Ser noble en el siglo XXI

No reciben prebendas ni disfrutan de beneficios fiscales. Unos son ricos, otros no. Llevan apellidos ligados a la historia y est¨¢n orgullosos de ello. El 1 de enero de 2007 hab¨ªa en Espa?a 2.802 t¨ªtulos nobiliarios en manos de m¨¢s de 2.100 personas. La mayor parte de ellas son hombres y mujeres que trabajan y viven al margen de su abolengo, a medio camino entre el t¨®pico y el futuro. Pero, ya saben, la nobleza siempre obliga. ?ste es el retrato de la aristocracia espa?ola del siglo XXI.

Cuando supieron que desde EPS pretend¨ªamos hacer un retrato de la aristocracia en Espa?a, casi todos los participantes en este reportaje se mostraron esc¨¦pticos. "No es posible establecer un patr¨®n", nos dijo alguien, "y os vais a encontrar de todo". As¨ª fue. Despu¨¦s de semanas de trabajo, de realizar decenas de entrevistas, de hablar con varios nobles titulados ?venciendo, en algunos casos, notables reticencias iniciales? llegamos a la conclusi¨®n de que nuestro informante estaba en lo cierto: la aristocracia es un colectivo presidido por la heterogeneidad. Muy pocos viven en palacios. Hay incluso quien disfruta de un piso de protecci¨®n oficial. Casi todos trabajan, algunos en puestos de responsabilidad. Muchos ocultan su condici¨®n nobiliaria, y otros aseguran que su apellido ha supuesto un obst¨¢culo en sus carreras profesionales. En lo ¨²nico en lo que todos coinciden es en que un t¨ªtulo nobiliario no tiene hoy ninguna utilidad pr¨¢ctica, m¨¢s all¨¢ del leg¨ªtimo orgullo que puede suponer para alguien el saberse parte de una estirpe cuyos or¨ªgenes se pierden en los siglos.

"La aristocracia ya no existe como clase, ni econ¨®mica, ni social, ni culturalmente"

"Limitarse a usar el t¨ªtulo en bodas y bautizos es una abolici¨®n m¨¢s humillante que la legal"

"El rey Juan Carlos fue muy inteligente alejando de s¨ª las camarillas nobiliarias"

Es posible que, con la aprobaci¨®n de la ley de igualdad en la sucesi¨®n de t¨ªtulos nobiliarios, haya comenzado una nueva etapa en la historia de la nobleza. Despojada hace tiempo de otros privilegios, el ¨²ltimo vestigio de anacronismo que quedaba a la instituci¨®n nobiliaria ?el mejor derecho del var¨®n sobre la mujer en t¨¦rminos sucesorios? ha sido eliminado por las instituciones. Aunque nadie quiere reconocerlo, la nueva ley ha supuesto una verdadera conmoci¨®n para muchos representantes de la nobleza, que consideran rota una tradici¨®n de siglos. Hace tiempo que se acab¨® otra: la legendaria simbiosis entre nobleza y Monarqu¨ªa, a la que don Juan Carlos puso fin cuando lleg¨® al trono, neg¨¢ndose a formar una corte como las que tuvieron sus antepasados.

Quebradas sus reglas, eliminados sus privilegios, ninguneados por sus reyes, escasamente entendidos por la opini¨®n p¨²blica, la nobleza titulada se enfrenta a una nueva ¨¦poca que, como uno de sus representantes nos dice, "si sabemos adaptarnos, puede incluso ser positiva".

?Es la aristocracia una clase social?

El editor Jacobo Mart¨ªnez de Irujo, conde de Siruela, asegura que "la aristocracia ya no existe como clase, ni econ¨®mica, ni social, ni culturalmente; ni siquiera se distingue a los arist¨®cratas por la calidad de su educaci¨®n, aunque algunos sean m¨¢s o menos identificables". El diplom¨¢tico y escritor Santiago de Mora-Figueroa, marqu¨¦s de Tamar¨®n, se pronuncia en la misma l¨ªnea: "No sabr¨ªa definir en t¨¦rminos sociol¨®gicos qu¨¦ es la nobleza titulada. Hoy es tan s¨®lo el com¨²n denominador de un par de millares de nobles". Y a?ade: "En otros pa¨ªses europeos, incluso en algunas rep¨²blicas, la nobleza acaso tenga entre sus caracter¨ªsticas rasgos que pueden ser malos o buenos, pero que existen: una tendencia a la endogamia, un cierto orgullo de casta, una cierta lealtad a sus ra¨ªces". ?Y eso no pasa en Espa?a? "No", dice, rotundo.

