El PSOE como bandera
Dos situaciones desagradables me retorcieron el ¨¢nimo la tarde del pasado s¨¢bado. La primera amargura proven¨ªa de la enfermiza pol¨ªtica de excitaci¨®n de lo identitario que se ha asentado en algunos ¨¢mbitos de la pol¨ªtica espa?ola y que provoca situaciones tan dolorosas como la vivida este fin de semana en el Ayuntamiento vasco de Lizartza, donde su alcaldesa, Regina Otaola, fue amenazada de muerte por un grupo de energ¨²menos. A la alcaldesa se le insultaba y agred¨ªa por ordenar que en su pueblo se cumpla la ley y que ondee la bandera de Espa?a en el balc¨®n del Ayuntamiento.
Llam¨¦ a la alcaldesa para trasladarle mi solidaridad y, poco despu¨¦s, habl¨¦ con el presidente Zapatero para comentarle si lo ocurrido ten¨ªamos que soportarlo en silencio sin que la Fiscal¨ªa actuase. Le dije que la sociedad espa?ola estar¨ªa enferma si a un gobernante le amenazan de muerte y no pasa nada. Me alegr¨® escuchar al presidente y encontrarlo en su sitio. Sus palabras fueron alentadoras y gratificantes: "?Pepe!, ya he llamado al fiscal".
Afortunadamente, el presidente no soporta que se viole la legalidad. La falta de respeto y el desprecio de la legalidad mediante la arrogante v¨ªa de los hechos consumados no va a tener al PSOE de c¨®mplice ni de encubridor.
Hablaba de dos situaciones desagradables en la tarde del s¨¢bado. La otra es una historia sin el trasfondo separatista de la anterior, pero igualmente preocupante: me contaba una amiga que acudi¨® al hospital m¨¢s cercano a un accidente en el que sufri¨® diversas roturas de huesos y all¨ª, tras reconocerla, le dijeron: "V¨¢yase a su autonom¨ªa". El argumento para atender su dolencia o dejar de hacerlo no radicaba en la urgencia de su problema de salud, sino del lugar de residencia de la enferma. Finalmente, y tras dos horas de viaje lleg¨® al centro sanitario de "su autonom¨ªa".
Hasta tal punto se est¨¢n afianzando las referencias de lo local y las fronteras administrativas que muchas veces las soluciones que los ciudadanos nos exigen las convertimos est¨²pidamente en problemas irresolubles. ?Qu¨¦ decir de las declaraciones del gobernante que ha renunciado expl¨ªcitamente a que la Unidad Militar de Emergencias se emplease en la lucha contra incendios en el Pa¨ªs Vasco, como si a las gentes a las que se les quema la casa les importase el color del fuselaje del hidroavi¨®n que intenta sofocar el incendio?
Esta empobrecedora, rancia y pueblerina pol¨ªtica de localismos absurdos y ego¨ªstas con marketing propio de lavavajillas, los de Villarriba contra los de Villabajo, descontextualizada de las exigencias reales de la ciudadan¨ªa, acaba calando entre los ciudadanos que distra¨ªdamente se van alejando de las urnas, en ocasiones por lo atrabiliario de algunas propuestas de los separatistas y, en otras, por nuestra excesiva condescendencia. La participaci¨®n en los ¨²ltimos refrendos estatutarios de Catalu?a y Andaluc¨ªa es una muestra incuestionable; la tendencia a la baja de las ¨²ltimas municipales, un aviso.
Como socialista me rebelo. Unos s¨¢bados m¨¢s que otros, pero siempre con desasosiego. Es superior a mi inteligencia y a mis convicciones pol¨ªticas admitir que el futuro, el progreso, la igualdad de oportunidades de los moradores de la octava potencia econ¨®mica del mundo se escriban con los renglones torcidos de la insolidaridad, la intransigencia, la falta de respeto democr¨¢tico y la ilegalidad que propugnan y practican ciertos advenedizos de una levedad pol¨ªtica lacerante.
La pluralidad que se respira en Espa?a a pleno pulm¨®n no exige como contrapartida la asimetr¨ªa pol¨ªtica y centr¨ªfuga que reclaman los separatistas.
