su m¨²sica en directo: "Espero encontrar grupos tan buenos como los sevillanos Escarabajos. Hace unas semanas, en Madrid, me emocionaron al tocar perfectamente Sgt. Pepper. Es una oportunidad para escuchar lo que los Beatles no pudieron tocar en directo. No quiero o¨ªr versiones creativas, al estilo de lo de Ray Charles con Yesterday, que me parece detestable".
La programaci¨®n del Matthew Street Festival, que coincide con la Semana Beatles, tiene mucho de fest¨ªn retro. Entre los centenares de actuaciones en los clubes locales abundan los nombres que ofrecen un gui?o a los enterados: The Cheatles, Rain, The Yellow Submorons, Blue Meanies, Instant Karma, The Parlophones, Band on the Run, ReMcCartney. La demanda de suced¨¢neos no se para en los Beatles. Estos d¨ªas, en Liverpool tambi¨¦n se anuncia a Dios Salve a la Reina, argentinos que imitan a Queen, o a una vocalista que recrea el repertorio de la gran Patsy Cline. Algunos liverpulianos empiezan a sospechar que viven en un mundo paralelo donde nada es verdad.
Tal vez eso explique el cinismo que rodea a la programaci¨®n de la Capital Europea de 2008. Phil Redman, creador de la serie televisiva Brookside (que transcurre en Liverpool y alrededores), ya ha dado la se?al de alarma: denuncia la inoperancia del Consejo Asesor, al que ¨¦l mismo pertenece. Para 2008, tambi¨¦n debe haber concluido Liverpool One, la reconversi¨®n del centro de la ciudad en una meca del comercio y el ocio. Ahora mismo, las obras dificultan el callejeo. Uno de los atractivos de Liverpool es precisamente el disfrute de su arquitectura, que sobrevivi¨® a los feroces ataques de la Luftwaffe.
De momento, Liverpool promete m¨¢s de lo que ofrece. La Royal Philharmonic Orchestra presume de desarrollar conciertos en Second Life, ese mundo virtual, pero en el cogollo de la ciudad s¨®lo hay un cibercaf¨¦; cierra a las seis de la tarde, al estar dentro de una galer¨ªa comercial. Tambi¨¦n es cierto que el centro urbano luce desolado cuando cae la tarde. Con el hiriente graznido de las gaviotas, que han aprendido a rasgar las bolsas de basura, esas calles vac¨ªas parecen el escenario de una pel¨ªcula de Hitchcock. La ¨²nica concesi¨®n al cosmopolitismo en horarios es risible: un d¨ªa a la semana, las tiendas cierran a las ocho de la tarde en vez de a las cinco.
?ste es un lugar en el que la presencia de un McDonald's abierto de noche parece simbolizar la modernidad. Hacia all¨ª acuden los turistas y los j¨®venes nativos.
Fieles a su ciudad, las chicas de Liverpool intentan disculpar la escasa animaci¨®n nocturna. "Es que hoy se celebra Creamfields, el festival de m¨²sica electr¨®nica, en las afueras". Isabella, de 28 a?os, suspira por su inspiraci¨®n, Cream, la discoteca que durante unos a?os fue un im¨¢n para los iluminados por el acid house en el norte de Inglaterra; "hasta ven¨ªan autobuses de Londres". Cream se cerr¨® y Creamfields ahora es una franquicia, que incluso tiene una edici¨®n espa?ola.
?Y c¨®mo no est¨¢n ellas all¨ª? "Buff, Creamfields es muy caro. Adem¨¢s, con el asesinato del chaval, va a haber mucha presencia policial; no promete ser muy divertido". Como si nos escucharan, aparecen los uniformados, conduciendo una furgoneta amarilla con c¨¢maras de v¨ªdeo en el techo. Su objetivo parecen ser unos mendigos, pero llevan chalecos antibalas. Visto el ambiente, es preferible volverse hacia Matthew Street y sus certezas nost¨¢lgicas.
![Escultura que representa a John Lennon, en Liverpool.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/MHWZ75W4VW6XFTYN4UOCEMDRMU.jpg?auth=71f29151184b2c4373c966557f12dac52847904a8da2c646cebaae112c67e722&width=414)
RUTA DE VIAJE Submarino y minib¨²s
Un minucioso libro rastrea las huellas del mayor grupo de la historia del rock: The Beatles Liverpool, de Ron Jones. Su autor arremete contra la ignorancia de los buenos burgueses de Liverpool, que arrasaron el Cavern original con la justificaci¨®n de que el metro necesitaba precisamente all¨ª un respiradero (que nunca se lleg¨® a construir). El actual Cavern Club no ocupa exactamente el antiguo espacio, aunque s¨ª se puede beber alcohol, algo prohibido en tiempos de los Beatles.
Ahora, los liverpulianos no se cortan a la hora de inventarse negocios beatles, como el grotesco autob¨²s amarillo que pretende ser el yellow submarine con ruedas. Es preferible el a?ejo autob¨²s que hace el recorrido bautizado como Magical Mistery Tour. Los gu¨ªas son educados, evitan el impenetrable acento scouse y tienen buenas historias. Como aquel d¨ªa que Chris Martin (Coldplay) invit¨® por sorpresa a su novia, Gwyneth Paltrow, a una "gira m¨¢gica y misteriosa" por el Liverpool musical, su regalo del D¨ªa de los Enamorados.
Una opci¨®n m¨¢s intimista es el minib¨²s que lleva hasta las casas de John y Paul, permitiendo entrar en las habitaciones en que vivieron y crearon sus canciones primerizas. Se escuchan las voces de sus familiares, recordando los d¨ªas anteriores al ¨¦xito de Love me do. La m¨¢s ambiciosa atracci¨®n de la ciudad es The Beatles' story, en Albert Dock, el antiguo muelle comercial: una reconstrucci¨®n de diferentes espacios relacionados con el grupo, desde la tienda en que compraban sus instrumentos hasta el sal¨®n en el que Lennon tocaba su piano blanco. Su hermanastra, Julia Baird, explica lo que estamos viendo mediante auriculares.
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