Diego del Alc¨¢zar, marqu¨¦s de La Romana, compara la situaci¨®n espa?ola con la que se da en otros pa¨ªses, "donde lo de tener un t¨ªtulo queda muy bien. Los ingleses, por ejemplo, lo llevan con mucha naturalidad. All¨ª, el t¨ªtulo forma parte del nombre, y lo usan tanto los conservadores como los laboristas. Y los americanos sienten por los nobles una afici¨®n casi fan¨¢tica".

Es verdad. En Estados Unidos, un pa¨ªs cuyas familias m¨¢s antiguas s¨®lo pueden remontarse a los tiempos del Mayflower, un t¨ªtulo es el sue?o de cualquier millonario, y el matrimonio de una hija con un noble, el mejor colof¨®n para una vida exitosa. En el siglo XIX, decenas de ricos americanos cruzaron el oc¨¦ano para encontrar a un arist¨®crata ?arruinado o no? dispuesto a dar lustre a un apellido de origen incierto a cambio de formar parte de una familia de potentados. Inglaterra, Francia, Alemania, e Italia en menor medida, fueron el campo de operaciones preferido de los cazadores de blasones. Espa?a qued¨® fuera de esas redes por el caracter¨ªstico desconocimiento del ingl¨¦s por parte del espa?ol decimon¨®nico, pero s¨ª hubo un flujo de latinos acaudalados que buscaban en Espa?a la posibilidad de engrandecer su futura estirpe. ?Sigue ocurriendo eso? Uno de los entrevistados se r¨ªe: "No, no, las cosas han cambiado. Aunque a¨²n pueda quedar quien lo practique, la caza de nobles es un deporte que ha perdido popularidad".

"Actualmente, la posesi¨®n de un t¨ªtulo nobiliario no otorga ning¨²n estatuto de privilegio, al tratarse de una distinci¨®n meramente honor¨ªfica". Son palabras del Tribunal Constitucional. "Hoy d¨ªa, llevar un t¨ªtulo no supone ventajas, y s¨ª algunos inconvenientes", afirma el marqu¨¦s de Tamar¨®n. ?Es cierta entonces la frase "nobleza obliga"? Desde luego lo fue en otro tiempo. Imposible olvidar al tercer duque de Alba, que encontr¨® la muerte en Lisboa cuando, ya viejo y enfermo, se obstin¨® en comandar las tropas espa?olas que luchaban en Portugal en nombre de Felipe II. O el duque de Osuna, que arruin¨® a una de las familias m¨¢s ricas de Espa?a empe?¨¢ndose en correr con todos los gastos de su delirante embajada en el San Petersburgo de los ¨²ltimos zares. O aquel duque de Sesto que emple¨® su fortuna en favorecer la reinstauraci¨®n en el trono de Alfonso XII.

?Y ahora? ?Conserva la nobleza esa vocaci¨®n de servicio? "Estar en posesi¨®n de un t¨ªtulo es un acicate para hacer las cosas bien. Pero, desde luego, no es el ¨²nico", dice Diego del Alc¨¢zar, fundador y presidente del Instituto de Empresa y presidente del Grupo Vocento. La marquesa de Lozoya, Dominica de Contreras y L¨®pez de Ayala, entiende que "llevar un t¨ªtulo te obliga a asumir un compromiso. En mi caso, siento que por tener este apellido y este t¨ªtulo tengo una deuda eterna con mi ciudad, Segovia, a la que mi familia est¨¢ vinculada desde el siglo X". Historiadora y catedr¨¢tica de universidad, Dominica de Contreras est¨¢ implicada en cuantas iniciativas tienen lugar en la villa de la que procede su nombre, "desde organizar actos culturales hasta reclamar la llegada del AVE". Casilda Fern¨¢ndez Villaverde, condesa de Carvajal ?descendiente directa del primer marqu¨¦s de Santa Cruz, ?lvaro de Baz¨¢n, el h¨¦roe de Lepanto?, cuenta que actualmente los archivos de la Marina est¨¢n depositados en el palacio del Marqu¨¦s de Santa Cruz, en El Viso del Marqu¨¦s, que pertenece a su familia, "y que por decisi¨®n de mi madre, la actual marquesa, alquilamos al Estado por una peseta al a?o". Directora en Espa?a de la casa de subastas Christie's, la condesa de Carvajal dice que da a su t¨ªtulo "la importancia justa. Mi apellido est¨¢ ligado a la historia de este pa¨ªs, y eso es algo muy bonito; pero no estoy todo el d¨ªa pensando en ello".

