Imperialismo de segunda
Es bien sabido que la Guerra Civil espa?ola comenz¨® con el transbordo de tropas coloniales desde Marruecos hacia la Pen¨ªnsula tras el fracasado pronunciamiento del 18 de julio. Se trataba de tropas que estaban all¨ª, en principio, para defender el orden y mantener la paz en el Protectorado espa?ol de Marruecos. Menos conocido es el origen de tal protectorado y las razones que llevaron a su constituci¨®n en 1912. No cabe duda de que las relaciones de Espa?a con Marruecos fueron determinantes para el transcurso de nuestra historia en la primera mitad del siglo XIX. No se trata s¨®lo del origen militar de la Guerra Civil que acabo de mencionar; baste recordar dos episodios m¨¢s: la Semana Tr¨¢gica en 1909 y el golpe de Estado de Primo de Rivera en 1923, ambos originados en sendos conflictos militares en Marruecos.
Las razones que embrollaron a Espa?a en ese pa¨ªs son a la vez sencillas y complicadas; en primer lugar, la vecindad de un pa¨ªs africano subdesarrollado y un pa¨ªs europeo semidesarrollado entra?aba una asimetr¨ªa que forzosamente hab¨ªa de generar problemas. Pero por encima de estas relaciones asim¨¦tricas bilaterales estaban las mucho m¨¢s complejas relaciones internacionales entre unas potencias europeas en el apogeo de la era imperialista y un continente africano que era objeto de los designios y las rivalidades de esas potencias. Las relaciones de Espa?a y Marruecos se insertan dentro de este tablero del gran imperialismo, y en ¨¦l el espa?ol desempe?a un papel secundario y subordinado, lo que he llamado un "imperialismo de segunda".
El Protectorado de Marruecos no se estableci¨® por iniciativa espa?ola, sino en aras de los intereses de Francia, que fue la que decidi¨® crearlo en 1912. A Espa?a le toc¨® la franja norte del pa¨ªs por una de esas paradojas tan frecuentes en la historia: Inglaterra no quer¨ªa vecinos molestos cerca de Gibraltar. El tan denostado dominio ingl¨¦s sobre el Pe?¨®n fue la causa de que Espa?a recibiera el protectorado, no como consolaci¨®n, sino como parachoques.
Durante los inicios del siglo XX se dieron las m¨¢s feroces rivalidades imperialistas, que abocaron a la Primera Guerra Mundial. En el norte de ?frica eran Francia e Inglaterra las que se diputaban el dominio, con Alemania de tercera en discordia y Espa?a e Italia de comparsas. Desde su colonia argelina, Francia aspiraba a controlar todo el Magreb y el ?frica noroccidental; al cabo, ella e Inglaterra se repartieron toda el ?frica mediterr¨¢nea salvo Libia: el oriente para Inglaterra, el occidente para Francia: establecido este principio, quedaban dos escollos. Apaciguar a Alemania, y Gibraltar. A Alemania se le garantiz¨® respeto a sus intereses econ¨®micos y las colonias de Togo y Camer¨²n. En cuanto a Gibraltar, el Protectorado espa?ol evitaba que Francia pudiera plantear problemas en el Estrecho. A Espa?a se la consideraba inofensiva, sobre todo despu¨¦s de la derrota en Cuba y Filipinas.
Esta carambola colmaba las aspiraciones espa?olas, que temi¨® verse expulsada por Francia de Marruecos sin contemplaciones. Muy al contrario, se vio tratada con deferencia: actu¨® como anfitriona en la c¨¦lebre Conferencia de Algeciras (1906), que fue como el pr¨®logo al protectorado y que consagr¨® el control monetario y econ¨®mico de Francia, con Espa?a de fiel segunda. El Banco del Estado de Marruecos se fund¨® a iniciativa del banco Paribas franc¨¦s, con apoyo del Banco de Espa?a y de otros bancos europeos, para poner en orden las finanzas marroqu¨ªes y para estabilizar la moneda. Ambas cosas s¨®lo se lograron a medias. Marruecos distaba de ser una balsa de aceite y hubo rebeliones serias antes y despu¨¦s de establecerse el protectorado. La derrota en Annual (1921) provoc¨® el golpe de Estado que dio lugar a la dictadura de Primo de Rivera.
