Fundi para aficionados
Bufaba y resoplaba el c¨¢rdeno Inquisidor, bien nutrido, sazonado de a?os y justo de cuerna, buscando un alma c¨¢ndida a la que acometer, cuando Fundi le par¨® los ¨¢nimos con una simple capa. Contribuy¨® la puya -sonaban campanazos en el estribo- y bram¨® en banderillas: alaridos de inquisidor que pon¨ªan los pelos de punta. Y no digamos la embestida de media arrancada turbia y revuelta traidora, buscando, inquisidor, herir la carne. Y a¨²n lo intentaba tras 4 pinchazos y 7 descabellos.
El 4? dio indicios de bravo -se lanz¨® enflechado al caballo en el mismo port¨®n- que no confirmaron su aplomada embestida, sin celo ni ardor, a la muleta alta, limpia con que Fundi lo mimaba. Cuando se la ech¨® a la izquierda ya humillaba y le templ¨® naturales que eran un notable alto en el complicado examen de la lidia.
Miura / Fundi, Rafaelillo, Mill¨¢n
Toros de Eduardo Miura, bien presentados, sin celo y con peligro. Mansearon 1?, 5? -que fue bravuc¨®n- y 6?. Jos¨¦ P. Prados Fundi: 4 pinchazos y siete descabellos -aviso- (silencio); metisaca y buena estocada (saludos). Rafael Rubio Rafaelillo: Baja (vuelta); buena estocada (saludos). Jes¨²s Mill¨¢n: Metisaca, 4 pinchazos y bajonazo (silencio); pinchazo, desprendida y descabello (silencio). Plaza de La Misericordia, 14 de octubre. 10? de abono. Casi lleno.
Dos largas de rodillas y un garbo menudo de ver¨®nicas para el 2?. Brindis y a por ¨¦l de rodillas tambi¨¦n, con la cara de m¨¢rmol de los h¨¦roes. No puso el toro la pasi¨®n que Rafaelillo le daba, y a sus rodillazos y series vivaces de trayecto corto opuso su embestida perezosa. La gente lo agradeci¨® hasta el punto de jalear el bajonazo. Gorri¨®n, el 5?, despistaba con el nombre. Pes¨® 702 kilos y cuando enganch¨®, al primer pase, el capote de Rafael, lo agit¨® como a servilleta, y al encontrar el peto estall¨® un barreno lejano. Le falt¨® una vara -el p¨²blico le inst¨® a cambiar- y se qued¨® crudo dando tornillazos. Al menos Mora y Mellinas se lucieron pareando. Y Rafaelillo pidi¨® una escalera y lo mat¨®. Muy bien, por cierto.
La ¨²ltima jota
Mill¨¢n vio a sus paisanos y ensay¨® un toreo exaltado y de valor. Al encastado y peligroso 3?, que se volv¨ªa, andaba, miraba y no templaba la embestida, le dio, cruz¨¢ndose, la muleta corta que requer¨ªa. Hasta hubo de esconderse, pegado al lomo, como Ulises con las ovejas. La plaza, atenta, no permiti¨® a la m¨²sica desbaratar la emoci¨®n. Mientras Erizo, el sardo 6? se iba tras la capa, se apagaban las palmas que acompa?aban la ¨²ltima jota de las fiestas. La tensi¨®n patria le llev¨® a idear una faena el¨¦ctrica, a chispazos, para un toro que requer¨ªa mimo y sujeci¨®n, que buscaba algo extra?o en las tablas pero se pod¨ªa torear.
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