El catalanismo y su misterio
El misterio de la Sant¨ªsima Trinidad no ayuda a entender la divinidad, pero da mucho juego para interpretar las realidades terrenales. L¨®gico, es una construcci¨®n humana, y nos propone una sutil distinci¨®n entre la naturaleza de un ente abstracto y las personas o actores que lo hacen operativo. Como es costumbre en este pa¨ªs, los debates esencialistas se expresan mediante confrontaciones nominalistas, ocupan a sus protagonistas y crean m¨¢s confusi¨®n que claridad entre la ciudadan¨ªa. ?Hay un catalanismo o unos cuantos? ?La casa com¨²n del catalanismo es un partido existente o a inventar, un frente nacionalista prescindiendo de los catalanistas que no son nacionalistas de nada, o es un tripartito que se autoproclama el verdadero catalanismo, o es un objeto pol¨ªtico a¨²n no identificado? Las declaraciones de los l¨ªderes pol¨ªticos sobre el tema no han sido especialmente brillantes ni convincentes.
Se ha perdido la iniciativa pol¨ªtica y la ciudadan¨ªa no creo que entienda qu¨¦ quieren los partidos y sus dirigentes
Un inteligente pol¨ªtico franc¨¦s, Edgar Faure, dec¨ªa que en pol¨ªtica y en general en cualquier actividad en la que se confronten actores era conveniente explicitar primero todo aquello en lo que se estaba de acuerdo y aislar aquello en lo que se estaba en desacuerdo y pod¨ªa ser objeto de conflicto. Lo cual creaba buenas condiciones para un di¨¢logo y un compromiso, o por lo menos evitaba entrar en una din¨¢mica de confrontaci¨®n confusa y sin salida. Que el catalanismo es uno y que a la vez hay muchas formas de ejercer el catalanismo pol¨ªtico es, como dir¨ªa Foix, algo que "ho sap tothom i ¨¦s profecia". Y el misterio del catalanismo se puede interpretar mediante la distinci¨®n entre la naturaleza y las personas.
Hay un catalanismo necesariamente com¨²n o compartido, es su naturaleza. La afirmaci¨®n de una identidad catalana diferenciada hecha de permanencias (por ejemplo, la lengua) y de continuadas nuevas aportaciones (por ejemplo, las migraciones). La exigencia de autogobierno que es, a la vez, un derecho que se legitima en la historia y en la voluntad pol¨ªtica presente y tambi¨¦n una condici¨®n necesaria para responder positivamente a los retos del mundo actual. Y la obligaci¨®n, si se quiere ser eficaz, de presentar un frente unido ante los gobiernos y las administraciones centrales del Estado, para que se reconozca del todo la identidad y se pacte un nivel de autogobierno real.
Pero la naturaleza se expresa por medio de las personas; en primer lugar por medio de los partidos y l¨ªderes pol¨ªticos que son los protagonistas principales del relato. Y estos actores tienen cada uno su manera de entender las pol¨ªticas que se deben hacer en Catalu?a y en el resto del Estado. En muchos aspectos representan intereses y valores diferentes, a veces opuestos. Y, sobre todo, tanto los l¨ªderes como los partidos y las tendencias al interior de ¨¦stos, est¨¢n en competencia entre ellos, se disputan el poder y supeditan el inter¨¦s com¨²n, la naturaleza, a las ventajas que pueden obtener los unos contra los otros.