Lo mismo asegura la escritora Almudena de Arteaga, marquesa de Cea: "A m¨ª, los t¨ªtulos que m¨¢s me importan son los que uno se gana con el propio esfuerzo, aunque no voy a ocultar que me enorgullece pertenecer a una familia con un pasado glorioso". De esos t¨ªtulos ganados sabe mucho el conde de Rodas, Jos¨¦ Mar¨ªa de Areilza y Carvajal: a sus 41 a?os es doctor en derecho por la Universidad de Harvard y m¨¢ster en derecho y relaciones internacionales. Titular de una c¨¢tedra Jean Monnet, profesor universitario y docente invitado en varias universidades europeas, americanas y asi¨¢ticas, el conde de Rodas ha vivido su experiencia profesional al margen de su t¨ªtulo, "lo cual no quiere decir que no me importe el peso que mi familia ha tenido en la historia de Espa?a".

No todos los arist¨®cratas con los que entr¨® en contacto EPS han querido participar en este reportaje. Algunos han accedido a hacerlo s¨®lo bajo un estricto anonimato. "No quiero fotos ni aparecer con mi nombre", dijo uno de los consultados, que aport¨® datos de gran ayuda para la elaboraci¨®n del trabajo. Una joven arist¨®crata de apenas treinta a?os y excelente trayectoria profesional justific¨® as¨ª su negativa: "En mi entorno laboral no saben que tengo un t¨ªtulo, y estoy segura de que hacerlo p¨²blico me perjudicar¨ªa con mis jefes".

?Existen tantos prejuicios con respecto a la nobleza? Antonio Campos, marqu¨¦s de Iznate, de 32 a?os y m¨¦dico de profesi¨®n, dice que no ha sido consciente de ello, "pero tampoco mis compa?eros de la facultad, ni los del MIR, sab¨ªan que ten¨ªa un t¨ªtulo". El marqu¨¦s de La Romana asegura que nadie le ha mirado de forma distinta al conocer su origen aristocr¨¢tico. "Aunque a veces s¨ª me hacen preguntas sorprendentes, como si me dan algo por ser marqu¨¦s". El conde de Rodas o la condesa de Carvajal tampoco piensan que existan prejuicios con respecto a los nobles. Pero el marqu¨¦s de Tamar¨®n no opina as¨ª: "A m¨ª, m¨¢s de una vez, alguien, despu¨¦s de conocerme, me ha dicho: 'Anda, si eres un t¨ªo muy majo, y yo pensaba que eras un imb¨¦cil. Perdona, pero era por tu t¨ªtulo, ?sabes?". Para el marqu¨¦s, esa idea de que un arist¨®crata tiene que ser a la fuerza "un tipo estirado" est¨¢ m¨¢s arraigada de lo que se quiere reconocer, y que podr¨ªa superarse "si hubiera menos nobles vergonzantes y m¨¢s que llevaran sus t¨ªtulos en la vida diaria, sin complejos de superioridad ni de inferioridad. Si el uso de los t¨ªtulos se queda tan s¨®lo para bodas y bautizos, eso ser¨¢ una abolici¨®n de hecho, m¨¢s humillante que la abolici¨®n legal. Dejar¨¢ claro que no tenemos valor ni para conservarlos, ni para renunciar a ellos".

En efecto, muchos arist¨®cratas ocultan su t¨ªtulo, o lo utilizan en ocasiones muy concretas. "Para mis pacientes y para mis compa?eros soy Antonio, o el doctor Campos", reconoce el marqu¨¦s de Iznate. "Si usas tu t¨ªtulo, parece que quieres presumir". El marqu¨¦s de La Romana reconoce: "Profesionalmente, los t¨ªtulos no se utilizan por una cuesti¨®n de pudor. Y en el mundo de la empresa parece que el m¨¦rito heredado va a ensombrecer el otro, el adquirido a base de trabajo". El conde de Siruela asegura: "Me hago llamar Siruela, a secas. Si mi medio social es la rep¨²blica de las letras, usar el t¨ªtulo ser¨ªa hasta de mala educaci¨®n".

