Tejela, 5 orejas, y 2 de Juli, 7

Con aplomo midi¨® EJ al 1? en el capote y con suavidad, sin molestar, lo traste¨® en la franela hacia el tercio, donde ya lo ten¨ªa en el canasto. Fueron las series a m¨¢s y se gustaba en un derechazo cuando una pe?a hizo volar papelillos, como en Nueva York. Tampoco en la izquierda roz¨® una sola vez el burel la tela; ni en el circular que enardeci¨® la plaza. Temple y saber. Pero pinch¨® en lo alto, donde despu¨¦s le mat¨®. El alguacil limpi¨® en la arena la sangre del trofeo.

El 3? derrib¨® al caballo y ca¨ªa el picador de latiguillo mientras una nube provocaba desbandadas en el tendido. Con cabeceo y breves arreones, tomaba la muleta que EJ le planchaba, y que en la izquierda, entre el barullo del agua de septiembre, empez¨® a barrer la arena. Y as¨ª en la diestra, cuando el toro ya era otro, y Juli¨¢n, ajeno a los eventos clim¨¢ticos, toreaba -muy bien- para ¨¦l. Y para el toro. Un se?or que sal¨ªa hacia el vomitorio le soplaba a su mujer en la oreja: "Bueno para las setas".

Al 5?, toro breve, bien hecho y armado, le picaron atr¨¢s, rectificando y con barrena, salt¨® en banderillas y le costaba tragar la muleta que EJ le volaba a cuatro dedos del pit¨®n y a otros cuatro del piso, hasta que la sigui¨®. ?Vaya poder! Cuando dej¨® media espada sonaba una campana bajo el arco iris. "Est¨¢n llamando a misa", dijo alguien, y el presidente sac¨® el pa?uelo mientras arrastraban al toro.

El 2?, cinque?o escurrido de V. del R¨ªo, alargaba el cuello tras la capa, se quedaba fijo en el peto, y el piquero opt¨® por se?alar. Brind¨® MT en esta tierra medio suya y el toro segu¨ªa el pa?o con tal codicia que perd¨ªa el equilibrio de puro avionear. Estuvo lento MT en darse cuenta de que esos toros estallan en dos series y sac¨® tard¨ªos y sabrosos naturales a los que el astado no dejaba de embestir. En la diestra beb¨ªa la muleta, volaba en ayudados y le enga?aban los desmayos. As¨ª seguir¨ªa si no lo llega a matar (mal).

No quiso repetir error en el 4?, cinque?o al que ci?¨® la cadera en ver¨®nicas y en la muleta, tras buscar los medios, le levant¨® algo la tela para solventar sus flojezas. Y ah¨ª tore¨®. Naturales de buen trazo, de figura cartelera, y templados derechazos, girando la mu?eca mientras la muleta hac¨ªa abanicos, y las pe?as arrastraban a todos a cantar y palmear Amparito Roca (la banda no tocaba porque hab¨ªa gente de pie delante de ella). Se gustaba Mat¨ªas con brujer¨ªa y hondura. En los remates finales, los molinetes de rodillas, los de pecho y los desplantes, la explosi¨®n de voces rubricaba la faena grande.

Puyas traseras y desgarradoras, seis banderillas al piso, calentaban las gargantas m¨¢s que la sangre del toro. Que era buena y le impel¨ªa a seguir la muleta. Tejela, cumplida su raci¨®n de toreo, tard¨® en ver que el bicho repet¨ªa y se le escapaba la hora. Cuando lo hizo, se ci?¨® en series de naturales de curvo sabor torero e hizo revivir la atardecida en la revuelta arena alcarre?a.