Pintura de tiempo lento

Los grandes cuadros negros titulados gen¨¦ricamente So?¨¦ que revelabas encuadran el espacio de la exposici¨®n de Juan Usl¨¦ (Santander, 1954). Se ordenan en los muros laterales de la sala, unificando la muestra, aunque bien separados entre ellos para que cada uno muestre su individualidad. Eso les hace justicia porque son obras celibataires, solteras. No componen formalmente una serie, sino que responden a una idea del ejercicio de la pintura que en cada cuadro adquiere car¨¢cter propio. As¨ª se advierte a poco que nos paremos a mirar. Las bandas paralelas y horizontales que forman el cuadro se?alan un grado cero de la percepci¨®n: materia, luz y ritmo. Una pintura reducida a elementos b¨¢sicos que, quiz¨¢ por eso, logra que el espectador recupere los primeros mensajes de las cosas -textura, brillo, movilidad-, ignorados casi siempre por nuestra prisa en encerrar bajo un nombre cuanto vemos, sin llegar a mirarlo.

Estos cuadros responden a una idea del ejercicio de la pintura. El autor se limita a extender el pigmento en bandas horizontales, dejando as¨ª una huella, m¨¢s que de su mano, de su pulso, suele decir Usl¨¦: poseen por ello una impronta corporal, un gesto, aunque controlado por la estructura fija del cuadro. Tal estructura podr¨ªa recordar a los Winsor de Ryman, si no fuera porque en Usl¨¦ el gesto es m¨¢s evidente y, sobre todo, porque cada l¨ªnea influye de alg¨²n modo en las siguientes. Esta interacci¨®n, no exenta de emoci¨®n, entre autor y obra, y el car¨¢cter gestual de la huella a?aden a aquella percepci¨®n elemental una dosis de calor. En esta uni¨®n de visi¨®n y afecto quiz¨¢ radique la fuerza de unas obras tan autocontenidas.

En contraste, el interior de la muestra lo forman obras de peque?o formato. Su estructura es m¨¢s diversa: en algunas, la pintura, dispuesta en superficie, cierra toda profundidad, aunque a veces se rastrea un segundo plano (La poda), aparecen l¨ªneas superpuestas en ir¨®nico trampantojo (Las rutas) o surge sobre su clausura una enigm¨¢tica pincelada flotante (Aislados). Hay obras que unen zonas de color plano con otras de textura m¨¢s densa (Ven y sube), otras la protagonizan formas ligeras y ondulantes, de brillante color, sobre fondos muy claros (Palabra suelta) y en otras potentes curvas se expanden hasta llenar su espacio (Cada vez m¨¢s cerca).

Estas obras parecen promesas de futuros proyectos. No porque tengan car¨¢cter preparatorio sino por su densidad pict¨®rica que las acerca al aforismo y sugiere otros desarrollos. Se han dispuesto muy separadas entre s¨ª de modo que cada una de ellas tiene, a primera vista, algo de llamada y despu¨¦s, de cerca, ofrece un espacio de reflexi¨®n impulsado por la confluencia entre la obra y el breve texto po¨¦tico, su t¨ªtulo.

La muestra posee un determinado comp¨¢s. Un tempo que se ralentiza a medida que el visitante descubre cada cuadro y sospecha las alusiones a otras piezas que puede encerrar. De ah¨ª lo ajustado del t¨ªtulo. S¨®lo que en este caso el interruptor se antoja conectado a una de esas l¨¢mparas que ganan intensidad a medida que permanecen encendidas.