El fracaso del catolicismo espa?ol
Es com¨²n dar por hecho que la religi¨®n, heredada del tiempo de nuestros mayores y ancestros, decae hist¨®ricamente y que, siendo extempor¨¢nea, ya no juega un papel significativo en nuestro tiempo. Y esto a despecho de que la principal potencia econ¨®mica y militar, Estados Unidos, tenga en su Constituci¨®n y en su moneda, que es el patr¨®n de la econom¨ªa mundial, la invocaci¨®n al dios cristiano, manifestando as¨ª pr¨¢cticamente la confesionalidad del Estado. Y de que todos sus presidentes se declaren creyentes p¨²blicamente y hagan de ello bandera pol¨ªtica. A despecho tambi¨¦n de que el Estado de Israel, que juega un papel tan importante en la pol¨ªtica norteamericana y mundial, viva verdaderamente como Estado confesional; de que pa¨ªses como Ir¨¢n, que juega un papel cada d¨ªa m¨¢s activo en el escenario internacional, sea beligerantemente confesional; de que la religi¨®n musulmana est¨¦ siendo desde hace unas d¨¦cadas un instrumento de afirmaci¨®n identitaria para una parte importante de la juventud ¨¢rabe, creando un nacionalismo radical religioso transversal a los Estados existentes, ¨¢rabes o europeos.
En realidad, la religi¨®n, basta considerarla en su dimensi¨®n ideol¨®gica, es, en nuestro tiempo, un instrumento principal¨ªsimo en el conflicto entre intereses y visiones del mundo. No el comunismo, es la religi¨®n el fantasma que recorre Europa y el planeta. Y donde la religi¨®n no se manifiesta de forma clara aparece en sus formas m¨¢s seculares: en ideolog¨ªas m¨ªsticas comunitarias. Pues los humanos seguimos buscando y hallando credos y fes en las que disolver nuestro insoportable yo en alg¨²n nosotros. Buscamos argumentos que nos sit¨²an no s¨®lo en el espacio sino tambi¨¦n en el tiempo, que nos dan memoria y futuro, o sea trascendencia a nuestras vidas. Y de este modo encontramos algo de sentido a nuestra vida individual y solitaria.
Lo que en la inteligencia europea es minusvaloraci¨®n de la religi¨®n, que le impide ver la realidad, en Espa?a es un desprecio intelectual absoluto. Quiz¨¢ ese desprestigio de la religi¨®n en general se deba entre nosotros a algo m¨¢s que al esquematismo de ep¨ªgonos tard¨ªos de la Ilustraci¨®n, es la repulsa hacia la Iglesia cat¨®lica que ha condicionado tanto nuestras vidas y la sociedad. Pues el catolicismo para nosotros tiene rasgos propios, es la ideolog¨ªa nacional, y nacionalista, espa?ola. El nervio del argumento de la naci¨®n espa?ola fue escrito por cl¨¦rigos y el supuesto continuo hist¨®rico cat¨®lico-castellano se basa en la continuidad de la Iglesia cat¨®lica espa?ola. Las cr¨®nicas medievales de Xim¨¦nez de Rada pretenden continuarse ahora en el discurso de Rouco Varela. Es l¨®gico que frente a ese argumento de la esencia de Espa?a exista un contradiscurso comunitario nacional en las di¨®cesis vascas y catalanas.
Y es que no hablamos de fe, hablamos de pol¨ªtica, la lucha por el poder es lo que hay tras la beligerancia de la Iglesia espa?ola. Cuando presionan para imponer su doctrina a todos los ciudadanos, cuando intentan que su ideario religioso sea la ideolog¨ªa del Estado y la sociedad, intentan mantener su papel hist¨®rico. La Iglesia cat¨®lica espa?ola, los obispos, creen ser la esencia de Espa?a, los que coronan reyes o casan pr¨ªncipes, hablan literalmente en nombre de Espa?a.
Evidentemente es falso, intentan usurpar el poder y negar la existencia a la ciudadan¨ªa, pero la Iglesia es due?a de los s¨ªmbolos que articulan la vida pol¨ªtica toda, incluso los ministros juran su cargo ante un crucifijo. Y hasta ahora ha sido due?a de los ritos de la vida social y personal, del bautizo al entierro, pasando por la boda. El debate pol¨ªtico que la Iglesia cat¨®lica le plantea a la sociedad espa?ola es profundo, le disputa a la ciudadan¨ªa la propiedad del Estado y, en su sentido m¨¢s profundo, la misma autoridad.O mandan los obispos o mandan los ciudadanos.
Los obispos reclaman el poder que se les escurre entre los dedos y por eso remarcan los rasgos de su ideolog¨ªa, su integrismo frente a una cultura laica que la sociedad ya ha interiorizado hace tiempo de un modo natural. Los cambios sociol¨®gicos e ideol¨®gicos han sido profundos, esta Iglesia ya no expresa a esta sociedad. La representaba ideol¨®gicamente despu¨¦s del golpe contra la Rep¨²blica, de la represi¨®n de posguerra y durante el franquismo: cuando la Iglesia ten¨ªa su cupo en las Cortes franquistas, cuando para ser obispo hab¨ªa que tener el pl¨¢cet de Franco. Entonces la Iglesia s¨ª era due?a ideol¨®gicamente de Espa?a, o sea de los espa?oles. Hoy, no.
