Nueva derecha, vieja izquierda, o todo lo contrario
Sarkozy, "el presidente can¨ªbal", como titula el Nouvel Observateur, es la ¨²ltima moda de la derecha europea. Presidente hiperactivo que anula a sus ministros e impone una acci¨®n reformadora a ritmo diario o casi, ha desarbolado a la izquierda francesa esgrimiendo la bandera del cambio y reclutando a algunas de sus personalidades.
Rocard (el cual por cierto no se ha pasado a la corte de Sarkozy como Lang o Kouchner) recuerda que no se "cambia la sociedad por decreto" (como dijo en su d¨ªa el soci¨®logo Michel Crozier) y por ahora las reformas sarkozyanas con efectos pr¨¢cticos han sido desgravar las herencias de los ricos y aumentar la represi¨®n sobre la inmigraci¨®n imponiendo a los servicios del Ministerio del Interior cupos anuales de detenciones y expulsiones de extranjeros y limitaci¨®n del reagrupamiento familiar mediante normas m¨¢s propias de reg¨ªmenes racistas como lo es la exigencia del ADN de los hijos. Si ¨¦stos son los cambios de la derecha moderna la izquierda tiene asegurada una larga vida.
Pero debe reconocerse que el estilo de Sarkozy (al que ha sucumbido Yasmina Reza, la autora de Arte, la exitosa obra teatral, quien acaba de publicar un libro sobre el personaje) es llamativo, seductor y tiene la virtud de afrontar problemas reales de la sociedad con un lenguaje nuevo, muy lejos de la ramploner¨ªa grosera de las conservadoras c¨²pulas del PP o de la Iglesia.
La otra cara de la moda actual es considerar a la socialdemocracia como algo vetusto, casi reaccionario, a la que se acusa contradictoriamente de defender ideas ut¨®picas (por ejemplo, su generosidad o tolerancia respecto a temas como la inmigraci¨®n) y privilegios sindicales o sociales (como los relativos a la reducci¨®n del trabajo y la generaci¨®n de empleo). Es decir, valores propios del liberalismo democr¨¢tico y del Estado del bienestar como reductor de desigualdades sociales y garantizador del acceso a los servicios b¨¢sicos que proporcionan seguridad frente al riesgo y ofrecen esperanza de movilidad ascendente.
El principal acusado es el Partido Socialista Franc¨¦s. Se olvida que su candidata al El¨ªseo, S¨¦gol¨¨ne Royal, tan criticada incluso por algunos de los l¨ªderes de su partido (Jospin acaba de publicar un libro de una sorprendente agresividad), alcanz¨® el 47% de los votos en las elecciones presidenciales y que posteriormente el PS obtuvo uno de sus mejores resultados en las legislativas, aunque el sistema mayoritario haya permitido que la derecha alcanzara la mayor¨ªa absoluta, lo cual no hubiera ocurrido con un sistema proporcional, como en Espa?a. Ya nos gustar¨ªa en Espa?a que el debate y las ideas renovadoras que se producen en la izquierda francesa tuvieran su equivalente ac¨¢.
Un libro reciente del brillante intelectual Jacques Attali ha irrumpido con fuerza en este debate, en Francia y en otros pa¨ªses europeos y americanos: una voluminosa biograf¨ªa de Karl Marx. Attali fue asesor de Mitterrand pero, como ¨¦l mismo reconoce, se consideraba ajeno a la cultura pol¨ªtica dominante en los partidos de izquierda y nunca se hab¨ªa interesado por el marxismo. Pero tuvo la intuici¨®n de que Marx pod¨ªa ofrecer algunas pistas para entender el mundo actual, el de la globalizaci¨®n. Algo que ya hab¨ªan explicado otros autores anglosajones como David Harvey en su libro Espacios de esperanza, traducido al castellano. La obra de Attali es ante todo una biograf¨ªa de las ideas de Marx y reconstruye su pensamiento sin perderse por los caminos dogm¨¢ticos e inoperantes del marxismo burocr¨¢tico y menos a¨²n por la degeneraci¨®n criminal del modelo pol¨ªtico estalinista, tan alejado de Marx como la Inquisici¨®n pueda estarlo de la teolog¨ªa de la liberaci¨®n.
