Divorcio en Marruecos
Las elecciones legislativas celebradas el pasado viernes en Marruecos -las segundas desde la llegada al trono de Mohamed VI en julio de 1999- han resultado un enorme fracaso de participaci¨®n ciudadana y un rev¨¦s considerable no s¨®lo para los islamistas moderados, sino para las expectativas de modernizaci¨®n del pa¨ªs norteafricano. La abstenci¨®n ha registrado marcas hist¨®ricas. Apenas el 37% de votantes inscritos acudi¨® a las urnas y en las grandes ciudades como Casablanca, considerada la capital econ¨®mica, el porcentaje no lleg¨® al 30%.
La abstenci¨®n va m¨¢s all¨¢ de la simple realidad de que Marruecos es un pa¨ªs donde la mitad de la poblaci¨®n es analfabeta y el nivel de pobreza elevado. El escaso inter¨¦s refleja un grav¨ªsimo divorcio entre la sociedad y los partidos -incluido el islamista Partido de la Justicia y el Desarrollo (PJD)-, pero tambi¨¦n entre la poblaci¨®n y el rey, cuyo poder contin¨²a siendo absoluto. EL PJD de Saad el Othmani ha sido el perdedor moral pese a haberse convertido en el segundo grupo parlamentario por detr¨¢s del hist¨®rico conservador nacionalista Istiqlal. Sus expectativas eran las de convertirse en la primera fuerza pol¨ªtica. No justifican los modestos resultados del PJD sus denuncias de que haya habido compra de votos. Saad el Othmani ha visto c¨®mo el electorado urbano ha puesto reservas a su programa -bastante m¨¢s moderado que el de la ilegalizada Justicia y Caridad-, que propugna reformar la Constituci¨®n para imponer la shar¨ªa, la ley isl¨¢mica. Con o sin ella, los partidos marroqu¨ªes buscan la reforma de la Carta Magna a fin de que los poderes del monarca no sean tan absolutos.
Mohamed VI tiene ahora la prerrogativa de designar al nuevo primer ministro; puede ser incluso una figura ajena a cualquiera de los grupos parlamentarios. Es previsible, en cualquier caso, que el pr¨®ximo Gobierno sea una reedici¨®n de la kutla demokrat¨ªa (bloque democr¨¢tico), en el que adem¨¢s del Istiqlal y otros grupos figuran los socialistas, que han sufrido unos p¨¦simos resultados. Marruecos tiene a¨²n un largo camino por recorrer para lograr la modernizaci¨®n prometida por Mohamed VI cuando lleg¨® al trono. El desarrollo de los derechos humanos sigue teniendo problemas y la econom¨ªa no despega, lo cual hace que las desigualdades sociales se mantengan y aumente el peligro de avance de los movimientos fundamentalistas.
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