Una familia contra el pa¨ªs m¨¢s poderoso del mundo
Los Couso insisten en que la muerte del c¨¢mara de Tele 5 fue un crimen de guerra y piden que se juzgue a los soldados de EE UU implicados
Jos¨¦ Couso estaba en el hotel Palestina la ma?ana que muri¨® alcanzado por un misil estadounidense porque le hab¨ªan dicho que salir de ¨¦l era peligroso. Aquel 8 de abril de 2003, EE UU avanzaba sobre Bagdad y la capital se convirti¨® en un inmenso campo de batalla. El resto de los periodistas que se alojaban en el Palestina -casi toda la prensa que se hab¨ªa desplazado a Irak a cubrir el conflicto, unos 300 periodistas- hab¨ªan hecho lo mismo y permanec¨ªan en sus habitaciones, para protegerse. Couso trabajaba aquella ma?ana desde la terraza de la suya, la 1.403, cuando fue alcanzado por el misil del carro de combate al que ¨¦l hab¨ªa estado grabando durante varias horas. Muri¨® en el hospital despu¨¦s de que los m¨¦dicos intentaran salvarle amput¨¢ndole una pierna.
"Parece una pelea imposible. Pero, aunque el empe?o me lleve el resto de mi vida, no lo dejar¨¦", dice su viuda
"?Has hecho un jodido disparo al hotel Palestina?", grit¨® el teniente coronel De Camp al capit¨¢n Wolford
Couso, de 37 a?os, con dos hijos, era el tercer periodista que perd¨ªa la vida por fuego estadounidense aquella ma?ana en Bagdad. Taras Protsyuk, un reportero ucranio de la agencia Reuters, que grababa desde la habitaci¨®n 1.502, muri¨® en la puerta de urgencias del hospital, a cinco minutos del hotel Palestina. Horas antes, dos bombas lanzadas desde un avi¨®n del ej¨¦rcito estadounidense sobre la sede de Al Yazira hab¨ªan fulminado al periodista jordano Tarek Ayub.
"A las pocas horas de la muerte de mi hermano ya sab¨ªamos que hab¨ªa sido un ataque premeditado. La teor¨ªa del accidente, de la mala suerte, dur¨® muy poco tiempo. Hasta que supimos que esa misma ma?ana los estadounidenses hab¨ªan atacado las sedes de las televisiones de Al Yazira y Abu Dhabi y hasta que vimos las cintas. Las cintas que grabaron periodistas alojados en el hotel en las que se ve¨ªa c¨®mo el carro de combate llevaba cinco horas parado a un kil¨®metro y medio y 35 minutos sin recibir ning¨²n disparo", explica Javier, uno de los hermanos de Couso. "Quer¨ªan intimidar a la prensa. Sab¨ªan perfectamente que los periodistas estaban en el Palestina y, por supuesto, en la sede de Al Yazira, que hab¨ªa facilitado al Pent¨¢gono sus coordenadas dos meses antes".
En su primera versi¨®n sobre lo ocurrido, el mismo 8 de abril de 2003, EE UU comunica al Gobierno espa?ol que el hotel Palestina hab¨ªa sido declarado "objetivo militar" 48 horas antes y que as¨ª se lo hab¨ªan comunicado a los periodistas. "Es mentira. Jos¨¦ era muy prudente. Precisamente me hab¨ªa contado que hab¨ªan tenido que cambiarse de hotel, del Rashid al Palestina, porque el Pent¨¢gono les hab¨ªa dicho que el Rashid pod¨ªa ser objetivo militar", asegura Lola Jim¨¦nez, viuda de Jos¨¦ Couso. "Fue un crimen de guerra, un asesinato. Desde el primer momento estuvo clar¨ªsimo".
