Jos¨¦ Ram¨®n de la Morena. Pegado a'El larguero'
"Hincha, t¨² eres el mejor escuchando el transistor" es el himno de De la Morena desde hace dieciocho a?os, cuando invent¨® uno de los programas m¨¢s escuchados de la radio espa?ola, en la SER, un magac¨ªn de deportes donde reina el humor y otra forma diferente de hacer periodismo.
Est¨¢ a punto de cumplir 50 a?os y a¨²n parece aquel mocet¨®n inocente que entrevist¨® al futbolista Benito cuando ten¨ªa 10 a?os. Hace, pues, 40 a?os que Jos¨¦ Ram¨®n de la Morena, periodista nacido en Brunete (Madrid), enamorado de este pueblo, de su viento y de sus calles, ejerce la costumbre, la pasi¨®n y la obligaci¨®n de preguntar. Cuarenta a?os preguntando. Lleva 20 en la SER, m¨¢s de 18 en El larguero, de su invenci¨®n, pero empez¨® cuando ten¨ªa pantal¨®n corto y alguien le facilit¨® una conversaci¨®n con Benito, del Real Madrid. Toda una vida preguntando. Trajo al f¨²tbol sentido del humor, en una ¨¦poca en que parec¨ªa que el mundo se acababa cada vez que hab¨ªa una crisis en un equipo, y ha contado el deporte -el ciclismo, el f¨²tbol, el baloncesto, el automovilismo...- desde el punto de vista del espectador, y con la presencia de los protagonistas. Pregunta, a pesar de los a?os, como si estuviera empezando, y cuando lo hace da la impresi¨®n de que quisiera ayudar al otro a encontrar el tono m¨¢s simple posible para dar las respuestas. Ha sido, y es, un vicario entre lo que sucede y el hincha, y para eso trajo al primer plano una sinton¨ªa ("Hincha, t¨² eres el mejor escuchando el transistor") que al principio no parec¨ªa convencer a sus primitivos jefes, pero que luego ya se hizo consustancial con su programa y con su manera de trabajar. Para realizar todo lo que ha hecho, muchas veces ha ido "a trescientos por hora"; ahora quiere ir m¨¢s pausado, porque se lo manda la vida, pero a veces se acelera igual. "Menos mal que tengo algunos ¨¢ngeles de la guarda; y el primero, Augusto Delk¨¢der [su jefe m¨¢ximo en la SER]; gracias a ¨¦l he salido de muchos tortazos y no me he dado otros tantos". Hablamos en Brunete, c¨®mo no, ante los descampados que ¨¦l hollaba de chico y que ahora siguen siendo su geograf¨ªa, f¨ªsica y humana. Nos acompa?a Javi, su hijo, que a veces quiere ser periodista y otras veces opta por el sue?o de ser maquinista. Nos sentamos en un banco de madera; de vez en cuando pasan vecinos que le llaman Ram¨®n desde ni?o, y que le han visto crecer como el h¨¦roe del pueblo; cada persona que surge en la conversaci¨®n tiene para ¨¦l una historia. Si un d¨ªa tuviera que hacer un libro (y ha hecho varios, el de mayor ¨¦xito se titulaba Los silencios del larguero, sobre su programa de radio) acerca de los personajes de Brunete, tendr¨ªa que emborronar varios tomos. Habla como en sus entrevistas, como si estuviera interrog¨¢ndose a s¨ª mismo. La infancia le lleva por mil recovecos de la memoria, pero en todos ellos est¨¢ estampada su vocaci¨®n, la que ejerce ahora con el sentimiento de que la est¨¢ empezando. Quien le ha visto preparar sus programas, minuciosamente, casi como un orfebre, sabe que eso de que siempre est¨¢ empezando que ¨¦l dice no es t¨®pico ni es una falsa modestia: se toma con tanta pasi¨®n como esmero los guiones de cada noche, de modo que ahora que descansa antes de que empiece la temporada debe pensar que esta hora en que hablamos, las ocho de la tarde de un d¨ªa cualquiera, en Brunete, es un momento de oro, pues a esta misma hora estar¨ªa afan¨¢ndose sobre el papel, escribiendo a mano lo que luego ser¨¢ el programa m¨¢s escuchado de la radiodifusi¨®n espa?ola.
