De mito infantil a realidad t¨¢ctil
El Teatro Real de Madrid se hab¨ªa convertido para m¨ª en un mito infantil, con sus oros y sus terciopelos, sus decorados fastuosos, sus Gayarre y sus Anselmi y su p¨²blico cortesano y galdosiano. Porque mi madre me contaba c¨®mo era antes de cerrarse por tantos a?os. Especialmente, cuando asisti¨® al estreno del ballet Parade, de Picasso, Cocteau y Satie, presentado por la compa?¨ªa de Diaghilev. Me contaba c¨®mo don Alfonso XIII re¨ªa y aplaud¨ªa al ver aparecer aquellos personajes vestidos de rascacielos y el famoso caballo desgonzado y cubista, que luego vi tantas veces reproducido como emblema de la modernidad. El p¨²blico aplaudi¨® mucho, al ver c¨®mo se divert¨ªa el rey, c¨®mo aplaud¨ªa aquel "chascarrillo est¨¦tico" con tan borb¨®nica facundia. No lo hac¨ªa por compromiso alguno; es que aquello le hab¨ªa ca¨ªdo en gracia de verdad. Mi madre pon¨ªa un ¨¦nfasis particular en estos detalles, como si don Alfonso fuera el rey Arturo.
Tuve al final la gran ventura de contar en la historia de su resurrecci¨®n
Pasaron los a?os y yo fui creciendo, mientras ve¨ªa reposar indefinidamente aquella carcasa vac¨ªa, que hab¨ªa sido un coliseo legendario. Cuando ya me consideraba un hombre maduro, fue convertido en sala de conciertos y, dada mi carrera de hombre de teatro, segu¨ª so?ando con el antiguo Real, que lo okupaba con mis trabajos. Pero entonces se produjo un milagro. No s¨®lo se re-inauguraba espl¨¦ndidamente, sino que yo contribu¨ªa a tan fasto acontecimiento como libretista de Divinas palabras, de Ant¨®n Garc¨ªa Abril, y como director esc¨¦nico de La vida breve, de Manuel de Falla, que se presentaba a la vez que El sombrero de tres picos con los mismos decorados y figurines de Pablo Picasso. ?Bingo!
Pero es un hecho que, lo merezca o no, tuve al final la gran ventura de contar en la historia de su resurrecci¨®n. Y ciertamente viv¨ª horas extraordinarias, de gran exaltaci¨®n con mis cantantes y mis bailarines, con la soprano Mar¨ªa Jos¨¦ Montiel, con el tenor Jaime Aragall, con el cantaor Jos¨¦ Meneses, con el core¨®grafo Jos¨¦ Antonio y con el mejor escen¨®grafo que pudiera so?ar, mi admirado amigo y gran pintor Jos¨¦ Hern¨¢ndez. Una exageraci¨®n, una "pasada", que bien pudo crearme algunos enemigos, pero tambi¨¦n tuve la ventura de que no me enter¨¦.
Francisco Nieva es miembro de la Real Academia Espa?ola
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