El loro y el chocolate
CON ESTA CARRERA de fondo a unas elecciones para las que todav¨ªa queda medio a?o -?habr¨¢ cuerpo que lo resista?-, los nuevos ministros del Gobierno de Espa?a han madrugado tambi¨¦n y cada cual se ha aplicado a presentar su promesa electoral, no importa el precio que haya que pagar. De momento, ya sabemos que los afortunados ni?os de Espa?a, adem¨¢s de los 2.500 euros del ala, disfrutar¨¢n de dentista y sus proyectos de vida no se ver¨¢n frustrados por falta de piso. La cosa, claro est¨¢, no parar¨¢ ah¨ª: esto es s¨®lo el comienzo; lo bueno est¨¢ todav¨ªa por llegar.
Quiz¨¢ para cortar la avalancha que se avecina, o tal vez porque ha cumplido la edad de la jubilaci¨®n acumulando sabidur¨ªa, el caso es que el vicepresidente segundo, que resulta ser ministro de Econom¨ªa y Hacienda, salta en cada ocasi¨®n al ruedo para recordar, primero, que la noticia le pilla por sorpresa, es decir, si no se entiende mal: que no ha pasado por Consejo de Ministros, y, segundo, que ser¨¢ dif¨ªcil darle curso si no viene acompa?ada de la consiguiente memoria presupuestaria. Ni el presidente cuando lo de los 2.500, ni la ministra de Vivienda cuando muestra su apoyo al presidente de la Junta de Andaluc¨ªa, ni el ministro de Sanidad cuando anuncia tratamientos bucales gratuitos han hecho los deberes, pensando tal vez que, bien mirado, lo que cada cual promete no es m¨¢s que el chocolate del loro.
Algo raro ocurre: no se recuerda un goteo de compromiso de gasto que haya tropezado, el mismo d¨ªa que se anuncia, con la reticencia claramente manifestada por un vicepresidente. Pedro Solbes no es un novato en estas lides y sabe bien el significado de la solidaridad ministerial y lo mal que cae en sistemas presidencialistas como el nuestro -en el que los ministros act¨²an como secretarios de despacho con conexi¨®n directa con el presidente- que un ministro manifieste opini¨®n propia. Fue titular de Agricultura, Pesca y Alimentaci¨®n en 1991 y sucedi¨® a Carlos Solchaga en Econom¨ªa y Hacienda en julio de 1993, cuando tuvo que recoger, desde las primeras horas de la ma?ana, el mont¨®n de botellas de champ¨¢n descorchadas hasta altas horas de la madrugada en los eventos del 92. Gracias a su trabajo, tres a?os despu¨¦s, cuando los socialistas hubieron de dejar el Gobierno, el ciclo econ¨®mico hab¨ªa cambiado de signo: ¨ªbamos para arriba.
No hemos dejado de ir desde entonces. Muchos factores han coadyuvado a esa singular trayectoria, sin duda. Entre ellos, que Solbes estaba ah¨ª al principio y que, despu¨¦s de su periplo europeo, sigue ah¨ª todav¨ªa. Y no de cualquier modo. A Solbes poco se le puede ense?ar, desde un peri¨®dico, una radio o una televisi¨®n, sobre su trabajo, ni dar lecciones de conducta solidaria, o de que se ponga en fila ante el un¨¢nime clamor: campeones, campeones, o¨¦, o¨¦, o¨¦, que nos llega del grupo parlamentario socialista. Todav¨ªa no hace mucho que ¨ªbamos para lo mejor en el mejor de los mundos y al d¨ªa siguiente explot¨® un bombazo. ?No hemos aprendido nada de tales predicciones? ?Por qu¨¦ seguir prediciendo procesos que no se controlan ni se pueden controlar? Es posible que no entremos en recesi¨®n, pero igual nos echan de la champions cuando menos lo esperemos.
Si alguien en elevada posici¨®n durante una ristra muy considerable de a?os ha mostrado comedimiento en la expresi¨®n, cautela en las opiniones, cortes¨ªa en el trato, saber hacer, en definitiva, ¨¦se es el vicepresidente segundo del Gobierno. Por tanto, si en alguna ocasi¨®n dice: prefiero una actuaci¨®n a una ley, o si solicita, como es su deber, una memoria econ¨®mica, habr¨ªa que escucharle. Al menos habr¨ªa que concederle el beneficio de la duda: ?no tendr¨¢ raz¨®n alguien con su experiencia cuando exige, antes de prometer el oro y el moro, que se hagan las cuentas?
La experiencia inmediata de los ministros de este Gobierno, lo que les impulsa a presentarse como ministros sandungueros, es la de un pa¨ªs en crecimiento continuo: eran j¨®venes cuando el 93, y del 76, ni idea: toda su vida ha consistido en ir hacia arriba. Tal vez por eso, ven como la cosa m¨¢s natural del mundo salir un buen d¨ªa ante las c¨¢maras, formular una propuesta que incrementa el gasto, y cuando alguien pregunta: ?cu¨¢nto es?, responden que, bueno, hombre, que no es para tanto: total, mil millones ?El chocolate del loro! Pues, cuidado, que hubo una vez un loro que de tanto chocolate, pesc¨® una indigesti¨®n y la di?¨®. Y Solbes ya no estar¨¢ ah¨ª para recoger el cad¨¢ver.
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