San Sebasti¨¢n, en sesi¨®n continua
Placeres culinarios, playas y mucho 'glamour' durante el festival de cine
El cine no es ya, como en los a?os sesenta y setenta, un modo de espiritualidad o de educaci¨®n sentimental. Ya no hay cineclubes ni se buscan en la oscuridad de las salas experiencias m¨ªsticas. Es muy dif¨ªcil encontrar a alguien menor de 40 a?os que diga: "A m¨ª me cambi¨® la vida una pel¨ªcula de fulano de tal", como se dec¨ªa antes de Bertolucci, de Truffaut o de Fassbinder. Son cosas del pasado que, sin embargo, perviven durante unos pocos d¨ªas al a?o en los festivales de cine, donde todav¨ªa, al terminar una pel¨ªcula, se aplaude o se silba con entusiasmo.
Es fascinante contemplar, a trav¨¦s de los ventanales del Kursaal, ese mar bell¨ªsimo que colma la ciudad. La luz, soleada o neblinosa, se aploma all¨ª con parsimonia. Se queda quieta
Durante los d¨ªas del festival, en San Sebasti¨¢n hay m¨¢s de una gran fiesta diaria. La mayor¨ªa de ellas se celebran en la discoteca Batapl¨¢n, que, como La Perla, ofrece una visi¨®n de la Concha admirable desde sus balconadas
A San Sebasti¨¢n la adornan suficientes lindezas como para no necesitar m¨¢s engalanamientos, pero a pesar de eso alberga, a finales de septiembre de cada a?o, un Festival Internacional de Cine de clase A, la categor¨ªa m¨¢s alta, que en Europa s¨®lo comparte con Cannes, Venecia, Berl¨ªn y, desde hace dos a?os, Roma. Muchas personas creen que esos festivales son cen¨¢culos restringidos para periodistas y gentes del sector -como lo son, por ejemplo, las grandes pasarelas de moda-, pero no es as¨ª: cualquiera puede sacar una entrada, a un precio m¨¢s econ¨®mico del habitual, y ocupar su butaca para disfrutar del espect¨¢culo. San Sebasti¨¢n se convierte durante el festival, por tanto, en un destino tur¨ªstico perfecto. A su belleza urbana, su enclave natural (o sobrenatural) extraordinario y su gastronom¨ªa portentosa se une en esos d¨ªas una oferta cultural de primera magnitud. La ciudad, que seg¨²n muchos de sus habitantes es provinciana y somnolienta, se sacude como un gran lagarto desperezado y muda su piel.
Cuando se inauguraron los cubos del Kursaal, levantados en un extremo de la playa de Gros, en la desembocadura de la r¨ªa, dividieron a los donostiarras en dos mitades enfrentadas, como ocurre a menudo con las grandes obras: los partidarios entusiastas y los detractores ac¨¦rrimos. Hoy ya apenas quedan rescoldos de aquella pol¨¦mica. Los cubos proyectados por Rafael Moneo para servir de Palacio de Congresos se han convertido en un s¨ªmbolo de la ciudad y en el emblema del festival de cine. En ellos se celebran desde hace a?os las sesiones de gala, las ruedas de prensa y decenas de proyecciones, desde la ma?ana hasta la noche ininterrumpidamente.
El espectador obsesivo podr¨ªa ver cada d¨ªa cinco pel¨ªculas, una detr¨¢s de otra, y, con empe?o, incluso seis. A las 8.30 de cualquiera de los d¨ªas del festival, ya se observa en los alrededores del Kursaal un hormigueo de gente medio son¨¢mbula que camina hacia las salas. Periodistas, estudiantes, viajeros curiosos, donostiarras que se toman vacaciones laborales en esos d¨ªas para asistir a las sesiones de cine... Una tribu heterog¨¦nea que llena en cada sesi¨®n las salas. A las 9.00 se apagan por primera vez las luces, y para quien est¨¢ acostumbrado a ir siempre al cine los s¨¢bados por la noche o los domingos por la tarde, como un acto social, ese espect¨¢culo de la oscuridad a deshora y del silencio casi religioso resulta una experiencia fascinante. Pero tal vez m¨¢s fascinante a¨²n es salir luego de la sala, al acabar la pel¨ªcula, desovillando a¨²n las im¨¢genes de aventuras fant¨¢sticas o de dramas terribles que acaban de verse, y contemplar de golpe, a trav¨¦s de los ventanales del Kursaal, ese mar bell¨ªsimo que colma la ciudad. La luz, soleada o neblinosa, se aploma all¨ª con parsimonia. Se queda quieta.