S¨ª lo hace el marqu¨¦s de Tamar¨®n, que incluso firma como tal los libros que escribe. "Aunque en Espa?a, llevar un t¨ªtulo es una r¨¦mora. Me contaba alguien a quien conozco bien que el PP le deneg¨® la posibilidad de figurar como independiente en sus listas electorales municipales del Pa¨ªs Vasco porque ten¨ªa un t¨ªtulo y no quer¨ªa esconderlo. Lo que no entiendo es que quienes piensan ocultar un t¨ªtulo soliciten al Rey una carta de sucesi¨®n a sabiendas de que en ella el Monarca va a decir:''Es mi voluntad que us¨¦is el t¨ªtulo de conde de? o marqu¨¦s de? y que en adelante con ¨¦l os pod¨¢is llamar y titular, y mando a las autoridades y personas particulares que os reciban y tengan por tal'. Los titulados tienen intenci¨®n de desobedecer el mandato regio, y, sin embargo, lo solicitan. Tampoco entiendo que el ministro de Justicia haga firmar al Monarca una orden que va a ser desobedecida por el ministro del Interior en el DNI, donde desde 1985 no se pueden hacer constar los t¨ªtulos del reino. Por eso las discusiones que enzarzan a la nobleza espa?ola sobre la ley de sucesi¨®n de 2006 ?ley mal hecha y que traer¨¢ graves problemas? me recuerdan la f¨¢bula de Iriarte en la que los conejos porf¨ªan si sus perseguidores son galgos o podencos".

La ley de 2006 sobre igualdad del hombre y la mujer en el orden de sucesi¨®n de los t¨ªtulos nobiliarios ha provocado, en efecto, el gran debate interno en el seno de la nobleza espa?ola. En las sucesiones nobiliarias que se abran a partir de su aprobaci¨®n ser¨¢ el hijo primog¨¦nito, con independencia de su sexo, quien suceder¨¢ en el t¨ªtulo. El cambio ha levantado ampollas entre los sectores m¨¢s conservadores de la nobleza, aunque es cierto que la mayor¨ªa de entrevistados para este reportaje opina que la ley era necesaria. No tiene dudas el duque de Feria, el empresario Rafael Medina Abascal: "A estas alturas, la idea de discriminar a la mujer en lo referente a la sucesi¨®n es tan absurda que no deber¨ªa ni plantearse". Tambi¨¦n est¨¢ de acuerdo el marqu¨¦s de La Romana: "Siempre he cre¨ªdo que igualar a la mujer con el var¨®n en lo tocante a la sucesi¨®n de t¨ªtulos nobiliarios era necesario". No obstante, puntualiza: "No hubiese sido un disparate respetar los derechos adquiridos de los sucesores durante la presente generaci¨®n. Cuando, en 1830, se suprimen los mayorazgos, se respeta al 70% de los inmediatos sucesores, lo cual gener¨® una transici¨®n muy pac¨ªfica hacia el nuevo sistema. En Espa?a, las f¨®rmulas transitorias funcionan muy bien".

El conde de Elda, decano del Consejo de la Asamblea de la Diputaci¨®n de la Grandeza de Espa?a ?que agrupa a la nobleza espa?ola y est¨¢ reconocida por el Estado como ¨®rgano consultivo en la materia?, est¨¢ de acuerdo en que las cosas hubieran podido hacerse mejor: "A nosotros, en un principio, ni se nos consult¨®. Por supuesto que acatamos cualquier decisi¨®n que venga del poder legislativo, pero si se va a promulgar una ley que afecta s¨®lo a dos mil familias espa?olas, ?no es l¨®gico pedirles su opini¨®n acerca de lo que se va a hacer?". Elda recuerda que la instituci¨®n nobiliaria espa?ola ha respetado a las mujeres m¨¢s de lo que lo ha hecho la de otros pa¨ªses: "En Inglaterra, los t¨ªtulos nobiliarios ni siquiera pod¨ªan ir a manos de una mujer". Cita el caso parad¨®jico de Suecia, "uno de los pa¨ªses m¨¢s progresistas del mundo, donde el trono lo hereda el primog¨¦nito, sea hombre o mujer, y, sin embargo, los t¨ªtulos nobiliarios los sigue heredando el primer hijo var¨®n aunque tenga una hermana mayor".

