A?oranza
Acaban de dar el dato de que tenemos las pensiones m¨¢s altas de Espa?a, y eso es gracias a la Tesorer¨ªa de la Seguridad Social espa?ola que es la que las concede. Nuestros funcionarios gozan de los salarios m¨¢s altos, la renta est¨¢ bien situada, los presupuestos de nuestras administraciones son los m¨¢s elevados y, en coherencia con todo este marco de riqueza, tambi¨¦n tenemos las dos localidades con los precios de los pisos m¨¢s caros, San Sebasti¨¢n y Getxo. Todos estos datos nos har¨ªan suponer que somos la envidia del resto, pero no sabe ese resto que gran parte de nuestro ¨¦xito se lo debemos al tipo de pertenencia convenida con Espa?a mediante el Concierto Econ¨®mico y al Estatuto, y no tanto al nivel que damos de buenos gestores de nuestra autonom¨ªa, y no digamos ya como promotores de nuestra anhelada independencia, que, sin duda, nos iba a salir muy cara teniendo en cuenta lo que nos aporta Espa?a.
Respecto a la vida pol¨ªtica vasca no podemos m¨¢s que calificarla como esperp¨¦ntica y aliviarnos pensando, como en La vida de Brian, que menos mal que est¨¢n los espa?oles para oprimirnos. El Ayuntamiento de Mondrag¨®n, con el apoyo de ANV y EB, decide paralizar las expropiaciones para ese singular y estrat¨¦gico proyecto que supone el tren de alta velocidad. No pasa nada, porque el acuerdo lo impugnar¨¢ el Gobierno central. A su vez, la Diputaci¨®n de Guip¨²zcoa decide aprobar un tipo del Impuesto de Sociedades, diferenci¨¢ndolo del de los otros territorios vascos, que a su vez es diferente del de r¨¦gimen com¨²n, y provoca la reacci¨®n de su empresariado por ser dos puntos m¨¢s alto que el de ?lava y Vizcaya. De seguir as¨ª es posible que, mucho antes que el refer¨¦ndum de Ibarrretxe nos saque de Espa?a, y de paso de Europa, sea la mism¨ªsima UE, hartita de nuestras excentricidades, la que nos eche. Y no merecen m¨¢s comentarios la bronca que le echa Errazti a Imaz por el talante pactista de ¨¦ste, las tensiones internas en el PNV, que amenazan bronca, y los comportamientos de ANV en algunos ayuntamientos tir¨¢ndose al monte, creando comisiones de presos, rechazando la condena a ETA, no apoyando en Orio a la familia secuestrada..., o el espect¨¢culo de Ondarroa. Hemos llegado a una situaci¨®n en la que hay que darle la raz¨®n a un amigo, ya fallecido, que se adelant¨® a afirmar (cierto es que en la intimidad) que fuera de Espa?a no tenemos salvaci¨®n.
Porque la bronca montada no es tanto por o contra los opresores, es entre los que quieren la independencia, entre los nacionalistas, que se tiran los trastos a la cabeza mucho antes de haber conseguido cazar al oso para repartirse la piel, enajenados en una arenga de radical que les aparta de cualquier marco pol¨ªtico y de convivencia, incluido el que ellos mismos dicen postular para s¨ª, para ellos, separados de Espa?a. Por eso, el discurso de Imaz no es tan solo pactista; es pactista porque es fundamentalmente pol¨ªtico. Es un amarre a la realidad en la que se pueden llevar a cabo realizaciones, dar soluci¨®n a los problemas reales, avanzar hacia el futuro, sin arrastrarnos a una tragedia sin soluci¨®n en la que el resto del nacionalismo se regodea.
Quiz¨¢s sea volver a la ¨¦poca a?orada, plet¨®rica de realizaciones importantes para Euskadi, a aqu¨¦lla que, pese a tener que afrontar una de las reconversiones econ¨®micas m¨¢s duras de nuestra historia, nos sac¨® adelante: la de los gobiernos entre el PNV y el PSE. Fue una ¨¦poca de realismo, de gesti¨®n y avances legislativos, frente al p¨¢ramo actual en estos aspectos, camuflado por discursos de alto voltaje dispuesto a enrarecer las relaciones sociales, provocar la huida de las iniciativas econ¨®micas y de algunos de nuestros mejores j¨®venes.
Ser¨ªa necesario, por el bien de todos, que el realismo se imponga y que Imaz sea el que lo represente en una nueva etapa alejada de las enajenaciones de las arengas soberanistas y arropado, como en el pasado, por un PSE vasquista pero no nacionalista, que diera estabilidad pol¨ªtica a un pa¨ªs que se sostiene en lo que se sostiene porque est¨¢ dentro de Espa?a. Aquellos gobiernos de coalici¨®n entre el PSE y el PNV, aunque acabaran en Lizarra, hay que a?orarlos como un futuro de soluci¨®n. Porque no siempre hay que repetir el final, aunque sepamos que el hombre es el animal que m¨¢s veces comete el mismo error; y porque no existe, de momento, otra alternativa civilizada.
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