"Ten¨ªa 10 a?os y logr¨¦ hacerle una entrevista a Benito, que era defensa del Madrid. Llevaba las preguntas muy preparaditas"
"Nunca he querido que el oyente conociera mis penas. Intento darle lo mejor del d¨ªa. Creo que debo ser un poco su analg¨¦sico"
En este momento, pues, no est¨¢ trabajando, y cuando no trabaja, ya lo har¨¢, Brunete est¨¢ en primer plano. Por este pueblo, tan asociado a los peores momentos de la Guerra Civil, comenzamos a hablar.
?Y qu¨¦ es para usted Brunete?
Brunete es el escenario de mi vida. Ahora es un poco mi pueblo dormitorio porque trabajo entregado a la radio y no aparezco por aqu¨ª hasta las tres de la madrugada... Pero los viernes y los s¨¢bados sigue siendo mi escenario natural. La historia de mi vida comienza aqu¨ª; luego estuve en un internado de los Escolapios. As¨ª que esto era un para¨ªso y el internado era el infierno.
?Qu¨¦ le hizo a usted el internado?
He visto all¨ª cosas muy duras, pero afortunadamente sal¨ª indemne. Me hizo fuerte, me hizo hombre, quiz¨¢ antes de tiempo. Entr¨¦ a los nueve a?os, imag¨ªnate. Y sal¨ª a los diecisiete. Me dej¨® algunos vicios, evidentemente. Me hizo desconfiado. Me cur¨® de espanto. Me dio una fe que luego perd¨ª. Bueno, no s¨¦ si la perd¨ª del todo. Tambi¨¦n conoc¨ª a buena gente, con aut¨¦ntica vocaci¨®n, pero tambi¨¦n conoc¨ª a curas que hac¨ªan polvo a los chavales. Del mismo modo que conoc¨ª a curas fabulosos.
Pero sali¨® indemne.
S¨ª, eso es lo fundamental. Vi a chavales que salieron muy tocados. Conoc¨ª a ni?os de 12 o 13 a?os que fueron expulsados del colegio bajo la grave acusaci¨®n de haberse masturbado. Y eso deja un complejo brutal, porque adem¨¢s les se?alaban p¨²blicamente ante toda la clase. Y adem¨¢s, los curas argumentaban las sospechas se?alando que hab¨ªan encontrado determinadas revistas debajo del colch¨®n. Era tan cruel... Pero a m¨ª no me dejaron secuelas, o al menos yo no me las reconozco.
Ah¨ª debi¨® de fraguarse su vocaci¨®n de periodista.
Qu¨¦ va. Ven¨ªa de antes. Lo m¨ªo fue una cosa muy extra?a. Con la edad de Javier [su hijo], yo ya quer¨ªa ser periodista. Mis amigos de aqu¨ª quer¨ªan ser todos futbolistas, menos Paco, que quer¨ªa ser torero. Como futbolista, yo era horrible, pero me volv¨ªa loco hacer cr¨®nicas. Las escrib¨ªa y las colgaba en el bar de mi amigo Javi. En el internado particip¨¦ en una revista que se llamaba Nosotros y Nuestras Cosas. Y consegu¨ª hacerle una entrevista a Benito, defensa entonces del Real Madrid. Yo ten¨ªa un amigo, Juli¨¢n S¨¢nchez Casas, que ser¨ªa alcalde del PSOE en Puente del Arzobispo, que era del mismo pueblo que Benito, y ¨¦l fue quien me consigui¨® que le entrevistara. Ah¨ª empez¨® todo.
De la Morena entrevistando.
Ten¨ªa 10 a?os, pon t¨² que 11. Era mi sue?o. Y fuimos a un partido Real Madrid-Elche, en el Bernab¨¦u. Y despu¨¦s le hicimos la entrevista a Benito en su casa. Qu¨¦ nervios, qu¨¦ miedo, si funciona o no el magnetof¨®n.
