Inquietante y mestiza
Leo en el peri¨®dico USA Today que en Estados Unidos cada d¨ªa hay menos personas que se consideren a s¨ª mismas multirraciales, aunque la tendencia social es justo la contraria, es decir, cada vez hay m¨¢s parejas mixtas y m¨¢s hijos mestizos. El censo norteamericano permite marcar varias casillas a la vez a la hora de definir la raza: negro, cauc¨¢sico, indio americano, asi¨¢tico? En el censo del a?o 2000, se definieron como multirraciales el 2,4% de la poblaci¨®n. Cinco a?os despu¨¦s el porcentaje hab¨ªa descendido al 1,9%. Y, en cualquier caso, ninguna de las dos cifras se acerca ni de lejos a la realidad. La poblaci¨®n mestiza es mucho m¨¢s abundante.
Este curioso dato se puede deber a muchas causas. En primer lugar, seguramente influye la presi¨®n de los prejuicios racistas. Adem¨¢s, el concepto mismo de raza ha quedado obsoleto desde un punto de vista cient¨ªfico, y es probable que muchas personas marquen la casilla con fastidio y no se lo tomen demasiado en serio. Luego tambi¨¦n est¨¢ la necesidad de pertenencia a algo: siempre es mucho m¨¢s f¨¢cil vivir amparado dentro de un grupo que caminar por libre y sentirte distinto. Lo que me lleva a otra reflexi¨®n, que es la que m¨¢s me interesa en este momento: se me ocurre que, si la gente marca s¨®lo una raza, tambi¨¦n lo hace porque es lo m¨¢s simple, lo m¨¢s sencillo, lo m¨¢s claro y carente de matices. El ser humano detesta lo confuso, lo cual parece l¨®gico. Pero, en nuestro af¨¢n por simplificar, en nuestra necesidad de convertirlo todo en blanco y negro, tambi¨¦n odiamos lo complejo. Ah¨ª es donde empezamos a equivocarnos, porque la vida es una pura complejidad. Y la mayor¨ªa de la gente parece incapaz de soportar esa maldita indeterminaci¨®n de la existencia.
Lo he comprobado innumerables veces, por ejemplo, con pel¨ªculas o novelas de desenlaces abiertos; he visto c¨®mo muchos espectadores o lectores se desazonaban e incluso se irritaban porque no pod¨ªan estar seguros de lo que suced¨ªa al final de la historia. He o¨ªdo a m¨¢s de uno decir que se sent¨ªa estafado porque una pel¨ªcula no explicaba lo que le suced¨ªa al protagonista, o porque una novela no explicitaba la decisi¨®n que iba a tomar un personaje. La ambig¨¹edad les resultaba inaguantable.
Por eso los personajes ambiguos molestan tanto. Es posible que buena parte de los prejuicios hom¨®fobos vengan de ah¨ª: pero, c¨®mo, ?un hombre al que le gustan los hombres, una mujer que ama a las mujeres? Demasiado l¨ªo para las mentes que necesitan un mundo bicolor. De hecho, los homosexuales son tanto m¨¢s admitidos cuanto menos amanerados o marimachos sean. Cuanto menos participen de las caracter¨ªsticas del sexo contrario y menos matices de duda aporten al mundo.
Pero la mayor ambig¨¹edad, la m¨¢s dif¨ªcil de asumir, es la del bien y el mal. Qu¨¦ complicado le resulta a la gente aceptar la naturaleza contradictoria y parad¨®jica del ser humano. Las mayores broncas de mi vida como periodista, las cartas m¨¢s furibundas e insultantes, las he recibido de lectores mit¨®manos que consideraban que hab¨ªa dicho algo "malo" de sus ¨ªdolos: de Michael Jackson, de Lady Di, de John Lennon, de Simone de Beauvoir? personajes elevados a la categor¨ªa de santos intocables y que, al ser buenos en algo, ya ten¨ªan que ser perfectos en todo, como si el mal y el bien se repelieran mutuamente. Y lo mismo sucede en el otro extremo: cada vez que aparece en los medios una historia truculenta sobre un criminal que han detenido, tal vez un violador en serie, o un asesino de ni?os, o una envenenadora con las v¨ªctimas enterradas en el jard¨ªn; algo, en fin, lo suficientemente sobrecogedor y brutal, los vecinos del criminal siempre dicen lo mismo: "?Pero si parec¨ªa tan normal!". Como si esa supuesta apariencia de normalidad (que a saber qu¨¦ quiere decir, por otra parte) fuera salvaguarda suficiente contra los demonios interiores.
Hace un par de a?os, cuando estrenaron El hundimiento, la magn¨ªfica pel¨ªcula de Olivier Hirschbiegel sobre los ¨²ltimos d¨ªas de Hitler, tambi¨¦n hubo quien conden¨® la pel¨ªcula con el argumento de que humanizaba al dictador. No s¨¦ si la vieron: Hitler resultaba aterrador precisamente porque era cre¨ªble, porque no era una caricatura de malo de feria, sino un monstruo muy real, con alg¨²n matiz gris en su alma negra. Y eso, la l¨ªnea de sombra, es lo que resulta duro de asumir. Ser¨ªa consolador que la vida no fuera m¨¢s complicada que el mecanismo de un chupete, desde luego. Pero me temo que no hay nada m¨¢s mestizo, h¨ªbrido y confuso que la existencia.
http://www.rosa-montero.com
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