Cazadora de personajes insatisfechos
UN RENDIDO admirador de McCullers, Rodrigo Fres¨¢n, firma los luminosos apuntes sobre la obra de la estadounidense y la util¨ªsima cronolog¨ªa que abren El aliento del cielo, una recopilaci¨®n de sus cuentos y novelas breves. Cada pieza adem¨¢s va precedida de una introducci¨®n pr¨®diga en datos y curiosidades. El volumen recoge sus 3 novelas cortas (Reflejos en un ojo dorado, La balada del caf¨¦ triste, Frankie y la boda) y 19 cuentos, 6 de los cuales ya hab¨ªan sido publicados en espa?ol. Lamentablemente, se deja fuera el ¨²ltimo que escribi¨®, 'The Long March'. Ahora s¨®lo queda traducir su obra de teatro, The Square Root of Wonderful, y su poes¨ªa Sweet as a Pickle, Clean as a Pig. Y no estar¨ªa mal una reedici¨®n de sus memorias, Iluminaci¨®n y fulgor nocturno, y de su ¨²ltima novela larga Reloj sin manecillas.
Los cuentos de McCullers me parecen m¨¢s terap¨¦uticos que literarios. Muchos son esquejes de sus narraciones m¨¢s extensas o bosquejos de personajes y situaciones que florecen con m¨¢s vigor en las novelas. McCullers es una excelente creadora de personajes, pero este talento requiere narraciones m¨¢s largas. Sus novelas cortas me interesan m¨¢s. Tras el ¨¦xito de El coraz¨®n es un cazador solitario, public¨® Reflejos en un ojo dorado (1941), ambientada en un cuartel militar y protagonizada por un quinteto de freaks: el soldado Williams, que entra todas las noches en la alcoba de la simplic¨ªsima y fogosa Leonora Penderton; el viril comandante Langdon, amante de Leonora; el capit¨¢n Penderton, m¨¢s atra¨ªdo por su comandante que por su propia mujer, y la inestable esposa del comandante, Alison Langdon. Los cinco son personajes solitarios e incompletos, insatisfechos, incapaces de comunicarse con los dem¨¢s. Claro que para freaks, los de La balada del caf¨¦ triste (1943), una historia sobre el poder transformador del deseo. All¨ª la quijotesca y cuaresmal Miss Amelia se enamora del miserable primo Lymon, un enano jorobado y bastante cabroncete. ?Inveros¨ªmil? No, dir¨ªa McCullers, as¨ª funciona el amor, transformando la realidad. Pero el amor es una manifestaci¨®n m¨¢s del deseo. Y el deseo son los ojos con los que miramos eso que llamamos realidad. La adolescente Frances Addams de Frankie y la boda (1946) tambi¨¦n es a su modo otro freak, un ser en plena metamorfosis que percibe por primera vez la brutal contradicci¨®n entre lo que se quiere y lo que se es.
"El mudo" y otros textos se abre tambi¨¦n con un breve ensayo de Fres¨¢n, que emparenta a McCullers con una selecta familia de escritores deformes, de freaks sin familia, a la que tambi¨¦n pertenecen Felisberto Hern¨¢ndez, Salinger, Jane Bowles, Rulfo, Philip K. Dick y Murakami, y cuya literatura conduce a Capote, a John Kennedy Tool y a Tristan Egolf. Este volumen re¨²ne trabajos te¨®ricos dispersos: reflexiones sobre la escritura, sobre su propia obra, sobre el realismo ruso y sobre Isak Dinesen, a quien admir¨®. Siete ensayos y el interesant¨ªsimo plan de trabajo que envi¨® a la editorial Houghton Mifflin para la escritura de El mudo, t¨ªtulo provisional de El coraz¨®n es un cazador solitario. Material valioso para talleres de escritura. Lectura obligatoria para quien tenga una idea rom¨¢ntica de la inspiraci¨®n. He aqu¨ª la minuciosidad con que se planifica una novela, pero tambi¨¦n la facilidad con que la escritura se lleva por delante todos nuestros planes. Nada de furor. Nada de posesi¨®n divina. M¨¢s bien horas y horas frente a una mesa y muchas vueltas a la cabeza, reflexionando sobre los personajes, la acci¨®n y el modo m¨¢s adecuado de representar todo ello. Y no es que Carson McCullers negase la inspiraci¨®n (iluminaci¨®n lo llama ella en 'El sue?o que florece'): el fogonazo se produce, pero s¨®lo despu¨¦s de mucha escritura a ciegas.
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