Espejos / paisajes
Dec¨ªa el maestro del cine John Ford que el rostro humano era el paisaje que m¨¢s le emocionaba. El inolvidable director de aquellos m¨ªticos paisajes, de horizontes lejanos y monta?as como monumentos, en realidad siempre quiso entender ese paisaje tan cercano y misterioso que es el rostro humano. Cuando muere un hombre, muere un paisaje. Esta semana se nos ha muerto un paisaje cercano, querido, frecuentado y escuchado desde hace ya muchos a?os. Un paisaje que ten¨ªa dentro el dramatismo, la seca belleza, el viento, la tormenta, la furia y la bonanza. Como aquellos paisajes de Ford. Un paisaje lleno de verdad, de capacidad de emoci¨®n; un lugar razonable construido con su palabra y con su voz. Claro que estoy hablando de un paisaje llamado Carlos Llamas. Un buen tipo que supo mezclar el escepticismo y la esperanza, la seriedad y la iron¨ªa. Un periodista que cada noche hizo que su paisaje fuera un valle en el que todos cab¨ªan. Aunque no todos estuvieron c¨®modos.
Carlos Llamas supo mirar y contar. Supo decir. Y nos supo acompa?ar. Lo echaremos de menos en esos paisajes de la ciudad que amaba. En sus noches, en su Madrid, en su barrio de Canillejas, por la Gran V¨ªa, en algunas calles del centro, en algunos bares, en un estadio al lado del r¨ªo o en algunos callejones donde Madrid se hace una provincia, una ciudad peque?a como Zamora.
En el camino a casa, con la muerte del amigo pes¨¢ndome en el coraz¨®n, quise hacer un homenaje al vitalista, al vividor de las peque?as cosas, al que encontraba placer en una ca?a y unas patatas bravas. Me dirig¨ª a un bar donde alguna vez compartimos eso de charlar y ca?ear. Casi siempre a vueltas con ese argumento interminable del disparatario de cada d¨ªa de esto que llamamos el Ruedo Ib¨¦rico.
Y as¨ª, otra vez buscando las cercan¨ªas del genial cojo que supo vernos y contarnos, me dirijo al callej¨®n del Gato. Busco como siempre la mirada de nuestra realidad en los espejos, en aquellos espejos c¨®ncavos, deformantes, que nos ense?aron a vernos en nuestro esperpento. ?Horror! ?No est¨¢n los espejos del callej¨®n del Gato! No est¨¢ ni el bar de las patatas bravas, ni el lugar de tantas ca?as, de tantas charlas. Siento como si hubieran matado otro paisaje m¨¢s. No puede ser. No han podido hacer desaparecer uno de los lugares donde se refleja el coraz¨®n de ciudad, del ruedo ib¨¦rico entero. No nos pueden haber destruido ese paisaje de Carlos, nuestro, de todos. Me calman, me aseguran que est¨¢n provisionalmente retirados por obras. Que los espejos est¨¢n bien guardados. Que volver¨¢n a su sitio. Soy esc¨¦ptico, como Carlos; pero tengo tendencia al optimismo, tambi¨¦n como Carlos. Esperar¨¦, vigilar¨¦, estar¨¦ expectante de lo que pase con este rinc¨®n, con este paisaje emocional y vital de la ciudad.
Seguimos nuestra vida. Acompa?ados con nuestras dudas y nuestros recuerdos, acudimos a otro espacio civil importante de la ciudad, el Teatro de la Abad¨ªa. All¨ª, dos magos del gesto, de la voz, dos conocedores de los espejos, de la realidad y sus perversiones, de lo deformado y lo esperp¨¦ntico de nuestras vidas, cada noche hacen una representaci¨®n de eso que pasa cuando el amor ya no pasa. Una historia de una realidad que existe y no queremos ver. Se llama Play Strindberg, la escribi¨® Durrenmatt y habla de la espantosa realidad de dos que ya no se aman. De un matrimonio que sigue cuando deber¨ªa haber terminado. Una vez m¨¢s, Jos¨¦ Luis G¨®mez demuestra ser un maestro para ser otros. Un dominio absoluto de sus gestos, de sus voces. Un actor irrepetible. Y un director que ha demostrado que en una iglesia -desacralizada, no se preocupen- se puede representar lo mejor de nuestras mentiras m¨¢s verdaderas. A su lado, otra de las grandes. Nuria Espert. Una barcelonesa madrile?a que no quiere quedarse quieta. Y no queremos que lo haga. Aunque seguir su ritmo no es f¨¢cil. El lunes presenta su libro, su autorretrato escrito por ese amigo, ese hombre que duda y trabaja, ese conversador condenado al periodismo, llamado Juan Cruz. Dentro de unos d¨ªas estrena una pel¨ªcula con Ventura Pons. Y ya se est¨¢ preparando para una comedia, casi un vodevil para el mes pr¨®ximo.
Cont¨¦ a Nuria la desaparici¨®n de los espejos del callej¨®n del Gato, no daba cr¨¦dito. No lo cre¨ªa posible. Estaba convencida de que era algo que no pod¨ªa permitir este Ayuntamiento. Me qued¨¦ m¨¢s tranquilo. Si esa amable peleona llamada Espert dice que ese paisaje no se mata, es que seguir¨¢ bien vivo. Como seguir¨¢ vivo el recuerdo de ese amante del callej¨®n del Gato, de sus ca?as, de sus espejos, llamado Carlos Llamas.
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