Madrid, seg¨²n el pay¨¦s universal
Una exposici¨®n rescata el retrato implacable que Josep Pla escribi¨® sobre la capital republicana
No se puede decir que a Josep Pla le gustara mucho Madrid. Y as¨ª lo dej¨® escrito. Quien es probablemente el mayor escritor catal¨¢n del siglo XX, hoy quiz¨¢ ser¨ªa candidato al premio a la incorrecci¨®n pol¨ªtica. Llegado como corresponsal parlamentario el 14 de abril de 1931, el d¨ªa de la proclamaci¨®n de la Segunda Rep¨²blica, la capital le parec¨ªa un c¨²mulo de incomodidades sin ning¨²n inter¨¦s. Ah¨ª va: la comida, "p¨¦sima"; los vinos, de "una pretensi¨®n grotesca"; ?el cochinillo?, carne para "personas refinadas, decadentes y tristes"; ?el teatro? "tan malo como la literatura que hacen los j¨®venes"; la vida intelectual, "vacua e hiperb¨®lica, pasada de moda". Casi nada.
Semejante retrato, implacable pero sin acritud, revive ahora en la muestra El Madrid de Josep Pla, en el Centro Cultural Blanquerna (Alcal¨¢, 44) hasta el 24 de abril. En la villa y corte de Pla (1897-1981) , sin embargo, no todo eran pullas. El "pay¨¦s universal" -seg¨²n Francisco Umbral- elogi¨® el clima y el Prado ("Greco, Vel¨¢zquez, Goya. Ver a estos tres pintores tal como se pueden ver hoy en el Prado justifican no uno, sino muchos viajes a Madrid"). Y admir¨®, claro, los caf¨¦s y las tertulias. Capt¨® el ADN local: "Si uno dispone de cierta simpat¨ªa, de una pizca de picante candor, no es tan cerrada [Madrid] como parece. En cambio, Barcelona, que de entrada parece tan abierta, es mucho m¨¢s dif¨ªcil de penetrar", comparaba Pla. "En Madrid, si uno dispone de suficiente simpat¨ªa, puede entrar en una u otra sociedad, aunque no tenga dinero. En Barcelona, al que no tenga dinero, por muy atractivo que sea, le va a resultar mucho m¨¢s dif¨ªcil".
Denost¨® la comida y el vino local, pero admir¨® y elogi¨® su vida social
"Ser m¨¢s que Barcelona -esta ha sido una de las pasiones de Madrid-. Es una pasi¨®n pueril".
Sobre un plano de la ciudad de los a?os treinta, la exposici¨®n recorre con fotograf¨ªas y textos el paso del autor por la capital. Sobre todo en los a?os que van desde 1931 a 1936, la etapa republicana hasta la Guerra Civil. Fruto de aquella estancia es Madrid. El advenimiento de la rep¨²blica (1933) , su gran fresco de la urbe, de un gran valor hist¨®rico, que describe unas calles dominadas por el entusiasmo ante el nuevo r¨¦gimen. La bandera tricolor que se iza en el Palacio de Comunicaciones, los tenderos (?tan "vivarachos!") que inmediatamente retiran toda referencia mon¨¢rquica de sus carteles. Qu¨¦ impresi¨®n, de madrugada, ante el Palacio Real cerrado, "a cal y canto y en la m¨¢s absoluta oscuridad", "t¨¦trico, fantasmal, dram¨¢tico".
Conservador y al¨¦rgico a toda agitaci¨®n social ("la revoluci¨®n no es m¨¢s que un cambio brusco del personal dirigente"), el autor de El cuaderno gris pronto se distanci¨® del nuevo orden. No pod¨ªa tolerar el violento alboroto popular. Su perplejidad es absoluta ante la quema de la iglesia del convento jesuita de la Flor, cerca de la Gran V¨ªa. "Es francamente curioso ver al pueblo de Madrid con un churro en la boca, el ojo lleno de curiosidad, una sonrisa festiva en la cara, mirando c¨®mo sale el humo del convento". Muchas caras largas y tristes. "Casi me atrever¨ªa a decir que esta terrible insensatez ha gustado poqu¨ªsimo en Madrid, por no decir que no ha gustado nada- entre las personas conscientes, claro est¨¢".