?C¨®mo fue?
Quedamos para despu¨¦s del partido. Hab¨ªan empatado a uno. Fuimos a su casa de Madrid, sali¨® Benito con un jersey de cuello alto, de color rojo, oliendo a reci¨¦n duchado y perfumado. Era un piso bien de la calle de Orense. Me impresion¨® todo, las fotos que hab¨ªa a la entrada: de Benito con la selecci¨®n, del equipo, ¨¦l con gente de todas partes... Sali¨® su mujer y se qued¨® un rato. Y luego le hicimos la entrevista para la revista del colegio.
?Y recuerda qu¨¦ le pregunt¨®?
Llevaba las preguntas muy preparaditas. A esa edad, seguro que se me escapar¨ªan muchas cosas, pero bueno... Esa revista, Nosotros y Nuestras Cosas, la mont¨¦ luego en Brunete, pero fue otra historia. Se nos ocurri¨® escribir un art¨ªculo sobre el marxismo, disparates de nuestros tiempos. Yo era un estudiante de derecho y periodismo, ten¨ªa 17 a?os, estaba lanzad¨ªsimo. Pero para aqu¨ª, para Brunete, eso se tom¨® como algo muy fuerte, ?sacar una revista que hablara de pol¨ªtica! La vend¨ªamos a 25 pesetas y sac¨¢bamos para la tinta y para el papel. Hac¨ªamos fotocopias, y hab¨ªa una empresa que nos ayudaba. ?Y se arm¨® una en el pueblo...! A mi padre, que era secretario del Ayuntamiento, se lo com¨ªan vivo. Dijeron, para intimidarnos, que la revista estaba sin legalizar, porque no ten¨ªa dep¨®sito legal. En la Facultad me explicaron c¨®mo se hac¨ªa eso, y en la comida le dije a mi padre que ya estaba haciendo los tr¨¢mites para legalizarla, que me los estaba haciendo un catedr¨¢tico; mi padre lo dej¨® caer en el Ayuntamiento, y sigui¨® el bulo, hasta que volvi¨® a aparecer la revista, con un cuadradito en la portada donde pon¨ªa el n¨²mero del dep¨®sito legal. Me lo hab¨ªa inventado.
O sea, que usted mismo legaliz¨® la revista.
Yo mismo, con dos cojones. Recuerdo que nos llam¨® el alcalde y nos ech¨® una bronca, que era un disparate, que "c¨®mo se atreven...". F¨ªjate que lo que m¨¢s le escandaliz¨® fue lo que hab¨ªa escrito sobre el equipo de f¨²tbol del pueblo. Yo hab¨ªa escrito sobre Arturo Ruiz, el chico que hab¨ªan matado los fascistas en Gran V¨ªa. Y me llamaron del Ayuntamiento, y yo cre¨ªa que era por eso, por lo que hab¨ªa escrito acerca de lo que sucedi¨® con ese chico. No, lo que les hab¨ªa cabreado era lo que escrib¨ªa del presidente del equipo de f¨²tbol de Brunete y del propio alcalde. "Y te dir¨¦ una cosa", me dijo el alcalde, "porque la has legalizado, que si no, esta noche dormir¨ªas en el calabozo".
Antes de periodismo, hablemos de historia. ?Qu¨¦ le contaron de Brunete?
No me ten¨ªan que contar nada porque yo lo he vivido. Imagino c¨®mo era Brunete antes. Un pueblo agr¨ªcola, seco, un clima castigado, con gente que se ha dejado la vida en el campo. Gente que ten¨ªa un patrimonio importante de fincas y que las cultivaban, y de eso viv¨ªan. Ahora, por ejemplo, la recalificaci¨®n est¨¢ enriqueciendo a algunos, pero son gente que merecen mucho respeto, porque se han pasado la vida labrando y labrando, y no han vendido sus tierras. Nunca tuvieron buena calidad de vida. No tuvieron buen coche, incluso pagaban en la panader¨ªa con una libreta en la que el panadero les anotaba sus deudas. Ahora son gente que tiene su patrimonio y una calidad de vida mejor, porque han vendido la finca y tal vez les hayan dado doscientos millones que les han solucionado la vida. Pero Brunete siempre fue un pueblo bastante humilde, como pasa en general en toda la zona de Castilla. Con las excepciones de algunos latifundistas, que ¨¦sos s¨ª que eran ricos de verdad.
