Madrid recobra la pintura vivaz de Ulpiano Checa
La Academia de Bellas Artes muestra la primera exposici¨®n del artista colmenarete
Madrid acaba de recobrar a un hijo preclaro, el pintor Ulpiano Checa, casi extraviado de los circuitos art¨ªsticos espa?oles desde su muerte en la ciudad francesa de Dax, en 1916. La primera exposici¨®n en Madrid de su obra fue presentada ayer y se exhibe hasta el 30 de septiembre en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, en la calle de Alcal¨¢. Ser¨¢ la dote llevada por la Academia en esta edici¨®n anual de La Noche en Blanco, el pr¨®ximo 22 de septiembre.
Maestro de la pincelada vivaz y adscrito a un estilo historicista propio, Ulpiano Checa es hoy considerado como uno de los artistas m¨¢s vers¨¢tiles del impar fin de siglo XIX de la pintura espa?ola. Y ello pese a escasear la informaci¨®n sobre su vida y su obra. As¨ª lo admite Santiago Fisas, consejero de Cultura de la Comunidad de Madrid, que asegura "haber conocido s¨®lo ahora la excelencia del autor madrile?o por la penuria de referencias bibliogr¨¢ficas sobre ¨¦l; su memoria pudo haberse perdido", a?ade Fisas, "de no haber mediado el esfuerzo entusiasta de su pueblo madrile?o, Colmenar de Oreja, donde Ulpiano naciera en 1860".
El Consistorio local lleva una d¨¦cada acopiando sus obras por lugares tan distantes como Australia o Argentina -de all¨ª procede esta exposici¨®n-, donde son cotizadas como extraordinarias, al igual que en Estados Unidos, por haber preludiado all¨ª el estilo de pintura ex¨®tica, en su caso referida a los pieles rojas, que luego caracterizar¨ªa la obra del afamado Remington.
As¨ª lo explica ?ngel Benito, comisario de esta exposici¨®n, de cuya primicia capitalina se ufana. "En Madrid hemos satisfecho un viejo sue?o", dice Benito, uno de los mentores del museo que Colmenar de Oreja ha ido creando, desde las iniciales 30 piezas de su legado familiar hasta el centenar y medio largo de lienzos, esculturas y dise?os de su convecino.
Checa era hijo del propietario de una cantera de piedra colmenareta, empleada desde antiguo para labrar principales monumentos y edificios de Madrid. Ya en su mocedad se vio familiarizado con los ambientes art¨ªsticos vinculados al negocio paterno, del cual obtuvo una vida sin apuros econ¨®micos y una cercan¨ªa hacia los oficios artesanales, desde la escultura hasta la ornamentaci¨®n en su sentido m¨¢s amplio.
A los 13 a?os, Checa se planta en Madrid, en la Escuela de Artes y Oficios, y, al poco, en la Academia de San Fernando, donde sus maestros Ferrant, Madrazo y Dom¨ªnguez le ven despuntar por la versatilidad de su pincel y por su imaginaci¨®n pict¨®rica. Participa en la decoraci¨®n de San Francisco el Grande y del palacio de Linares. Roma, Par¨ªs, incluso Buenos Aires, reciben luego sus visitas. A su pincelada r¨¢pida y precisa incorpora una erudici¨®n propia de la ¨¦poca del llamado segundo historicismo, a salvo ya de opresivas ret¨®ricas.
Checa comienza a emanciparse de tales ataduras e introduce un singular¨ªsimo componente en sus creaci¨®n: el dinamismo. El suyo se convierte en un arte cin¨¦tico, que fragua en las grandes escenograf¨ªas hist¨®ricas, cuya plasticidad impresiona las miradas de sus coet¨¢neos ya que, signada por la secuencialidad, preludiaba el fascinante mundo del cinemat¨®grafo. Atila y Ben Hur, por citar dos ejemplos, fueron algunos de los personajes tomados por Checa de la literatura para trasplantarlos hacia sus lienzos con el vigor que su juvenil empuje le brindaba; luego, en feliz ritornello, el cine recurrir¨ªa a Checa y a sus escenograf¨ªas para plasmarlas en la pantalla. La viveza de su colorido y su tentaci¨®n por el exotismo parecen haber permanecido en el imaginario hispano a la hora de representarse desde guerras coloniales, hasta desbocadas cabalgadas b¨¢rbaras y numerosos otros eventos hist¨®ricos: muchos de sus lienzos fueron reproducidos en los libros de texto de varias generaciones.
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