Y hay opiniones mucho m¨¢s enconadas. De hecho, un grupo de arist¨®cratas se ha unido para promover un frente jur¨ªdico com¨²n en contra de la nueva ley. El conde de Siruela afirma que "si se quiere ser moderno, habr¨ªa que serlo con todas sus consecuencias, y que el concesionario de un t¨ªtulo tuviese la libertad de d¨¢rselo a aquel de sus hijos que cree que mejor lo puede llevar. ?O es que acaso existe la primogenitura en otros ¨¢mbitos? Ese disfraz ideol¨®gico a favor de las mujeres no es m¨¢s que una bella forma de hablar de intereses, una tibia e insuficiente modificaci¨®n del asunto. No me convence demasiado esta soluci¨®n, y casi prefiero la f¨®rmula antigua, que deja todo en su sitio y evita desagradables enfrentamientos familiares". La marquesa de Cea lo ve de otra forma: "La persona que lleva un t¨ªtulo no lo posee, sino que lo tiene en usufructo. No es m¨¢s que el eslab¨®n de una cadena. Y hay quien cree que tiene su t¨ªtulo en propiedad".

La opci¨®n de aplicar a las sucesiones nobiliarias que se produzcan en el futuro el principio de primogenitura, pero respetando "las leg¨ªtimas expectativas de derecho" de los nacidos bajo la vigencia de la legislaci¨®n anterior ?como apuntaba el marqu¨¦s de La Romana?, no hubiera supuesto m¨¢s que dar a la nobleza el mismo tratamiento que se proyecta para la Casa Real: instaurar como nuevo criterio de sucesi¨®n en el trono la primogenitura, sustituyendo a la varon¨ªa, pero exceptuando de esta nueva regla al pr¨ªncipe de Asturias en perjuicio de la infanta Elena. A este respecto, el conde de Elda recuerda que "las leyes que regulan a la Corona y a la nobleza son distintas, as¨ª que un caso no tiene nada que ver con el otro". Pero tambi¨¦n se escuchan reproches. "El Rey deb¨ªa haberse implicado en la cuesti¨®n del cambio en la ley de sucesi¨®n", dice un arist¨®crata que prefiere permanecer en el anonimato. "Ni siquiera quiso reunirse con los representantes de la Asamblea".

?Se hubiesen hecho las cosas de forma distinta si don Juan Carlos no hubiese decidido quedarse al margen de una pol¨¦mica que debi¨® de ser mucho m¨¢s bronca de lo que trascendi¨® en un principio? Es dif¨ªcil saberlo. Aunque los miembros del decanato de la Asamblea dicen que las relaciones entre los nobles y la Casa Real son fluidas y cordiales, lo cierto es que, desde su llegada al trono, en 1975, el Rey no ha mantenido demasiados contactos oficiales con la nobleza. De hecho, no fue hasta 1991 cuando los Reyes ofrecieron una recepci¨®n a los grandes de Espa?a en el Palacio Real, a pesar de que s¨ª se celebraron encuentros con otros sectores sociales.

En la boda del pr¨ªncipe de Asturias sorprendi¨® la ausencia de algunos miembros de casas nobiliarias que hab¨ªan apoyado a los Borbones ?incluso econ¨®micamente? durante su exilio en Estoril. A diferencia de otros entrevistados, Almudena de Arteaga trata abiertamente esta cuesti¨®n: "Su majestad el Rey podr¨ªa haber sido m¨¢s generoso con los que en su momento sostuvieron a la familia real. De todas maneras, no creo que ninguno de los nobles que apoyaron a la Casa lo hiciera esperando algo". Hist¨®ricamente, la lealtad de la nobleza se dirige a la instituci¨®n m¨¢s que a la persona que ocupa el trono.

Hace treinta a?os circul¨® una an¨¦cdota ap¨®crifa seg¨²n la cual una arist¨®crata espa?ola se hab¨ªa ofrecido a do?a Sof¨ªa como camarera, puesto que ocupaban antiguamente las damas de la nobleza. La Reina contest¨®: "?Camarera...? Lo que estoy buscando es una cocinera, porque se marcha la que tenemos ahora".