El teatro Victoria Eugenia
Las proyecciones del festival, aparte de en los dos auditorios del Kursaal, se realizan en los cines Pr¨ªncipe y Antiguo Berri, y en el teatro Principal, reservado, ¨¦ste s¨ª, para pases restringidos a periodistas y acreditados. Algunas proyecciones especiales, de car¨¢cter m¨¢s familiar o multitudinario, tienen lugar en el Vel¨®dromo de Anoeta. Este a?o reaparece tambi¨¦n en escena el teatro Victoria Eugenia, que llevaba varios a?os cerrado con trabajos de rehabilitaci¨®n. En ¨¦l se proyectar¨¢n las pel¨ªculas de la secci¨®n Perlas -la que San Sebasti¨¢n dedica a recuperar los mejores filmes de los festivales de Cannes, Venecia y Berl¨ªn, celebrados con anterioridad- y se emplazar¨¢n las burocracias del certamen. A excepci¨®n de los cines Antiguo Berri, en el barrio del Antiguo, y el Vel¨®dromo, el resto de las sedes se encuentra en un palmo de tierra, en el coraz¨®n tur¨ªstico de San Sebasti¨¢n.
El otro cogollo del festival, el m¨¢s mundano, est¨¢ en el hotel Mar¨ªa Cristina, junto al teatro Victoria Eugenia y a un centenar de metros -r¨ªa mediante- del Kursaal. En ¨¦l se alojan todas las estrellas de relumbr¨®n y muchas de las de medio pelo que acuden al festival para presentar sus pel¨ªculas. All¨ª se celebran entrevistas, tertulias y fiestas promocionales, de modo que sus pasillos y sus salones son un hervidero en el que se re¨²nen los curiosos que andan a la caza de un aut¨®grafo o una fotograf¨ªa, los periodistas en faena, los cineastas que trabajan detr¨¢s de la c¨¢mara y los benditos actores, que llenan la ciudad, en mayor o menor medida, de eso que unos llaman glamour y otros mitoman¨ªa.
Los turistas mit¨®manos tambi¨¦n tendr¨¢n, por tanto, su momento de gloria en San Sebasti¨¢n. Divisar desde la Concha a Kevin Costner; cruzarse en la calle con Jessica Lange, Emmanuelle B¨¦art o Sean Penn; ver una pel¨ªcula cerca de Anjelica Huston; tomar un pincho al lado de Pedro Almod¨®var o una copa junto a Matt Dillon (o junto a sus guardaespaldas), son lances m¨¢s que posibles. Y a veces se convierten en momentos inolvidables.
Pero incluso en ¨¦poca de festivales, no s¨®lo de cine vive el hombre. Y si en asuntos cinematogr¨¢ficos y glamourosos se puede sentir en ocasiones envidia de los curr¨ªculos de Cannes, Berl¨ªn o Venecia, en materia de pitanzas y manjares San Sebasti¨¢n no tiene competencia. Su hoja de servicios gastron¨®mica, como todo el mundo sabe, es inmejorable. Y hay mesa y mantel para todos los paladares y presupuestos. El cin¨¦filo mochilero puede tomar bocadillos contundentes, sabrosos y baratos en Narrika y Giroki, dos bares situados en la zona vieja de la ciudad -en lo viejo-, ese dedo de tierra que separa la bah¨ªa de la Concha de la r¨ªa y de la playa de Gros, al pie del Kursaal. El turista cl¨¢sico, sean cuales sean su apetito y sus preferencias, deber¨¢ comer al menos un d¨ªa de pinchos, yendo de bar en bar para elegir, de entre las bandejas repletas que se exhiben, aquellas delicias que m¨¢s convengan a su gula.