Las palabras, aparentemente conceptos fundadores, como autodeterminaci¨®n, federalismo (universal o diferenciado), soberan¨ªa (en realidad cosoberan¨ªa), techo auton¨®mico propio, marco constitucional actual o reformado, enfrentan y confunden, conducen a la inoperancia pol¨ªtica y al aburrimiento ciudadano. Permitan una opini¨®n muy personal respecto al concepto de autodeterminaci¨®n. Creo que en el curso de la transici¨®n todos los partidos democr¨¢ticos catalanes eliminaron de sus programas el principio de autodeterminaci¨®n por un exceso de prudencia que ni entonces ni ahora me pareci¨® justificado. Se trata de un derecho propio e inalienable de cualquier comunidad m¨¢s o menos nacional. Probablemente este derecho no era, ni es ahora, ejercitable a corto plazo, pero s¨ª que corresponde al horizonte pol¨ªtico deseable y un elemento de movilizaci¨®n y presi¨®n eficaz en la confrontaci¨®n con el Gobierno del Estado. Sobre los otros conceptos -federalismo, autonom¨ªa, cosoberan¨ªa, etc¨¦tera- conviene primero darles un contenido concreto y probablemente se podr¨ªan unificar en un escenario com¨²n en el que cupiera el m¨¢ximo posible del desarrollo estatutario y constitucional, y un poco m¨¢s. Pero ahora, en medio de tanta confusi¨®n, presenciamos at¨®nitos, como el desarrollo del nuevo Estatuto es le¨ªdo desde el Gobierno del Estado de forma regresiva y no recibe desde Catalu?a una respuesta contundente y unitaria. Se ha perdido la iniciativa pol¨ªtica y la ciudadan¨ªa no creo que entienda qu¨¦ quieren, a d¨®nde quieren ir a parar, los partidos catalanes y sus actuales dirigentes.
Para terminar, un comentario sobre un caso concreto: las infraestructuras. El abandono de la exigencia de que el sistema aeroportuario catal¨¢n corresponda a la Generalitat nos parece una prueba de debilidad muy preocupante. Incluso en algunos pa¨ªses pol¨ªticamente unitaristas la gesti¨®n completa de los aeropuertos corresponde a la regi¨®n o a la ciudad. El consorcio que se propone, en los que Generalitat y ayuntamientos estar¨¢n en minor¨ªa, no aporta pr¨¢cticamente nada al autogobierno. Y la propuesta del Ministerio de Fomento respecto a la transferencia de las comunicaciones ferroviarias de Cercan¨ªas es, sencillamente, una tomadura de pelo. Se trata al Gobierno de Catalu?a como si fuera un operador privado al que se concede la gesti¨®n de las comunicaciones, pero las l¨ªneas, es decir, la infraestructura sobre la que se circula, contin¨²a en poder del Gobierno central. O dicho de otra forma, se nos dice "ustedes van a poder presumir de gestionar Cercan¨ªas y nosotros decidiremos c¨®mo y c¨²ando podr¨¢n utilizar nuestras v¨ªas". El ministerio decidir¨¢ c¨®mo se mantienen, qu¨¦ conexiones se hacen, cu¨¢les van a ser las prioridades de su uso, es decir, todo lo que puede generar conflictos, pero ser¨¢ la Generalitat la que deber¨¢ dar la cara cuando se repitan los problemas a que nos tiene acostumbrados el arrogante y poco eficiente Ministerio de Fomento.
Esta orientaci¨®n gestora y subordinada que pretende imponer el Gobierno del Estado no se puede contrarrestar pidiendo un poco m¨¢s de gesti¨®n. La Generalitat es un poder pol¨ªtico, no una empresa concesionaria. Debe exigir y conquistar poder real de decisi¨®n sobre sus competencias, no asumir responsabilidades aparentes y ficticias que pueden conllevar problemas sin medios para prevenirlos o resolverlos. Volviendo al principio, al margen de las personas o los partidos, de Gobierno o de oposici¨®n, es preciso asumir la naturaleza del catalanismo, formar un bloque unitario para confrontarse con el Gobierno del Estado para negociar un reparto real de poder pol¨ªtico. Y dejarse de ret¨®rica metaf¨ªsica o ut¨®pica sobre calendarios lejanos y casas particulares propietarias de las esencias.
Jordi Borja es profesor de la Universitat Oberta de Catalunya.
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