Cierta o no, la conversaci¨®n ilustra el hecho de que, una vez reinstaurada la Monarqu¨ªa en Espa?a, el rey Juan Carlos dej¨® claro que no ten¨ªa intenci¨®n de mantener en torno a s¨ª una corte de arist¨®cratas. "Fue una forma de demostrar su deseo de independencia, la ausencia de favoritismo de clase", argumenta el conde de Elda. Pero un titulado que no quiere dar su nombre apostilla: "El Rey no ha querido rodearse de duques o marqueses, pero s¨ª tiene en su c¨ªrculo personal de amistades a empresarios y financieros. No s¨¦ por qu¨¦ van a ser m¨¢s recomendables los unos que los otros". Alfonso Bull¨®n de Mendoza, marqu¨¦s de Selva Alegre, opina de otra forma: "Juan Carlos fue muy inteligente alejando de s¨ª las camarillas nobiliarias. Hab¨ªa que demostrar que llegaban nuevos tiempos para Espa?a". Mon¨¢rquico convencido, la actividad de Selva Alegre en defensa del regreso de los Borbones le llev¨® en ¨¦poca de Franco a los calabozos de la Direcci¨®n General de Seguridad.

Adem¨¢s de suponer una conmoci¨®n para muchos nobles, la nueva ley de igualdad tambi¨¦n nace envuelta en la controversia judicial. Como explica Marcial Martelo de la Maza, marqu¨¦s de Almeiras y abogado especialista en derecho nobiliario, "esta ley ha dispuesto su aplicaci¨®n retroactiva a todos aquellos t¨ªtulos que hubiesen sido reclamados judicialmente y estuviesen pendientes de sentencia firme en el momento de su entrada en vigor".

??Y cu¨¢l es la consecuencia?

?Una repentina generaci¨®n de pleitos promovidos por hermanas mayores de titulados ?conocedoras de lo que se fraguaba en las Cortes? para situarse dentro de ese ¨¢mbito de aplicaci¨®n retroactiva.

??Es usual esta f¨®rmula de aplicaci¨®n retroactiva de la ley?

?En absoluto. Es perfectamente constitucional, pero no habitual.

? ?Y por qu¨¦ se han hecho as¨ª las cosas?

?Creo que la respuesta no se encuentra dentro del ¨¢mbito del derecho.

Gobierno y oposici¨®n aprobaron por unanimidad esta ley y la particular¨ªsima disposici¨®n transitoria que la acompa?a, permitiendo su aplicaci¨®n retroactiva. Su redacci¨®n ha venido como ca¨ªda del cielo a f¨¦minas ?una de ellas, la dise?adora ?gatha Ruiz de la Prada? que, justo antes de que se firmase la nueva ley, iniciaron la reclamaci¨®n judicial de t¨ªtulos sobre la base de un principio de primogenitura inaplicable en ese momento.

Todos los consultados est¨¢n de acuerdo en que la nobleza espa?ola es una gran desconocida. "Por el af¨¢n de los titulados de ocultar que lo son, en Espa?a", dice Tamar¨®n, "los t¨ªtulos s¨®lo aparecen en la prensa rosa?, y en las p¨¢ginas de sucesos". "Se sabe muy poco de la instituci¨®n nobiliaria", reconoce Diego del Alc¨¢zar. "El origen de esta situaci¨®n hay que buscarlo en el siglo XIX, cuando se convierte a la nobleza en un ejemplo parasitario. Esa idea es s¨®lo parcialmente justa. El XIX es un siglo de decadencia, y socialmente, incluso desde la prensa, se habla de una clase que est¨¢ obstaculizando la evoluci¨®n de Espa?a".

Ese desconocimiento explica la existencia de muchos t¨®picos, como que los titulados disfrutan de exenciones fiscales o de alg¨²n tipo de prebenda, "cuando todo eso, que existi¨® en el pasado, se acab¨® en 1812", asegura el marqu¨¦s de Selva Alegre. El ¨²ltimo privilegio que quedaba a los nobles, la posibilidad de obtener un pasaporte diplom¨¢tico, se suprimi¨® en 1984.