Hay decenas de locales, y es aconsejable dejarse guiar por la vista, que, como se sabe, alimenta a veces casi m¨¢s que el est¨®mago. La Cepa y Goiz Argi, de corte tradicional, o Gambara y La Cuchara de San Telmo, de aire m¨¢s refinado, son -sin salir de lo viejo- sitios m¨¢s que recomendables para tomar un tentempi¨¦ inolvidable entre pel¨ªcula y pel¨ªcula. Quienes prefieran un almuerzo m¨¢s convencional, sentados en mesa, tienen tambi¨¦n donde elegir. En San Sebasti¨¢n lo dif¨ªcil es encontrar un sitio donde se coma mal, de modo que cualquier restaurante con men¨² del d¨ªa puede convertirse en un acierto. El cl¨¢sico Urepel, en la ribera de la r¨ªa; el Beti Jai y el Urola, en la calle de Ferm¨ªn Calbet¨®n, y el Kaskazuri, con vistas al mar y cocina creativa, garantizan el deleite sin alejarse de las salas de cine. El caf¨¦ Oquendo, enfrente del teatro Victoria Eugenia, ofrece, entre fotograf¨ªas nuevas y antiguas de estrellas que han pasado por el festival, todas las posibilidades: pinchos en la barra, men¨² en un sal¨®n y comida a la carta en otro. Todo ello de calidad. Y La Perla, emplazado en la playa de la Concha, con un gran ventanal desde el que se ve el mar, es ideal para una cena rom¨¢ntica, con Jessica Lange o Matt Dillon si es posible, o con criaturas m¨¢s humanas si no lo es.
San Sebasti¨¢n y sus alrededores es una de las regiones del mundo con m¨¢s estrellas Michelin de restauraci¨®n por kil¨®metro cuadrado, y eso ning¨²n turista hedonista -y no muy pobre, eso s¨ª- puede desaprovecharlo. El Akelarre de Pedro Subijana en el monte Igueldo, el Zuberoa de Hilario Arbelaitz en Oiartzun, el Mugaritz de Andoni Luis Aduriz en Renter¨ªa, y los restaurantes de Martin Berasategui en Lasarte y de Juan Mari Arzak en el casco urbano de San Sebasti¨¢n, son catedrales en las que es posible rezar por algo m¨¢s de cien euros. Cada turista puede preferir uno u otro, pero s¨®lo para diferenciar los grados de excelencia. Y aunque resulte sorprendente, no es necesario planificar con mucha antelaci¨®n -ni siquiera en ¨¦poca de festival- la reserva: puede incluso improvisarse sobre la marcha.
Durante los d¨ªas del festival, en San Sebasti¨¢n hay m¨¢s de una gran fiesta diaria. Las productoras cinematogr¨¢ficas organizan gaudeamus promocionales para bautizar las pel¨ªculas. La mayor¨ªa de ellos se celebran en la discoteca Batapl¨¢n, que, como La Perla, ofrece una visi¨®n de la Concha admirable desde sus balconadas. Suele ser necesaria invitaci¨®n para entrar en esas fiestas, pero la picard¨ªa, el mercadeo o la mera s¨²plica permiten a cualquier turista tenaz colarse en alguna y, si tiene suerte, ver el lado m¨¢s oscuro de las estrellas.
Fachada churrigueresca
El turista que al olor del celuloide haya acudido a la ciudad por primera vez debe guardar un respiro para visitarla, aunque lo mejor de San Sebasti¨¢n est¨¢ entre esas esquinas que albergan el festival. Sin salir de la parte vieja, puede visitarse la bas¨ªlica de Santa Mar¨ªa del Coro, que, encajonada entre casas a los pies del monte Urgull, tiene una fachada de estilo churrigueresco muy interesante y honra a la patrona de los donostiarras. A un paso de all¨ª se encuentra el Museo de San Telmo, ubicado en un antiguo convento dominico del siglo XVI que posee un claustro hermos¨ªsimo. En ocasiones ha albergado exposiciones del Festival de Cine, pero en la actualidad est¨¢ en fase de reformas. Sin hacer prop¨®sito de verlos, el visitante pasar¨¢ continuamente por delante del Ayuntamiento y atravesar¨¢ para ir al Kursaal el puente modernista de la Zurriola, desde el que muchos pescadores lanzan sus ca?as al atardecer. Un paseo hasta la catedral y sus alrededores, hasta el palacio de Miramar y hasta el
Peine de los Vientos,
la escultura de Chillida que cierra la bah¨ªa de la Concha en uno de sus extremos, completar¨¢ sobradamente el paisaje donostiarra.