El 1 de mayo de 2003, el entonces secretario de Estado norteamericano, Colin Powell, admit¨ªa en una visita oficial a Espa?a que los soldados sab¨ªan que el Palestina era el hotel de los periodistas, lo que contradec¨ªa las primeras declaraciones del sargento Thomas Gibson, autor del disparo: "Si lo hubi¨¦semos sabido, no habr¨ªamos disparado", hab¨ªa asegurado. Un par de semanas despu¨¦s, la familia de Couso present¨® una querella criminal por crimen de guerra y asesinato contra los responsables del ataque: Gibson y sus superiores, el capit¨¢n Philip Wolford, que dio la orden de disparar, y el teniente coronel Philip de Camp, a quien los periodistas empotrados en las filas de EE UU escucharon c¨®mo gritaba por la radio a Wolford: "?Has hecho un jodido disparo contra el hotel Palestina?".
El 12 de agosto lleg¨® la tercera versi¨®n. "Un folio. El Pent¨¢gono dec¨ªa que hab¨ªa disparado en defensa propia, lo cual es absurdo teniendo en cuenta, por ejemplo, el principio de proporcionalidad del derecho humanitario. En caso de que hubiera habido un francotirador, poco pod¨ªa haber hecho contra un carro de combate", se?ala Javier Couso. "Tenemos un familiar militar que nos ha explicado que, a la distancia a la que estaba el carro de combate del hotel, el visor del Abrams es capaz de ver hasta los rostros de las personas que pod¨ªan estar en la terraza, y, por supuesto, distinguir una c¨¢mara de televisi¨®n de unos binoculares de francotirador", afirma la viuda de Couso.
Durante estos cuatro a?os de proceso, los Couso se han familiarizado con t¨¦rminos de los que jam¨¢s hab¨ªan o¨ªdo hablar y que nunca les interesaron hasta la muerte de su ser querido. Javier Couso confiesa haber le¨ªdo "decenas y decenas" de libros sobre guerras y periodistas, adem¨¢s de todos los tratados, reglas y convenios existentes sobre la combinaci¨®n de esos dos elementos: periodismo y conflicto. "Tambi¨¦n leo unas cinco revistas militares al mes. Siempre estoy leyendo algo sobre el tema. No he dejado de pensar en mi hermano ni un solo d¨ªa desde que lo mataron. He visto las cintas decenas de veces, y cada vez que las veo me pongo malo".
Han aprendido jerga judicial o militar pero siguen intentando acostumbrarse a los altibajos de un proceso judicial que dura ya cuatro a?os y cinco meses. "Te llevas una alegr¨ªa e, inmediatamente despu¨¦s, una gran decepci¨®n. El juez dicta una orden de busca y captura contra los tres militares responsables del ataque y el fiscal la recurre. Psicol¨®gicamente es algo destructivo", explica Lola Jim¨¦nez. "Con todas las pruebas que hay piensas que deber¨ªa ser algo sencillo, pero al final es una familia contra el pa¨ªs m¨¢s poderoso del mundo", a?ade Javier Couso.
El juez de la Audiencia Nacional Santiago Pedraz reactiv¨® el pasado 16 de enero la orden de busca y captura y detenci¨®n internacional a efectos de extradici¨®n de Gibson, Wolford y De Camp, despu¨¦s de que la Audiencia Nacional la dejara sin efecto al archivar el caso por considerarlo "un acto de guerra contra un enemigo err¨®neamente identificado". La familia Couso recurri¨® y gan¨® ante el Supremo, pero la Fiscal¨ªa de la Audiencia Nacional solicit¨® de nuevo a finales de mayo el archivo de la causa. "La querella es por un crimen de guerra y los cr¨ªmenes de guerra no prescriben. Para nosotros, lo m¨¢s importante es que el caso siga vivo. Sabemos que es dif¨ªcil pero el hecho de que los militares implicados ya no puedan salir de su pa¨ªs es un peque?o triunfo", afirma Javier Couso.
"Yo nunca he visto tres militares del otro lado. Veo un muro infranqueable, una pelea imposible", dice Lola Jim¨¦nez. "Pero no pierdo la esperanza. Creo que al final conseguiremos que haya un juicio y que se depuren responsabilidades. Aunque el empe?o me lleve el resto de mi vida, no lo dejar¨¦. Jose se lo merece".
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