Tambi¨¦n hay quien cree que el arist¨®crata lleva una existencia regalada y econ¨®micamente envidiable. EPS ha podido constatar la poca consistencia de esa afirmaci¨®n. Los protagonistas de este reportaje se mueven en una muy amplia horquilla econ¨®mica. A Almudena de Arteaga le hace gracia que crean que todos los nobles son ricos: "?Ahora los ricos son otros!". El marqu¨¦s de Iznate cuenta entre risas que una anciana t¨ªa suya dice que la mayor¨ªa de los arist¨®cratas son "la gente del tuvo: el padre de ¨¦ste tuvo un palacio, la abuela del otro tuvo no s¨¦ cu¨¢ntas fincas". El duque de Feria recuerda que mont¨® su empresa "pidiendo cr¨¦ditos, como todo el mundo", y el conde de Rodas aclara que estudi¨® en una universidad p¨²blica, " y el doctorado en Harvard lo hice con una beca Fulbright, que se da a todo el que re¨²ne una serie de m¨¦ritos acad¨¦micos". Casilda Fern¨¢ndez Villaverde recuerda que entr¨® en Christie's hace 30 a?os "como secretaria", y el marqu¨¦s de La Romana afirma: "Trabajo 13 horas al d¨ªa. Y estoy seguro del dato, porque las he contado". Entonces, ?no hay rentistas entre los arist¨®cratas? "Claro que los hay", dice el conde de Elda, "como en cualquier colectivo. Pero, desde luego, no todos los nobles titulados pueden vivir sin trabajar".

Tambi¨¦n est¨¢ extendida la idea de que un t¨ªtulo nobiliario se puede comprar o vender. Marcial Martelo explica que eso es legalmente imposible: "Se puede ceder en vida, pero s¨®lo a aquel dentro del c¨ªrculo de los parientes de su fundador. M¨¢s a¨²n, si un pariente lejano de ¨¦ste consiguiese la cesi¨®n por su actual titular, fuese o no a cambio de una inconfesada remuneraci¨®n, cualquier pariente con mejor derecho dispondr¨ªa de hasta 40 a?os para reclamarlo. ?Quien va a pagar por algo que le pueden quitar en cualquier momento?".

La compraventa de t¨ªtulos tiene una base hist¨®rica que explica Selva Alegre: "Sobre todo en la ¨¦poca de los ¨²ltimos Austrias, se concedieron t¨ªtulos a familias que hab¨ªan hecho donaciones a la Corona de Espa?a cuando pas¨® por un bache econ¨®mico. Conceder un t¨ªtulo era un forma de agradecer una d¨¢diva material".

El rey Juan Carlos utiliz¨® otro criterio para otorgar los 33 t¨ªtulos que ha concedido hasta la fecha. Algunos, como los marquesados de Iria Flavia a Camilo Jos¨¦ Cela, de los Jardines de Aranjuez al maestro Joaqu¨ªn Rodrigo o de Bradom¨ªn a los herederos de Valle-Incl¨¢n, han servido para reconocer singulares aportaciones a la cultura espa?ola. Otros subrayan la actividad empresarial, como el t¨ªtulo del marqu¨¦s del Pedroso de Lara, concedido al editor Jos¨¦ Manuel Lara. Y t¨ªtulos como el ducado de Su¨¢rez, a Adolfo Su¨¢rez, o el de marqu¨¦s de la R¨ªa de Ribadeo, que ostenta Leopoldo Calvo-Sotelo, reconocen los especiales servicios al Estado de los dos primeros presidentes de la democracia. Al parecer, el Rey quiso otorgar tambi¨¦n un t¨ªtulo a Felipe Gonz¨¢lez, pero ¨¦ste rechaz¨® la propuesta.

Muchos piensan que don Juan Carlos no ha sido demasiado espl¨¦ndido a la hora de conceder nuevas dignidades nobiliarias: "La concesi¨®n de t¨ªtulos a personas destacadas puede ser un interesante medio de cohesi¨®n social y una forma de revitalizar el estamento nobiliario y ponerlo en contacto con los nuevos tiempos", dice De Areilza. "A m¨ª me gustar¨ªa que, en un futuro, el Rey pudiese otorgar un t¨ªtulo nobiliario a alguien como Pau Gasol".

Cohesi¨®n, modernizaci¨®n, revitalizaci¨®n? Para muchos es dif¨ªcil integrar en la Espa?a moderna una instituci¨®n aparentemente anacr¨®nica como la nobleza. "Lo primero que hay que hacer es desmontar muchos t¨®picos y, desde luego, actuar con transparencia" afirma el conde de Rodas. "En nuestra mano est¨¢ que la aristocracia espa?ola encuentre su lugar en el entramado social del pa¨ªs", vaticina el marqu¨¦s de La Romana. "Porque la culpa de todo el desconocimiento que existe en torno a la nobleza la tenemos exclusivamente nosotros".