Su¨¢rez
No cabe duda: Adolfo Su¨¢rez se merece un libro. O cuatro. En otros pa¨ªses, en Inglaterra, en EE UU, un personaje as¨ª habr¨ªa generado ya una colecci¨®n en torno a su figura, no s¨®lo por el hecho de haber sido el rostro del cambio de r¨¦gimen, sino por haber pasado de estar en el ojo del hurac¨¢n a un retiro silencioso, que lo convirti¨® en el ex presidente m¨¢s discreto de la democracia espa?ola. A?ade inter¨¦s a su aura de personaje misterioso el hecho de estar vivo pero padeciendo una vejez ajena a la peripecia de un pa¨ªs que no ha dejado de ser convulso a pesar de no tener ya razones de peso para seguir repens¨¢ndose a s¨ª mismo. Es probable que la generaci¨®n m¨¢s interesada en saber los secretos de Su¨¢rez sea la que constituyera entonces la juventud airada de izquierdas, ¨¦sa a la que todo lo que dec¨ªa el presidente le parec¨ªa una mamarrachada. Su¨¢rez fue el primer presidente a quien hincar el envenenado diente espa?ol y el que provocaba, tanto a los nost¨¢lgicos de Franco como a los luchadores de la utop¨ªa marxista, una total desconfianza. Est¨¢ claro que habr¨¢ gente de aquella generaci¨®n de izquierdas que siga en su madurez encastillada en la misma idea del personaje pero sospecho que, en general, los a?os nos han reconciliado con su liderazgo y la experiencia nos ha permitido sentir admiraci¨®n por personajes no necesariamente situados dentro del cerco de nuestras convicciones ideol¨®gicas. Bienvenida sea esa flexibilidad. Pero lo dicho, Su¨¢rez se merece una biograf¨ªa que mida con la laboriosidad del estudioso cu¨¢l fue su relevancia hist¨®rica. En este pa¨ªs en el que todo es opini¨®n vienen primero, como es l¨®gico, los libros de amigos y conocidos, pero lo que el p¨²blico reclama con urgencia y curiosidad es algo que tenga trazas de verosimilitud, resultado de a?os de investigaci¨®n, que no arrime al personaje al ascua ideol¨®gica de quien lo escribe. Lo que se espera es un libro de una historia, que no por ser reciente es m¨¢s conocida, del hombre del que no supimos apreciar el valor pol¨ªtico. Que una editorial lo encargue urgentemente, que sea a alguien no envilecido ni condicionado por el ruido pol¨ªtico presente. O sea, a un ingl¨¦s, por ejemplo.
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