Si puede emplear una sola palabra, mejor que dos
Observador omn¨ªvoro y digresivo vocacional, Pla teje su dietario con fragmentos en los que habla de todo. Arquitectura, pol¨ªtica, historia, arte y costumbres. Lejos de la literatura de imaginaci¨®n y apegado a los hechos, su estilo es claro y antirret¨®rico. Si puede contar algo con una palabra, no emplea dos. Su arma, la iron¨ªa; una aguja, dec¨ªa, para reventar el globo de la vanidad. As¨ª disecciona a los pol¨ªticos: el ministro de la Guerra, Manuel Aza?a, "estadista, afrancesado y maquiav¨¦lico" (todo un elogio, viniendo de Pla); el conde de Romanones, "es el tipo de cazador castellano, experimentado y astuto"; el populista Alejandro Lerroux, "de distinguida arrogancia". Miguel Maura, ministro de Gobernaci¨®n, "cuando se abrocha su americana cruzada con aquellas facciones en¨¦rgicas en la cara, parece que algo importante est¨¢ a punto de suceder". Y el comandante Franco, "t¨ªmido e intrigante, el t¨ªpico personaje que se pasa la vida sentado en los caf¨¦s".
Admirador del Ateneo como foco irradiador de cultura, Pla radiograf¨ªa a los literatos de la capital, como el intelectual Eugenio d'Ors ("gordo, ventripotente, considerable", envidioso de Ortega, que era un "gran orador"), el articulista Julio Camba ("Que ser¨ªa un buen embajador, est¨¢ fuera de toda duda. Juega al p¨®quer como los ¨¢ngeles") y a grandes potentados como el banquero Juan March, cuyo poder multimillonario deslumbra en las Cortes.
La tauromaquia la resultaba odiosa. "Es un espect¨¢culo que no me gusta, porque me descubre de forma demasiado brutal el fondo psicol¨®gico que llevo dentro". De nuevo, el gran prosista ejerc¨ªa su amena y temeraria tendencia a la generalizaci¨®n categ¨®rica (en palabras del periodista Sergi P¨¤mies) ; "la dureza del pueblo castellano se conserva y se cultiva en gran parte gracias a la fiesta nacional." Due?o de un sentido com¨²n insobornable, ten¨ªa un inter¨¦s voraz. "Su actitud ante la vida es la misma que la de Montaigne: sentarse a mirar la vida y escribirla", se?ala Umbral en el folleto de la muestra. El talante planiano queda ilustrado en la entrevista que le hizo Joaqu¨ªn Soler Serrano para el programa A fondo, de TVE. La muestra proyecta un fragmento y no tiene desperdicio.
Su Madrid -"una ciudad de arist¨®cratas (andaluces, por lo general), de funcionarios y de tenderos"- es una ciudad moderna y en ebullici¨®n. Rival de la capital catalana (que tampoco agradaba mucho a Pla): "Hacer m¨¢s que Barcelona, ser m¨¢s que Barcelona -esta ha sido una de las pasiones de Madrid-. Es una pasi¨®n pueril". A ella s¨®lo se acude, dec¨ªa, por negocios o por ambici¨®n pol¨ªtica. Como ni lo uno ni lo otro le interesaba, se aburr¨ªa. Por eso se puso a escribir su dietario: "Mi ambici¨®n es nula, tanto la pol¨ªtica como la literaria. Por lo tanto, ?qu¨¦ voy a hacer, yo, en Madrid? Nada. Respirar, vivir. ?Observar? Mi capacidad de observaci¨®n es insignificante". Menudo socarr¨®n.
Centro Cultural Blanquerna (Calle Alcal¨¢, 44, Madrid). 'El Madrid de Josep Pla'. Hasta el 24 de abril. Entrada gratuita. | Fundaci¨® Josep Pla.
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