La sombra del velo
EL LARGO PAR?N que fue para Espa?a la dictadura de Franco provoc¨® que entr¨¢ramos con retraso en debates que nuestros vecinos ya hab¨ªan hecho con anterioridad. Pero no por ello nos los vamos a ahorrar.
El caso de la ni?a Shaima, a la que las autoridades de su colegio de Girona no dejaban ir a clase con velo, ha puesto en escena un debate que en Francia, por ejemplo, gener¨® cataratas de palabras y diversas acciones legislativas. ?Qu¨¦ hay que hacer con el velo?
En Espa?a no hay legislaci¨®n alguna que admita o proh¨ªba expl¨ªcitamente que las alumnas acudan a clase con el velo. La laicidad no es cultura compartida en un pa¨ªs en que gran parte de la derecha la rechaza. Y, sin embargo, como el propio Nicolas Sarkozy dej¨® muy claro en su carta a los profesores de Francia, la laicidad debe ser la base de cualquier sistema educativo democr¨¢tico e integrador. Malamente se puede prohibir el velo si no est¨¢n prohibidos los crucifijos o las medallas. En cualquier caso, si hay que elegir entre el velo y la escolarizaci¨®n de la ni?a, para m¨ª no hay ninguna duda de que debe primar que Shaima vaya a la escuela. Entre otras cosas porque es el mejor camino para que un d¨ªa ella, por su cuenta y riesgo, pueda decidir dejar el velo en casa. ?O no deber¨ªa ser el ideal de toda escuela conseguir la emancipaci¨®n de los alumnos: que cada cual sea capaz de pensar y decidir por s¨ª mismo, sin contar ni con sus padres, ni con sus maestros, ni con nadie?
Pero la peor se?al que este conflicto ha dado no est¨¢, por lo general, en el titular de las informaciones, sino en la letra peque?a: la ni?a hab¨ªa sido repetidamente humillada y ridiculizada por sus compa?eros de clase. O sea, que la calificaci¨®n es baja en educaci¨®n para la convivencia. Tomen nota los que atacan con furia de restauraci¨®n religiosa la asignatura de Educaci¨®n para la Ciudadan¨ªa.
Como casi todos los problemas de convivencia, la cuesti¨®n del velo no se puede afrontar con simplismos de blanco y negro. Por el principio de libertad de expresi¨®n, el derecho m¨¢s decisivo en democracia, cuesta mucho decir simple y llanamente: "No al velo". Y m¨¢s en un pa¨ªs que sale de una larga historia de intolerancia religiosa y de monopolio del mercado de las almas por parte de la Iglesia cat¨®lica. Pero es indudable que el velo no es inocente: que lleva la marca de la sumisi¨®n de la mujer. Y este factor no puede dejar de tenerse en cuenta. El discurso multiculturalista otorga car¨¢cter fundamental a las peculiaridades de una cultura o tradici¨®n. Siempre me ha parecido un monumental disparate. El derecho a la libertad religiosa y cultural no puede ser un factor de impunidad. Hay unos valores m¨ªnimos de la convivencia democr¨¢tica que nadie puede saltarse en nombre de la superioridad de lo primordial. Humillar a una mujer es un delito, con o sin mantilla, con o sin velo. Los discursos bien intencionados tipo alianza de las civilizaciones, adem¨¢s de ineficaces, porque se equivocan de aliados, s¨®lo sirven para confundir. La religi¨®n ni es el determinante principal de nuestras identidades, ni puede tener privilegio alguno respecto a las dem¨¢s ideolog¨ªas o creencias, ni puede tener car¨¢cter normativo en una sociedad libre.
Por eso son reveladoras algunas reacciones conservadoras que se han o¨ªdo estos d¨ªas. El democristiano Duran i Lleida teme al velo por miedo a que "la cultura propia pierda su identidad", y el popular Daniel Sirera se muestra contrario al velo porque hay que proteger "las tradiciones y culturas propias". A esto se le llama ver la paja multiculturalista en el ojo ajeno y no darse cuenta de la viga que est¨¢ dejando sin visi¨®n al propio. La cr¨ªtica al multiculturalismo deber¨ªa empezar por uno mismo. Porque si rechazamos que las tradiciones y los h¨¢bitos culturales puedan imponerse a las leyes y las reglas del juego de la sociedad, este criterio debe valer para todos nosotros. No s¨®lo para los otros.
Precisamente, la m¨¢quina multicultural de la fragmentaci¨®n se pone en marcha cuando un grupo, mayoritario o no, en vez de buscar un marco legal compartido de cumplimiento obligatorio pretende imponer sus verdades y obligaciones a los dem¨¢s, sin reconocerles derecho alguno. Lo dec¨ªa el cap¨®n a la gallina en un di¨¢logo de Voltaire: "Los humanos no tienen ning¨²n remordimiento de hacer las cosas que tienen costumbre de hacer". La sombra del velo es alargada.
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