Y estaba la marca de la guerra.
Eso s¨ª. ?se ha sido un sello que hemos tenido aqu¨ª, brutal. Cada vez que iba al internado y dec¨ªa que era de Brunete me dec¨ªan: "Ah, claro, ah¨ª fue la guerra". La gente no sab¨ªa ni cu¨¢nta gente hab¨ªa muerto, ni por qu¨¦ ni nada. Pero nos qued¨® un sello, una especie de maldici¨®n del pasado. A m¨ª me gustar¨ªa que de una pu?etera vez eso fuera historia superada, m¨¢s que olvidada.
?Y c¨®mo se puede olvidar, c¨®mo evitar el rencor?
Transmitiendo de otro modo la realidad de lo que ocurri¨®. A Javier yo no le hablo de buenos y malos. Le cuento la historia, sin manipularla. ?Qu¨¦ ocurri¨® aqu¨ª? Que hubo un destacamento peque?o del llamado bando nacional. El bando republicano intent¨® meterse en esta zona, para romper el frente. Por aqu¨ª entr¨® la divisi¨®n de El Campesino, formada por gente muy humilde, muy castigada por sus amos. Entraron cometiendo tropel¨ªas, como los nacionales las cometieron en otros lugares. Esas tropel¨ªas acabaron con el asesinato de quince o veinte personas, que murieron de manera brutal. No aparecieron sus cuerpos. Los padres se lo contaron a los hijos, y eso fue creando un clima de odio que el franquismo aliment¨®. Por fortuna, yo no me he hundido en esas aguas. Conozco a gente que sigue buceando en ellas. Me gustar¨ªa crear un recuerdo generalizado para todos, de respeto y de compasi¨®n.
Pero para los adolescentes como usted la guerra segu¨ªa: encontraron cad¨¢veres, escucharon hablar de ella...
Es que aqu¨ª se aliment¨® mucho el franquismo. Ten en cuenta que ven¨ªa Franco a cazar, a la finca de La Cepilla. Hab¨ªa una se?ora muy rica en dinero, que era la due?a; cuando los chicos hac¨ªamos la primera comuni¨®n nos regalaba un bollo con una loncha de jam¨®n de York. Do?a Encarna. Cuando Franco ven¨ªa a cazar aqu¨ª buscaban ojeadores, te daban trescientas o quinientas pesetas en 1972, o por ah¨ª. T¨² ibas dando voces y espantabas a las perdices. Ven¨ªan muchos guardias civiles, que se instalaban en casas, para guardar al Caudillo; iban a tu casa y t¨² te ten¨ªas que ir a dormir a otro lado. Con aquellos uniformes, aquellos mosquetones. Cenaban en tu casa. Los bares se llenaban de guardias civiles, todo lleno de bigotes y de tricornios. Por la ma?ana ven¨ªan unos camiones y a los guardias civiles los repart¨ªan por los cruces y por los caminos para esperar al Caudillo. Ven¨ªa Franco en el coche oficial. Le esperaban las autoridades. Daba la mano a todos y se iba de cacer¨ªa. Com¨ªa en casa de do?a Encarna. Aqu¨ª se ha mamado la derecha. Como se han mamado el catecismo y el 20-N.
?Y usted fue ojeador de Franco?
No. Yo era peque?o y estaba en el internado. Fui ojeador en una cacer¨ªa del Rey. A Franco lo vi s¨®lo una vez, tendr¨ªa yo ocho a?os. Se lo dije a mi padre. "Ni hablar, ?d¨®nde ibas a verlo?". Javi, mi amigo, me hab¨ªa dicho: "Tenemos que ver a Franco, joder". Nosotros entr¨¢bamos en el colegio a las nueve y Franco llegaba a las ocho y media; ten¨ªamos ganas de ver los coches, la guardia mora, todas esas cosas que Franco llevaba consigo. Nos escondimos detr¨¢s de unas piedras y le vimos bajar del coche, que ten¨ªa dos faros muy grandes, y le subieron a un jeep. Le vimos llegar de lejos, iba con un tal Camilo Alonso Vega. Era muy bajito; nos sorprendi¨® lo bajito que era.