En Hernani, a pocos minutos de San Sebasti¨¢n, est¨¢ el Museo Chillida, el Chillida Leku. Es un museo que gusta incluso a aquellos a los que no les gustan los museos ni les gusta Chillida. Establecido en el caser¨ªo que ¨¦l utilizaba como taller, es, adem¨¢s de un recorrido por la admirable obra del escultor, un ejemplo de pedagog¨ªa art¨ªstica. Paseando por sus prados y contemplando las esculturas en aquel entorno es posible sentir sin comprender, asombrarse sin razonar. El hierro y la piedra, las formas, la brutalidad de la naturaleza: Chillida.
El Chillida Leku, Pasajes de San Juan, Hondarribia o Zarautz son lugares que el viajero debe visitar si tiene ocasi¨®n. El festival de cine se celebra una vez al a?o, puntual, de modo que es posible reservar siempre en septiembre unas peque?as vacaciones -un fin de semana s¨®lo, incluso- para regresar a Donostia, a la ciudad bella, y cumplir casi como un ritual con esa rutina envidiable: ver cine a cualquier hora, comer como comen los dioses, trasnochar y divertirse al lado de actores famosos, darse un chapuz¨®n en las playas donostiarras y explorar esa tierra llena de sorpresas. ?Es posible dar m¨¢s en tan poco tiempo?
- Luisg¨¦ Mart¨ªn (Madrid, 1962) es autor de Los amores confiados (Alfaguara).
GU?A PR?CTICA
Comer- Urepel (943 42 40 40). Paseo de Salamanca, 3. Unos 60 euros.- Beti Jai (943 42 04 75). Ferm¨ªn Calbet¨®n, 22. Unos 40 euros.- Urola Ferm¨ªn (943 42 34 24). Calbet¨®n, 20. Unos 30 euros.- Kaskazuri (943 46 35 25). Arroka, 6. Menos de 20 euros.- La Perla (943 46 24 84). Paseo de la Concha. Entre 30 y 40 euros.- La Cepa (943 42 63 94). Treinta y Uno de Agosto, 9. Entre 20 y 30 euros.- Goiz Argi (943 42 52 04). Ferm¨ªn Calbet¨®n, 4.- Gambara (943 42 25 75). San Jer¨®nimo, 21.- La Cuchara de San Telmo. Corredor de San Telmo.- Narrika (943 42 73 27). Narika, 7.- Giroki (943 42 13 65). Embeltran, 4.- Oquendo (943 42 07 36). Oquendo, 8. Unos 25 euros.- Akelarre (943 31 12 09; www.akelarre.net). Padre Orkolaga, 56. Igueldo. Alrededor de 115 euros.- Zuberoa (943 49 12 28; www.zuberoa.com). Plaza de Bekosoro, 1. Oiartzun. Men¨² degustaci¨®n, 110.- Mugaritz (943 52 24 55; www.mugaritz.com). Aldura Aldea, 20. Errenteria. Entre 100 y 120 euros.- Mart¨ªn Berasategui (943 36 64 71; www.martinberasategui.com). Loidi Kalea, 4. Lasarte-Oria. Men¨² degustaci¨®n, 142 euros.- Juan Mari Arzak (943 27 84 65; www.arzak.info). Alcalde J. Elosegi, 273. Ategorrieta-Ulia. Precio medio, entre 115 y 130 euros.Visitas- Chillida Leku (943 33 60 06; www.eduardo-chillida.com). Hernani. Del 2 de septiembre al 30 de junio, abre de 10.30 a 15.00. Martes cerrado, excepto festivos. Entrada, 8 euros.- Museo San Telmo (www.museosantelmo.com). En obras.Informaci¨®n- 55? Festival de San Sebasti¨¢n (www.sansebastianfestival.com; 943 48 12 12). Del 20 al 29 de septiembre. Las entradas se pueden comprar unos d¨ªas antes del inicio del festival (habitualmente, desde el domingo anterior) a trav¨¦s de Internet, en los cajeros ServiKutxa, por tel¨¦fono (901 333 555), en el Kursaal y, el mismo d¨ªa de la proyecci¨®n, en las propias salas.- Oficina de turismo de SanSebasti¨¢n (943 48 11 66; www.sansebastianturismo.com).
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