La violencia de la Cope es el canto del cisne de lo que fue. El integrismo cat¨®lico hoy es un tigre o m¨¢s bien un fantasma de papel, la prueba es su agresividad, s¨ªntoma de su impotencia. La sociedad simplemente no querr¨ªa vivir encerrada en su utop¨ªa reaccionaria. La Iglesia se reclama due?a de la historia espa?ola pero es su esclava, atada a ese pasado que tuvo su fruto granado en el nacional catolicismo franquista. Incapaz de romper con su pasado, de asumir errores, cargando con su integrismo, ha perdido su hegemon¨ªa sobre la sociedad. Su fracaso ideol¨®gico es patente, la Iglesia espa?ola tendr¨¢ a¨²n mucha parroquia pero est¨¢ sectarizada. S¨®lo una facci¨®n, esta derecha en su b¨²nker, acepta su liderazgo moral.
Ese fracaso hist¨®rico es clamoroso, pues el nacional catolicismo fue un r¨¦gimen totalitario en el que Ej¨¦rcito e Iglesia no s¨®lo controlaron la vida p¨²blica, tambi¨¦n modelaron el yo de generaciones de espa?oles. Tal fue su poder.
Y precisamente es en Espa?a, debido al fracaso del catolicismo, donde se da de un modo m¨¢s acusado que en otras sociedades europeas la p¨¦rdida de todo el cr¨¦dito de la religi¨®n. Al no adaptarse a nuestro tiempo hist¨®rico resulta un obst¨¢culo, lo que el catolicismo nos dice no tiene nada que ver con lo que vivimos y sentimos. La ley de los obispos resulta extempor¨¢nea e inhumana, carece de sentido de la realidad. As¨ª, excepto en Euskadi y Catalu?a, donde el catolicismo se ha pegado m¨¢s a la comunidad y todav¨ªa es un referente con un papel aceptado en la vida social, se puede decir que la sociedad espa?ola es hoy irreligiosa. La corrupci¨®n del mensaje cristiano que fue el nacional catolicismo ha merecido la censura pol¨ªtica e incluso moral de la mayor¨ªa de la sociedad y el empecinado integrismo, su alejamiento. As¨ª, el fracaso de la Iglesia ha ayudado a que la cat¨®lica y tradicional sociedad espa?ola, parad¨®jicamente parezca ser la m¨¢s "moderna" de las europeas.
Cabe preguntarse qu¨¦ consecuencias est¨¢ teniendo para la moral social, hay signos de anomia en nuestra sociedad. Si la moral cat¨®lica tradicional no es v¨¢lida para esta sociedad, ?qu¨¦ moral social existe? ?Cu¨¢l es el consenso moral? ?Lo hay? ?Qui¨¦n tiene legitimidad o capacidad para establecer un nuevo consenso que nos diga lo que est¨¢ bien y lo que est¨¢ mal? ?O soportaremos vivir sin un orden que nos diga lo que est¨¢ bien y lo que est¨¢ mal? Si es as¨ª, no podremos educar a nuestros hijos en una ¨¦tica personal. Sin moral, qu¨¦ ¨¦tica. La ¨¦tica es din¨¢mica y ¨¢gil pero la moral tiene que tener consistencia y estabilidad, no se levanta sobre pilares relativos. ?Podemos tener moral sin fundamento religioso? Es decir, sin fundamento, sin mito fundacional. No creo que las ideolog¨ªas puedan fundar moral, s¨®lo lo hacen cuando se transforman en mito comunitario, como el comunismo, el fascismo o algunos nacionalismos. Es el mito, la religi¨®n, quien da el orden ¨²ltimo al mundo. Pero como no parece posible tener una fe religiosa simplemente porque nos convenga quiz¨¢ debamos afrontar hoy este vivir desmoralizados, pues es nuestra realidad. ?O sabe alguien una manera de cimentar valores comunes indiscutidos y aceptados?
O eso o repensar la religi¨®n, y tendr¨ªa que ser un pensar distinto, un pensar sintiendo. En ese caso deber¨ªamos mirar hacia atr¨¢s, al principio, y volver a preguntarnos por el final, la muerte. La muerte es una fuente de preguntas sobre la vida. ?Es la vida humana sagrada? Antes de contestar podr¨ªamos detenernos para siempre en discutir lo que es "sagrado", pero tambi¨¦n podemos contestar s¨ª o no simplemente. Si no es sagrada es un bien tangible y tasable, si es sagrada quiz¨¢ podamos sobre eso levantar moral para nuestro vivir. Que es un vivir cada vez m¨¢s ensanchado, o achicado, por el espacio que crean los mass media, ese mundo vigoroso creado por nosotros pero que parece haberse emancipado y tener vida propia: result¨® que nuestra civilizaci¨®n apol¨ªnea incub¨® el huevo del monstruo dionis¨ªaco. Es un mundo nuevo, una nueva dimensi¨®n, donde la moral pinta muy poco y manda el deseo.
En este tiempo nuevo las generaciones adultas conservamos, aunque no lo reconozcamos, la moral judeocristiana que nos trasmiti¨® de grado o por fuerza la Iglesia, aunque ella no la siga. ?sas son las nociones que muy malamente intentamos transmitir a los que vienen, ?pero ellos qu¨¦ heredar¨¢n? ?Una discoteca, una pantalla?
Suso de Toro es escritor.
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