Un Montaigne del Ampurd¨¢n
El quadern gris (El cuaderno gris) es un libro misterioso. Claro que algunos puede que ni siquiera lo consideren un libro, trat¨¢ndose de un diario. Los diarios tienen mala prensa. Hace tan s¨®lo un par de semanas, Eduardo Mendoza escrib¨ªa en este mismo peri¨®dico a prop¨®sito de los libreros y la inestimable ayuda que pueden prestar con sus consejos al lector desavisado para que ¨¦ste no caiga "en las arenas movedizas de la novela hist¨®rica, o sea engullido por la boa de la literatura del yo o picado por la tar¨¢ntula del esperpento disfrazado de nazi para todo". Creo sinceramente que Mendoza estaba siendo muy generoso colocando a los que se dedican a hablar de s¨ª mismos entre la delincuencia literaria de los codigodavincianos y de los... La verdad es que no logra uno adivinar qui¨¦n est¨¢ detr¨¢s de "la tar¨¢ntula del esperpento disfrazado de nazi para todo", pero no suena nada bien. Su generosidad es no obstante, y en mi opini¨®n, un tanto espumosa y sin contraste porque esa clase de libros en los que un escritor habla de s¨ª mismo ni siquiera suelen llegar a las librer¨ªas. Y, para decirlo todo de una vez, tampoco sabemos qu¨¦ pu?etas (la expresi¨®n es planiana) quiere decir eso de "literatura del yo". "Yo soy la materia de mi libro", leemos en el pr¨®logo de los Ensayos de Montaigne. ?Son, pues, esos ensayos "literatura del yo"? Montaigne es, por cierto, el ¨²nico escritor del que se habla sin ninguna reserva en este El quadern gris.
3EL QUADERN GRIS
Josep Pla
La primera edici¨®n apareci¨® con el sello de Destino en 1956, en cuyo cat¨¢logo tambi¨¦n se encuentra la traducci¨®n castellana. El gerundense Josep Pla (Palafrugell, 1897-Mas Pla de Llofriu, 1981) es uno de los patriarcas m¨¢s controvertidos (y citados) de las letras catalanas. Gracias al marcaje de su editor y amigo Josep Verg¨¦s, su obra completa ocupa la friolera de 45 vol¨²menes, consagrados en su mayor¨ªa a la prosa period¨ªstica, las memorias y una visi¨®n personal¨ªsima del ensayo.
Pero El quadern gris es interesante tambi¨¦n por las cuestiones morales que plantea, al margen de su llamativa calidad literaria. Veamos. Se public¨® por primera vez en 1966 como p¨®rtico de sus obras completas, cuando Pla era un sexagenario. Busc¨® para ello un libro del que nadie hasta entonces hab¨ªa o¨ªdo hablar. Estaba in¨¦dito. Se trataba de un diario de los a?os 1918 y 1919, cuando el escritor contaba veinte. Se public¨®, claro, en catal¨¢n y caus¨® sensaci¨®n y entusiasmo, pero no indescriptibles. Diez a?os despu¨¦s apareci¨® en castellano en una gran traducci¨®n de Dionisio Ridruejo y su mujer Gloria de Ros. La indiferencia con la que se recibi¨® en esa ocasi¨®n fue sin embargo perfectamente descriptible: se vieron ejemplares de esa edici¨®n en todas las librer¨ªas hasta mediados de los ochenta (como quien dice ayer), para desesperaci¨®n de los libreros que lejos de disuadir a los compradores trataban de que se los llevasen para quit¨¢rselos de encima.
El rapto de entusiasmo que levant¨® aquella lectura en quienes ten¨ªamos m¨¢s o menos la misma edad que Pla cuando se supon¨ªa que ¨¦ste lo escribi¨®, s¨®lo fue proporcional a la perplejidad, el deslumbramiento y la envidia: ?c¨®mo era posible que un muchacho de veinte a?os hubiese escrito una obra de aquella milagrosa sencillez? Era adem¨¢s un libro de nada, quiero decir, de la vida corriente y gris de Palafrugell, Llofriu y Barcelona. En cuanto a su autor no s¨®lo alternaba con las se?oritas de los burdeles, sino que era capaz de citar a Dante en su lengua original, y aun al mismo conde de Gobineau, hecho este ¨²ltimo que parec¨ªa de un insuperable y exquisito esnobismo, casi wildeano. Cierto que su maestr¨ªa para encontrar el adjetivo adecuado era insuperable ("quesos ins¨ªpidos y adocenados"), pero a los libros no les hacen los adjetivos.
Alg¨²n tiempo despu¨¦s se supo que todo hab¨ªa sido una mixtificaci¨®n de Pla, interesado en que la primera piedra del mausoleo que son unas obras completas fuese berroque?a, a prueba de siglos, pero al mismo tiempo, airosa y transitable, una mezcla de cimiento y de puerta, de pir¨¢mide y de arco de triunfo. Y hab¨ªa fabricado esa formidable biblia ampurdanesa salt¨¢ndose de modo poco considerado todos los pactos autobiogr¨¢ficos y dem¨¢s ordenanzas de la BRDR (Brigada Represiva de Diaristas R¨¦probos). No era m¨¢s que el libro de un viejo que hab¨ªa vivido y viajado por medio mundo y conocido de cerca dos guerras mundiales y una civil, disfrazado con sus antiguas levitas juveniles. Cuando se conoci¨® la impostura, barruntada ya en vida de Pla, se arm¨® un peque?o revuelo, incomprensible e in¨²til, porque esa verdad tampoco explica ni la naturaleza del quadern ni su excelencia.
?Y por qu¨¦ es tan bueno? En
parte por su argumento, al alcance de cualquiera. Pocos vienen a este mundo para ser protagonistas de La cartuja de Parma o Guerra y paz, pero todos llevamos encima nuestro cuaderno gris particular. ?Con qu¨¦ argumento? Cualquier vida, si no es absurda, tiene uno. El de este libro es la vida del autor y la de unos cuantos amigos, conocidos y saludados suyos, as¨ª como un considerable n¨²mero de estampas minuciosas, de paisajes locales y guisos de la regi¨®n. Nada extraordinario. Lo ins¨®lito es el tono humor¨ªstico y fino de Pla, su retranca, y esa prosa envolvente y persuasiva que parece nueva, un h¨ªbrido de Baroja y Azor¨ªn, con una pizca de X¨¨nius y de seny. Su comienzo no puede ser m¨¢s barojiano: "Decido empezar este diario. Escribir¨¦ lo justo para pasar el rato". Al final nadie escribe setecientas p¨¢ginas para pasar el rato, pero siempre es m¨¢s tolerable afectar naturalidad, y m¨¢s simp¨¢tico, que lo contrario, que la solemnidad en cualquiera de sus versiones. Incluso cuando dice: "No estoy bien en ninguna parte, voy por el mundo como una sombra errante". Ten¨ªa al escribir eso, ya digo, veinte a?os, y apenas hab¨ªa salido de su pueblo, pero todo hombre tiene derecho a una met¨¢fora, y por otra parte Pla no lleg¨® a estar lo que se dice mal en ning¨²n sitio, porque tampoco le pidi¨® demasiado a la vida. Ni a los lectores, que cuando quieren darse cuenta han sido engullidos por la boa de las peque?as historias de un hombre que probablemente fue un impostor tambi¨¦n cuando declaraba que estaba de vuelta ya de todo. Si uno se toma las molestias que ¨¦l se toma para hablar de un niu con patatas, tripas de bacalao, un pich¨®n y alioli, es porque espera de esta vida proposiciones muy ventajosas.
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