De chico, aqu¨ª encontraron nidos como encontraban bombas. ?Ustedes las buscaban?
Toda esta zona que ahora est¨¢s viendo, este descampado, ha estado minado de bombas, porque aqu¨ª se produjo la batalla. Aqu¨ª murieron 36.000 personas. En el colegio nos cuchiche¨¢bamos: "Me s¨¦ un nido de perdiz, dos de urraca, uno de ob¨²s y dos de bombas de pi?a...". Nos encontr¨¢bamos bombas cada poco. A un pastor amigo nuestro le revent¨® una ah¨ª abajo. Yo en esa ¨¦poca tendr¨ªa siete u ocho a?os. Entr¨¦ en la escuela del pueblo con tres a?os, hasta los seis, y a los nueve ya estaba internado.
?Por qu¨¦ lo internaron, no era un buen chico?
No, no era un chico demasiado bueno. Pero la explicaci¨®n de mi padre, cuando me iba a mandar interno, fue que aqu¨ª no hab¨ªa sitio donde estudiar. Intent¨® el colegio Calasanz, pero no hab¨ªa plazas. El Alfonso XII era demasiado caro. Pero pudo meterme en los Escolapios, que pag¨® haciendo muchas horas extras en gestor¨ªas. Se lo agradezco, aunque ¨¦l odiara que yo fuera periodista.
?Por qu¨¦?
Mi abuelo Ram¨®n era un hombre muy de derechas, y quer¨ªa que yo fuera juez. Cuando ve¨ªa que me iba bien en los estudios le dec¨ªa a mi padre: "Este chico va a ser juez, ?no?". Y mi padre dec¨ªa que s¨ª. Yo ten¨ªa facilidad para escribir, y desde los siete u ocho a?os quer¨ªa ser periodista. Dec¨ªan que ya se me pasar¨ªa. Y a veces mi abuelo, mientras remov¨ªa la cucharilla en el caf¨¦, dec¨ªa: "Ya hablaremos con alguien para que se haga guardia civil". Lo que fuera, pero periodista no pod¨ªa ser. Y aunque llegu¨¦ a ser periodista de cierto ¨¦xito mientras ¨¦l vivi¨®, mi abuelo nunca encaj¨® que yo no fuera juez. Muri¨® hace 13 a?os. Para ¨¦l, ser periodista era como un empleo de tercer grado.
?Era su abuelo el que dec¨ªa que usted de pico no andaba mal?
No, ¨¦se era el abuelo Nicasio. Era un agricultor que se muri¨® sin conocer el mar. Creo que Madrid fue el lugar adonde lleg¨® m¨¢s lejos.
?Qu¨¦ aprendi¨® de ¨¦l?
Me habr¨ªa gustado aprender su paciencia. Admir¨¦ su paciencia para sentarse en un banco del parque y relativizar las cosas. Por eso se muri¨® a los 96 a?os y nunca le doli¨® la cabeza. Yo tengo unos dolores de cabeza espantosos. Un d¨ªa, ya con 96 a?os, se levant¨® y dijo: "Parece que me he constipado". Se acost¨® y a los dos d¨ªas muri¨®. Pero hasta ese d¨ªa estuvo andando por la calle con su garrota y su sombrero. Estaba muy orgulloso de m¨ª. Muri¨® un poco antes que mi abuelo Ram¨®n.
?Y sus padres? ?C¨®mo vieron lo del periodismo?
