Otra vez "se hundieron como piedras"

Tras cada naufragio de inmigrantes alguien pronuncia la misma frase: "Se hundieron como piedras". Ayer no fue una excepci¨®n. Las circunstancias de la muerte de diez magreb¨ªes a s¨®lo 20 metros de la costa de Canarias son muy similares a las de otros naufragios ocurridos al borde del litoral o a poca distancia de los barcos que se dispon¨ªan a rescatar a los inmigrantes.

Las traves¨ªas en patera (y a¨²n m¨¢s en cayuco) son una tortura. Numerosas personas se acomodan como sardinas en lata en un espacio muy reducido. Apenas pueden mover un m¨²sculo. Las olas machacan sus huesos contra la madera de la barca una y otra vez. El salitre del mar moja sus ropas y ¨¦stas provocan rozaduras y llagas en la piel. El sol intenso les quema y les da?a los ojos y el duro fr¨ªo de la noche y madrugada en alta mar les provoca hipotermia.

La comida es escasa, algo de t¨¦ y galletas. La mayor¨ªa de los inmigrantes apenas ha comido cuando son rescatados y se hallan en extrema debilidad. Adem¨¢s, son muy pocos los que saben nadar.

Es posible imaginar el desconcierto de las personas que saltaron furtivamente de la patera de ayer. Su estado de ansiedad, por temor a ser descubiertos. Su debilidad f¨ªsica, que apenas les permite reaccionar. El peso de sus ropas dobles y hasta triples: fuera las empapadas por el mar; debajo, otras para protegerse del fr¨ªo; y a¨²n debajo, otras m¨¢s, secas, para pasar inadvertidos en tierra.

Cuando esperaban pisar tierra firme, se hundieron en el mar. Las ropas se empaparon y se convirtieron en un peso insoportable que se uni¨® al entumecimiento y debi¨® impedirles reaccionar. Si hubiesen sabido que bajo ellos s¨®lo hab¨ªa dos metros de agua, tal vez hubieran podido llegar a la orilla. Pero no lo sab¨ªan, y eso debi¨® de ponerles nerviosos, hacerles tragar agua e irse hasta el fondo "como piedras".

Tragedias similares han sido presenciadas varias veces por miembros de la Guardia Civil y de Salvamento Mar¨ªtimo que intentaban rescatar a ocupantes de pateras o cayucos.

En 2001, por ejemplo, decenas de africanos murieron en operaciones de rescate en el mar. Los agentes lo saben y por eso las efect¨²an muy r¨¢pidamente, en menos de cinco o 10 minutos. Cada segundo de m¨¢s juega en contra del ¨¦xito. En 2003 fallecieron al menos 37 inmigrantes a 200 metros de la costa de Rota (C¨¢diz).

Los barcos de rescate se acercan a las lanchas de africanos con sumo cuidado. Una vez los cascos de las dos embarcaciones est¨¢n fijados, comienza la fase m¨¢s delicada del rescate. Si en ese momento los inmigrantes se ponen de pie de golpe, elevan el punto de gravedad, desestabilizan la embarcaci¨®n y, con ayuda del fuerte oleaje, vuelcan y caen al mar.

Los j¨®venes han viajado durante m¨¢s de 10 d¨ªas en la misma posici¨®n. Sus huesos est¨¢n machacados. Sus m¨²sculos est¨¢n totalmente entumecidos, no pueden moverse. Sus ropas mojadas (a veces dos camisetas, varios jers¨¦is y hasta un impermeable) hacen la misma labor que los plomos para un buzo y se hunden, sin apenas pronunciar una palabra o un gemido. Ni gritan, ni chapotean. No se oye nada.

En ese momento, cada segundo que avanza equivale a una vida que se pierde. Los rescatadores lanzan salvavidas, boyas y cualquier cosa que flote para salvar a los j¨®venes y descienden en lanchas neum¨¢ticas para localizar a los m¨¢s afortunados.

Pero a las seis de la ma?ana de ayer los inmigrantes estaban solos. No hab¨ªa nadie para socorrerlos ni flotador alguno al que asirse. Al igual que en otras ocasiones, se hundieron "como piedras".