Ser distintos, como somos los espa?oles, incluso sin salir de una misma familia, no puede dar derecho a la desigualdad, y si en los predios del socialismo hay compa?eros que no lo comprenden es sencillamente porque se han alejado del sentido com¨²n o porque se han vendido a un nacionalismo de alquiler con el que compartir un pobre y fr¨ªo plato de lentejas. Comprendo mucho m¨¢s a los nacionalistas de toda la vida, a los del PNV o de CiU, que a los socialistas que tratan de ganarlesterreno pol¨ªtico y rebasarles en su propio terreno.
Sin embargo, y pese a los empentones y envalentonamientos de los nacionalismos m¨¢s estrafalarios, pese a los retorcimientos de la ley para ampararse en el privilegio de una nueva oligarqu¨ªa caciquil, pese a las concesiones y a los pactos que cualquier Gobierno en minor¨ªa pueda consentir, tengo la confianza firme en el PSOE como ¨²nico instrumento para construir una pol¨ªtica de Estado s¨®lida, inteligente, integradora, plenamente democr¨¢tica, eficaz. Una pol¨ªtica de altura.
Es al presidente del Gobierno y secretario general de mi partido a quien le corresponder¨¢ en los pr¨®ximos cuatro a?os capitalizar esa acci¨®n pol¨ªtica decidida, tan dificultosa como apasionante.
En el empe?o de gobernar una gran naci¨®n como Espa?a va a contar con cientos de miles de socialistas y millones de espa?oles a los que les interesan los problemas reales de los ciudadanos, residan donde residan y hablen como hablen y canten a quien canten. No podemos fundirles los plomos a los ciudadanos de ninguna ciudad, dejarlos a oscuras, y echarle la culpa a los Reyes Cat¨®licos o a Jaume I.
Somos millones de espa?oles, de aqu¨ª y de all¨¢, del norte y del sur, con acento o idioma diferenciado, los que no renunciamos a nuestra patria chica, a nuestro catastro particular, a nuestras ra¨ªces m¨¢s ¨ªntimas, pero a los que Espa?a y sus s¨ªmbolos, banderas e himnos, no nos molestan porque multiplican, no nos dividen. Suman, no restan... y, adem¨¢s, nos las hemos dado en una Constituci¨®n por la que muchos luchamos desde antes de que hubiera libertad.
S¨ªmbolos integradores, democr¨¢ticos, libertadores, que evocan y defienden la igualdad. Fuera de ese marco de libertad que la Constituci¨®n establece sobrevuelan las penumbras del pasado: la trampa, la ilegalidad, el asalto, la dictadura.
Sin la Constituci¨®n, todos los nuevos trovadores de la desigualdad estar¨ªan en calzones, sin nada, sin siquiera el arpa con la que cantar las bellas estrofas de exaltaci¨®n del ego¨ªsmo y la diferencia con un estribillo recurrente "mi ombligo y yo".
Por eso, afirmo que me gusta mi pa¨ªs y tambi¨¦n mi partido, en el que milito desde hace m¨¢s a?os que los que disfrutamos de libertad. En ¨¦l he aprendido a trabajar por las personas que menos tienen y m¨¢s solidaridad necesitan, sin pensar en la cartilla de identidad o de origen con la que hoy las minor¨ªas desenfrenadas tratan de imponer su ley privada, privilegio, a una mayor¨ªa de izquierdas y de derechas en demasiadas ocasiones errada, pero no errante.
Somos millones de personas con vocaci¨®n de universalidad, respetuosos con los museos etnol¨®gicos y con las posiciones y anhelos pol¨ªticos de cada cual por insensato que se nos represente, pero firmemente convencidos de que, por ejemplo, la bandera de Espa?a merece al menos tanto respeto que cualquier otra, no por su tela o color¨ªn, sino por los valores de libertad y respeto que encarna.
Algunos son tan contrarios a la igualdad de los espa?oles como a la Espa?a que garantiza esa igualdad. Por eso, los que rompen y queman banderas de Espa?a no son ni gudaris ni valientes, sino herederos de los carlistones m¨¢s analfabetos y trabucaires.
En los peores tiempos de dudas me ha acompa?ado la convicci¨®n profunda de que el PSOE nunca ser¨¢ nacionalista y ser¨¢ el instrumento m¨¢s eficaz para defender a Espa?a y su Constituci¨®n, cuya generosidad permite financiar incluso a los que la apedrean. La contestaci¨®n que el presidente me dio el s¨¢bado pasado -"ya he llamado al fiscal"- as¨ª lo acredita.
Jos¨¦ Bono ha sido presidente de la Comunidad de Castilla-La Mancha y ministro de Defensa.
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