Nunca lo vieron claro. Mi madre quer¨ªa que fuera cura, y mi padre, que fuese juez. Hice un curso de derecho, pero me di cuenta de que estaba perdiendo el tiempo lastimosamente, y lo dej¨¦. Hab¨ªa un overbooking impresionante en Periodismo, pero tuve una suerte brutal. Y mi padre me dijo: "Haz lo que te d¨¦ la gana. Te morir¨¢s de hambre". Cuando me dieron el Ondas le dije: "Te lo dedico, y te invito a cenar". Porque fue una especie de demostraci¨®n de que no me estaba muriendo de hambre. Durante un tiempo le reproch¨¦ que no me ayudara en nada. A veces me dec¨ªa: "Tengo al hijo de un amigo que trabaja en el Ya, a ver si te consigue algo para el verano", pero nunca se produjo eso. As¨ª que me hart¨¦ de enviar cartas a los peri¨®dicos pidiendo trabajo, que lo har¨ªa gratis. Puse papel de calco en la Olivetti de mi padre y escrib¨ª decenas de cartas.
?Y qu¨¦ dec¨ªa en las cartas?
Pues, por ejemplo, "Se?or director de El Eco de Canarias, soy aspirante a segundo de Periodismo y me encantar¨ªa hacer pr¨¢cticas en verano, sin cobrar". De algunos sitios me contestaban diciendo que ya estaban los puestos cubiertos. Pero me hac¨ªa ilusi¨®n recibir por lo menos respuesta. Al final, me fui a todas las emisoras y me dieron una oportunidad en Radio Intercontinental. Y empec¨¦ a hacer informativos de quince minutos. Por all¨ª estaba Ram¨®n Serrano S¨²?er, el due?o. Y le estoy agradecido a Miguel Vila, que se port¨® muy bien conmigo. Me anim¨® much¨ªsimo a hacer pruebas. Estaba con otro compa?ero de Facultad; le¨ªamos teletipos, poco m¨¢s. Recuerdo que un d¨ªa le¨ª un teletipo que dec¨ªa: "Ese punto A punto Erre punto Juan Carlos Primero ha inaugurado un nuevo modelo de helic¨®ptero". ?Ten¨ªa que haber dicho Su Alteza Real y dije Ese punto A punto Erre Punto! "Pero ?qu¨¦ has dicho, joder, est¨¢s loco!", me dec¨ªan luego. Al d¨ªa siguiente lleg¨® alguien: "Uno de los dos se va a la calle hoy". Yo estaba seguro de que ser¨ªa yo. Quien nos anunci¨® el despido de uno de los dos tra¨ªa una cinta donde yo estaba seguro de que vendr¨ªa mi disparate. No quise ni escucharlo, ya sab¨ªa que era yo. Al rato vino mi amigo: era ¨¦l quien se ten¨ªa que ir, no le gustaba al jefe. ?l se fue, pero compart¨ªamos el sueldo, porque me cog¨ªa los apuntes en la Facultad mientras yo trabajaba. De ah¨ª me fui a Radio Popular, cuando la Cope era Radio Popular. Y all¨ª empec¨¦ a hacer partidos de f¨²tbol. Trabajabas much¨ªsimo y no cobrabas nada. Lo dej¨¦ y entonces fue cuando me hicieron las pruebas de la SER. Y me cogieron.
?Qu¨¦ le ense?aron esos a?os?
Fundamentalmente, yo era muy introvertido, y me di cuenta de que para ser periodista ten¨ªas que comerte la vida a bocados. Era osado, pero muy introvertido. Era capaz de hacer lo que fuera, estaba dispuesto a todo. Pero aquellos tiempos fueron muy dif¨ªciles, hasta que me hice periodista del todo. Y ah¨ª sigo. Hubo un a?o en que me hice m¨¢s de cien viajes en avi¨®n. ?Te acuerdas del accidente de Sondika, en 1980, en Bilbao? Pues al d¨ªa siguiente volaba yo a Sondika; imag¨ªnate, los hierros retorcidos junto al aeropuerto, el miedo.
Naci¨® para periodista, pero la radio fue su madre, por as¨ª decirlo.
