La patria, la gloria y la mortadela
Dios santo: desde que muri¨® Umbral no hago m¨¢s que acordarme de unos versos que escribi¨® Nicanor Parra, quien, a diferencia de Umbral, nunca ganar¨¢ el Cervantes, pese a ser ahora mismo, en la humilde opini¨®n de quien suscribe, el mayor poeta de la lengua: "As¨ª pasa la gloria del mundo / sin pena / sin gloria / sin mundo / sin un miserable s¨¢ndwich de mortadela".
Escribo este art¨ªculo viendo por el rabillo del ojo el partido Espa?a-Croacia del Eurobasket. Estos chicos de la selecci¨®n son raros: llevan 28 partidos y dos a?os invictos, pero act¨²an con una humildad de franciscanos; se divierten much¨ªsimo jugando juntos y carecen del menor af¨¢n de protagonismo individual; en la pista parecen bestias engendradas y paridas por tigres, pero en cuanto salen de ella se comportan con una educaci¨®n exquisita: son simp¨¢ticos, articulados, se r¨ªen sin parar y, pese a que el baloncesto es un deporte que se juega con la cabeza, muchos dedican sus ratos libres a la lectura; por lo dem¨¢s, atienden a los periodistas sin vanidad ni falsa modestia, realizan labores sociales sin poner repugnantes caras de buenos y, cuando un plasta consigue arrancarles una declaraci¨®n pol¨ªtica, las palabras que pronuncian son de una sensatez abrumadora. Mientras veo c¨®mo Espa?a va ganando sin problemas a Croacia, pienso que no es verdad que los deportistas no vivan en el mundo real: a lo mejor el suyo es m¨¢s real que el nuestro. Tambi¨¦n me acuerdo de una cosa que le o¨ª contar una vez a Mill¨¢s. Hace unos a?os acompa?¨® a Ronaldo en un viaje por Israel y comprob¨® con asombro que aquel chaval de veintitantos a?os, de origen humilde y sin estudios, se comportaba como un estadista enorme: rodeado a todas horas de una nube de admiradores, prodig¨® sonrisas, palabras amables y discursos de un sentido com¨²n sin fisuras, hasta el punto de que, cuando se march¨® del pa¨ªs despu¨¦s de pasar en ¨¦l apenas 24 horas, la estela de cordialidad, inteligencia y sensatez que dej¨® tras de s¨ª a punto estuvo de provocar la reconciliaci¨®n entre palestinos e israel¨ªes. "48 horas m¨¢s tarde aterrizaron en Israel Pascual Maragall y Carod-Rovira", continu¨® Mill¨¢s. "Y, como dos gamberros, volvieron a poner el pa¨ªs patas arriba: Carod mont¨® una guerra de banderas, y entre los dos se gastaron unas bromitas de ex seminarista con las que los clericales organizaron un esc¨¢ndalo que oblig¨® al presidente de la Generalitat a pedir disculpas a las autoridades eclesi¨¢sticas en cuanto aterriz¨® de vuelta en Barcelona?". "En fin", concluy¨® Mill¨¢s, "que como Israel es un aburrimiento de concordia desde hace a?os, los pol¨ªticos se ofrecieron a animar un poco el ambiente".
Mientras sigo viendo c¨®mo la selecci¨®n resuelve con comodidad su partido ante Croacia y me digo que a lo mejor deber¨ªan mandar a estos chicos a Irak, a ver si resuelven el entuerto, me pregunto, avergonzad¨ªsimo, si sus canastas no me estar¨¢n convirtiendo en un patriota. Por supuesto, cuando ha sido necesario yo he fingido bastante bien ser un patriota, especialmente en la mili, pese a que mi escandalosa falta de esp¨ªritu castrense y el hecho de que me hiciera un l¨ªo tremendo con el Cetme cada vez que presentaba armas me hicieran acreedor al Premio Cascorro al peor soldado espa?ol del a?o; pero eso no me impide aceptar lo evidente, y es que el patriotismo ya no tiene redenci¨®n posible: cuanto antes suprimamos la palabra del diccionario, mejor para todos. Entiendo que gente de buena voluntad nos recuerde que al fin y al cabo las palabras no son culpables y que Cervantes llamaba patriotismo simplemente al amor al pueblo o la ciudad natal, y que Orwell ?quien, por cierto, consideraba que el deporte no hac¨ªa m¨¢s que atizar el odio entre las naciones? distingu¨ªa entre patriotismo, que s¨®lo es la devoci¨®n por determinadas gentes, lugares y modos de vida, y nacionalismo, que es algo as¨ª como el uso ideol¨®gico del patriotismo con el fin de obtener m¨¢s poder para la naci¨®n en que uno ha elegido disolver su individualidad. Es in¨²til: como las banderas, la palabra patriotismo est¨¢ tan llena de sangre y de mierda que es imposible no darle la raz¨®n al personaje de Bernard Shaw que afirm¨®: "Nunca habr¨¢ un mundo tranquilo a menos que extirpemos el patriotismo de la raza humana".
Tratando a duras penas de extirpar mi incipiente patriotismo baloncest¨ªstico, vuelvo a la televisi¨®n. Y entonces, Dios santo, sobreviene lo incre¨ªble. Los espa?oles, que en el descanso ganaban de 10 puntos, se conf¨ªan, y los croatas, que se juegan su pase a la siguiente ronda, se crecen; el partido se traba: convertido en un energ¨²meno sin dignidad, dispuesto a hacer un uso ideol¨®gico del patriotismo y hasta a presentar armas a la bandera si hace falta, a grito pelado animo a los nuestros y atizo el odio de mi perra contra los croatas. A tres segundos del final, un cabr¨®n mete un triple y pone por delante a Croacia; a un segundo del final, Rudy entra a canasta y le hacen falta, y el ¨¢rbitro, cabr¨®n, no la pita: Croacia, 85-Espa?a, 84. Fin de la imbatibilidad. Sin soltar una sola l¨¢grima, plantando cara a la adversidad como un valiente, pienso: as¨ª pasa la gloria del mundo; y, pensando en los chicos de la selecci¨®n, pienso tambi¨¦n: ojal¨¢ les quede a ellos un s¨¢ndwich de mortadela.
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