Asistimos, pues, a una revalorizaci¨®n en los medios intelectuales del marxismo de Marx, o como ¨¦l expresaba cuando se declaraba no marxista, de un conjunto de ideas que ayudan a entender nuestro mundo, sus contradicciones y sus tendencias de futuro, y que afortunadamente no se presentan como una receta pol¨ªtica pr¨ºt-¨¤-porter. Pero s¨ª que son un est¨ªmulo para cualquier proyecto renovador.
Estamos, nos parece, en el inicio de un nuevo ciclo pol¨ªtico, y los que no se renueven est¨¢n destinados a desaparecer en las catacumbas de la historia. Lo viejo, lo que se muere, a¨²n ocupa a veces el poder o est¨¢ presente en el escenario de la pol¨ªtica, pero es simplemente un poder ag¨®nico o una presencia fantasmal. Como Bush, este cad¨¢ver pol¨ªtico disfrazado de presidente, que s¨®lo ha destacado por su perversa ignorancia. O Berlusconi, un pat¨¦tico clown que, como cantaba Reggiani, est¨¢ dando su ¨²ltima vuelta a la pista. En Espa?a no estoy seguro de que el PSOE haya hecho muchos merecimientos para ganar las elecciones, pero s¨ª estoy con vencido de que el actual PP no puede ganarlas ni se lo merece, no por ser conservador sino por rancio, anticuado, retr¨®grado, apolillado, intolerante, feo y malo.
Sarkozy representa la derecha renovada, y es ¨²til distinguir en qu¨¦ es renovada y en qu¨¦ es conservadora. Su discurso es republicano, democr¨¢tico, ciudadano, sin resabios ancien r¨¦gime, a diferencia del de una derecha como el actual Partido Popular espa?ol que incluso es incapaz de rechazar el franquismo y sus secuelas.
En Espa?a, una derecha inteligente ser¨ªa la m¨¢s interesada en promover una ley de la Memoria Hist¨®rica como la que ahora se debate. Sarkozy, cuando practica una pol¨ªtica represiva contra la poblaci¨®n inmigrada lo hace en nombre de los valores de la Rep¨²blica y de los intereses de las clases populares. Es neoliberal y proamericano, pero se declara protector del inter¨¦s y de la identidad nacionales. Exalta el valor de la autoridad y del orden, pero tambi¨¦n del trabajo y del m¨¦rito como medio de ascenso social. Y lo utiliza para alargar la jornada laboral y reducir las ayudas sociales. En resumen, el discurso es renovado, capaz de llegar a amplios sectores de la sociedad, y al mismo tiempo exalta los valores del pasado y preserva la desigual estructura social, con sus privilegios y sus v¨ªctimas. En nuestras sociedades hipermodernas s¨®lo esta derecha tiene futuro.
La izquierda busca tambi¨¦n sus modos de renovarse. Como es m¨¢s dif¨ªcil cambiar para reformar la sociedad que para conservarla es l¨®gico que sus intentos tarden m¨¢s en convertirse en ¨¦xitos y en consolidarse. La v¨ªa predominante es el "centrismo", como el blairismo, o el que ahora gobierna en Italia. Tiene el inconveniente de que se coloca en muchos aspectos en el terreno del adversario: sumisi¨®n al mercado, discurso securitario, aceptaci¨®n acr¨ªtica de la globalizaci¨®n, actitud reverencial hacia poderes f¨¢cticos como los religiosos...
El riesgo de la renovaci¨®n de la izquierda es que diluya un proyecto de futuro, que su pr¨¢ctica de gobierno mantenga las desigualdades y que se pierdan apoyos en los sectores populares. La renovaci¨®n s¨®lo ser¨¢ eficaz si recupera los valores de igualdad y racionalidad, de derechos universales y sometimiento de la econom¨ªa a los intereses colectivos, de rechazo del autoritarismo y de los privilegios, incluidos los de los poderes f¨¢cticos. En Espa?a, el temor a estos poderes resulta paralizante incluso a la hora de defender algo tan obvio como lo que expresa el proyecto de ley de la Memoria Hist¨®rica, simplemente una condena del franquismo y un reconocimiento de sus v¨ªctimas. Lo cual requiere una cierta dosis de coraje. Pero como escribi¨® Borges, "nunca nadie se arrepiente de haber tenido algunos momentos de coraje en su vida".
Jordi Borja es profesor de la Universidad Oberta de Catalunya
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