S¨ª, pero en aquellos tiempos dec¨ªa que hubiera regalado a?os de mi vida por un contrato con el As. Te lo digo de verdad. Digo lo del As porque era el peri¨®dico del internado; era de color marr¨®n. En la radio, yo escuchaba a Pedro Escart¨ªn y a Rafael Barbosa. O¨ªa Radiogaceta de los deportes, en Radio Nacional. Despu¨¦s escuchabaHora 25 y a Garc¨ªa, en la SER. En aquel internado yo so?aba con ser periodista y vivir de ello, pero sin pretensiones. Nunca imagin¨¦ que iba a ganar lo que pago a Hacienda en un a?o.
?Produce abismo el ¨¦xito que ha tenido?
S¨ª, pero como no he cambiado el escenario, el ¨¦xito no altera mi equilibrio. Vivo aqu¨ª, en Brunete; los viejos siguen siendo los mismos que me han visto crecer. Conozco m¨¢s a los viejos que a los j¨®venes. El abismo del tiempo me ha pasado muy deprisa.
?Y c¨®mo ha variado su propia manera de hacer periodismo?
Creo que vamos hacia un periodismo mejor. La gente nueva que llega est¨¢ mejor preparada. Tal vez no tenga tanta sangre caliente ni nuestra disposici¨®n al sacrificio, pero est¨¢ m¨¢s preparada. Ten¨ªamos tanta vocaci¨®n, tantas ganas... La primera vez que habl¨¦ por radio me imaginaba que me hab¨ªa escuchado el mundo entero. Sal¨ªa de all¨ª y me dec¨ªa: "Ahora me van a venir a saludar todos los del pueblo", y no vino nadie. Nadie lo escuch¨®, salvo mi madre, y porque yo la llam¨¦ para avisarla. Cuando me hicieron la prueba para la SER eran las cinco de la ma?ana de un Jueves Santo. Vine a Brunete, loco. ?No me hab¨ªa escuchado ni Dios! Me acuerdo que me dijeron en la SER: "?T¨² estar¨ªas dispuesto a venir a las ocho de la ma?ana?". S¨ª, les dije, y a las cinco si hace falta. "Pues vente a las seis". Yo iba a las seis, y era cuando I?aki Gabilondo empez¨® a hacer Aqu¨ª la Ser, un programa que comenzaba a las seis de la ma?ana, y me eligi¨® a m¨ª para los deportes. Hab¨ªa que estar en la radio a las cuatro. Yo me levantaba a las tres. Eran madrugadas interminables, en las que pasaba de todo. Un d¨ªa se me meti¨® una puta en el coche, y su chulo vino detr¨¢s, amenaz¨¢ndola con un cuchillo. Pero no soy un buen ejemplo para la profesi¨®n. Yo he tomado muchas curvas a trescientos por hora.
?Y por qu¨¦ lo hizo?
Pues no lo s¨¦. Supongo que me vi contra la pared. Quiz¨¢ tuve que elegir cuando [Eugenio] Gald¨®n [que fue director general de la SER] me dio a elegir entre la dignidad y el paro. No quiero presumir de ser valiente, porque no lo soy. En esos momentos sab¨ªa que ese hombre me echaba, pero entend¨ª que si no actuaba como actu¨¦, no me sentir¨ªa una persona digna. Gald¨®n me pidi¨® que hiciese un comunicado pidiendo perd¨®n a Garc¨ªa, por un incidente. Se pide perd¨®n cuando has metido la pata, pero cuando te han pisoteado no pides perd¨®n. Y en aquellos tiempos se viv¨ªa bajo la dictadura de Garc¨ªa. Yo ahora no quiero hablar de Garc¨ªa. Lo que considero que hice en aquel momento fue iniciar una rebeli¨®n contra aquella dictadura.
Veinte a?os haciendo Deportes...
