Guerreros y serpientes
ANGKOR, la ciudad sagrada de Camboya, no fue seleccionada el pasado julio como una de las siete nuevas maravillas del mundo. No ser¨ªa por falta de magnificencia, que le sobra, sino m¨¢s bien por seguir siendo una completa desconocida.
Sus templos se diseminan por una superficie de varios cientos de kil¨®metros cuadrados de jungla y el complejo central cuenta con decenas de edificios. Algunos se conservan en perfecto estado, pero otros est¨¢n tan abandonados que se teme que desaparezcan dentro de poco.
Franquear la puerta sur de Angkor Tomb, coronada con una cabeza de cuatro caras que se repite en el templo del Bayon hasta 37 veces, significa emprender un viaje en el tiempo que descubre los secretos del libro ¨¦pico Ramayana. Sus cientos de metros de relieves narran batallas infernales: los recorren decenas de esculturas de animales, bailarinas, monos vestidos de guerreros, serpientes multic¨¦falas; elefantes sobre los que se levantan terrazas impresionantes; balaustradas interminables; decenas de c¨¢maras, terrazas y miradores; ventanales con vistas que quitan el hipo; piscinas y estanques para abluciones y escalinatas de v¨¦rtigo. Y todo para el placer de los dioses: estos templos jam¨¢s los habit¨® humano alguno.
Y la selva, ?d¨®nde queda la selva? Pues se ha tenido que domesticar para que no devorara toda la belleza arquitect¨®nica del complejo. S¨®lo hay un templo, uno de los m¨¢s c¨¦lebres, donde la selva convive a¨²n con las ruinas: Ta Prohm, un recinto misterioso e inquietante donde el verdor de los musgos, la maleza y los gigantescos ¨¢rboles se mezclan de tal modo con la piedra, que resulta imposible saber d¨®nde est¨¢ la naturaleza y d¨®nde la mano del hombre.
Camboya es un pa¨ªs de contrastes. Y lo que m¨¢s sorprende al viajero, que aterriza preparado para una aventura digna de todo un explorador, es Siem Reap. Esta poblaci¨®n moderna, llena de lujosos hoteles y donde todo es simpat¨ªa, recibe al viajero con mimo: los habitantes recogen al visitante en el hotel y lo conducen hasta los mism¨ªsimos pies de los templos. El recorrido se hace en un minib¨²s con aire acondicionado y los necesarios litros de agua fresca.
Ojal¨¢ el turismo logre frenar el deterioro de la riqueza arquitect¨®nica de Camboya. La amabilidad de sus gentes y la belleza del paisaje convierten este pa¨ªs, y Angkor, en una de las siete joyas del mundo.
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