El Banco de Espa?a actu¨® en Marruecos al dictado del Gobierno, defendiendo all¨ª los intereses espa?oles p¨²blicos y privados. El Gobierno espa?ol, en cambio, con frecuencia abandon¨® al banco en momentos dif¨ªciles. As¨ª, por ejemplo, en 1928, cuando las presiones francesas lograron que se arrebatara al banco la lucrativa tesorer¨ªa del protectorado, y el gobernador pidi¨® apoyo al Ejecutivo para defender sus derechos, se encontr¨® con que el mismo dictador le respond¨ªa que era un pleito perdido y que "la vidriosa actitud extranjera ante nuestros actos de independizaci¨®n econ¨®mica se exacerbar¨ªa con este nuevo ataque a convenios y compromisos internacionales". Tal pusilanimidad se deb¨ªa a que el establecimiento del Monopolio de Petr¨®leos en 1927, con las confiscaciones y expropiaciones que conllev¨®, hab¨ªa provocado la indignaci¨®n de los Gobiernos extranjeros, que Primo de Rivera estaba tratando de apaciguar.
La independencia de Marruecos en 1956 tambi¨¦n pill¨® por sorpresa al Gobierno espa?ol, ahora del general Franco. Fue Francia, la que acord¨® medio siglo antes crear el protectorado, la que decidi¨® darle fin ahora, cuando la rebeli¨®n de Argelia, tras la derrota en Indochina, convenci¨® a los Gobiernos galos de que era imposible mantener varias guerras a la vez. Francia opt¨® por limitar las p¨¦rdidas, dar la independencia a Marruecos y concentrarse en Argelia. Franco, que hab¨ªa dado apoyo a los independentistas marroqu¨ªes, se encontr¨® con que el tiro le hab¨ªa salido por la culata. Aparec¨ªan de nuevo las consecuencias de practicar el "imperialismo de segunda".
?Tienen estos episodios hist¨®ricos aplicaci¨®n al presente? En mi opini¨®n, s¨ª. La decisi¨®n del anterior Gobierno de apoyar la invasi¨®n de Irak por Estados Unidos e Inglaterra tiene mucho de "imperialismo de segunda", de seguir, demasiado ciegamente, en la estela de los poderosos esperando obtener contrapartidas (como el apoyo precisamente frente a Marruecos) y compartir con ellos la gloria de la victoria. Hubiera sido mejor meditar por uno mismo los pros y los contras de tal respaldo (que no participaci¨®n, como muchos afirman), y ello hubiera probablemente permitido advertir las debilidades y sofismas de la acci¨®n norteamericana.
No acaban aqu¨ª los errores. La decisi¨®n reactiva del presente Gobierno de retirarse de manera s¨²bita y desconsiderada de la misi¨®n de paz en Irak ha debilitado muy sustancialmente la pol¨ªtica exterior espa?ola. El intento de tomar una posici¨®n gallarda pero poco meditada de "independizaci¨®n" recuerda la instauraci¨®n del Monopolio de Petr¨®leos contra viento y marea, que tan palpablemente debilit¨® al r¨¦gimen dictatorial y a la postre lo hundi¨®. Espa?a no midi¨® bien sus fuerzas en 1927, como no las midi¨® en 2004; entonces se encontr¨® incapaz hasta de defender un contrato de tesorer¨ªa del Banco de Espa?a. Hoy se encuentra haciendo m¨¦ritos en Afganist¨¢n y L¨ªbano -y hasta mendigando un apret¨®n de manos- para hacerse perdonar el gesto de dejar plantado a Estados Unidos en Irak. El "imperialismo de segunda" ocasiona serios problemas que exigen muy madura reflexi¨®n, m¨¢s de lo que nuestros gobernantes parecen dispuestos a concederle.
Gabriel Tortella es catedr¨¢tico em¨¦rito de la Universidad de Alcal¨¢. Las opiniones aqu¨ª vertidas son suyas, pero la investigaci¨®n que subyace se ha realizado conjuntamente con Teresa Tortella.
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