Toda la vida haciendo Deportes. En todos los horarios, hasta 1985, en que lleg¨® a la SER un grupo de gentes que me dijeron: "Nosotros entendemos que t¨² no vales para esta profesi¨®n". Yo estaba seguro de que s¨ª val¨ªa. Y les dije que me dejaran seguir en lo que fuera. As¨ª que me puse a hacer el Getafe, que estaba en segunda B; el Parla, el Alcoyano... Y no llor¨¦. Luego, en 1986, lleg¨® a la SER Alfredo Rela?o, y me volvi¨® a sacar de titular. Poco despu¨¦s me propuso hacer la noche, y es cuando me invent¨¦ El larguero. Empezaba en septiembre de 1989. Mi hermana hab¨ªa alquilado un piso en La Manga (Murcia), y yo me daba paseos por la playa a ver qu¨¦ se me ocurr¨ªa. Un d¨ªa escuch¨¦ en el transistor de una se?ora la canci¨®n que sonaba, Ra, ra, ra, de Benito Moreno. Llam¨¦ a la emisora y pregunt¨¦ qu¨¦ canci¨®n era ¨¦sa. Era una especie de s¨¢tira que hab¨ªa compuesto Benito.
?Otro Benito!
Otro Benito, mira por d¨®nde. La eleg¨ª como sinton¨ªa. Desde entonces, esa sinton¨ªa es mi credo. "Hincha, t¨² eres el mejor escuchando el transistor".
?Y qu¨¦ tal se sigue llevando con el oyente? Le trata de t¨².
Le trato de t¨², le saludo. No me dirijo a los oyentes: me dirijo al oyente. Los oyentes no s¨¦ ni qui¨¦nes ni cu¨¢ntos son. El oyente s¨ª; le imagino, le siento y s¨¦ que prefiere que le trate de t¨² y en singular.
?Qu¨¦ ha aprendido al frente del micr¨®fono?
A escuchar. Delante de un micr¨®fono, si no sabes escuchar, no puedes preguntar. Esta profesi¨®n se aprende en la calle, en los campos de f¨²tbol, en los entrenamientos, a las puertas de los hoteles. Ah¨ª es donde se hace la carrera.
Cuando ha sabido que hace cuarenta a?os de las primeras preguntas a Benito se ha asustado usted un poco...
S¨ª, me ha dado un poco de v¨¦rtigo.
?C¨®mo se siente ahora? ?Sigue a trescientos por hora?
En algunos momentos s¨ª. Ya es defecto m¨¢s que virtud. Vas tan r¨¢pido que no tienes tiempo para explic¨¢rselo a tus hijos. Vas a esa endiablada velocidad. "Me tengo que marchar", "me tengo que cambiar", "tengo, tengo, tengo"... Ellos no entienden esa velocidad ni tantas obligaciones.
?Quisiera cambiar de ritmo?
No s¨¦ si podr¨ªa. A veces he dicho: "Un a?o m¨¢s y se acab¨®". Luego lo pienso y digo: "?Qu¨¦ har¨ªas?". La paz que encuentro en Brunete esta tarde est¨¢ genial, pero dentro de un rato me llamar¨¢n y llamar¨¦. No se puede desconectar. Toda esta calidad de vida, para m¨ª y para los m¨ªos, sale de ah¨ª: mi estr¨¦s, mi miedo, mis angustias, mis ansias. Procuro no exteriorizarlas mucho, pero lo consigo malamente.
?Qu¨¦ es lo que le da m¨¢s miedo?
Pocas cosas. Al micr¨®fono le tengo respeto. A veces, a eso lo llamo miedo. Ese v¨¦rtigo de pensar qu¨¦ le cuento al oyente que est¨¢ ah¨ª esperando. Yo aspiro a hacerle m¨¢s f¨¢cil la despedida del d¨ªa. No aspiro a culturizarle. Intento darle lo mejor que tenga yo del d¨ªa. Procuro ser honesto con ¨¦l. No le quiero transmitir penas. Nunca he querido que conocieran mis penas, la muerte de un amigo, enfermedades, la soledad, tristezas. Quiero hacer mi trabajo. El oyente ya tiene sus penas. Creo que debo ser un poco el analg¨¦sico del oyente.
Es usted un gran entrevistador, lo sabe. Le gusta preguntar.
Mucho. Y no soy un hombre que tenga respuestas f¨¢ciles. Por eso hay tantas preguntas.
D¨ªgame una pregunta para s¨ª mismo.
?No ser¨¢s un impostor? ?Te mereces todo esto? Y cuando me hago esas preguntas me pongo a trabajar para merecer lo que tengo.
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