Mayor Oreja y el franquismo en Euskadi
Defiende el autor que las opiniones de Mayor Oreja sobre la "naturalidad" con que se vivi¨® el franquismo no encajan con la realidad ni con el juicio de la derecha democr¨¢tica.
El debate sobre la memoria del franquismo est¨¢ suscitando una inesperada pol¨¦mica en la que no faltan sorprendentes declaraciones, como las de Jaime Mayor Oreja en La Voz de Galicia. El ex ministro del Interior viene a decirnos que se niega a condenar el franquismo porque "hubo muchas familias que lo vivieron con naturalidad y normalidad".
Por esa misma raz¨®n no podr¨ªamos criticar a la Mafia, porque hay muchas familias que la viven con naturalidad y normalidad, sobre todo en Sicilia; o al r¨¦gimen de Pinochet, porque en el Plebiscito Nacional de 1988 el dictador obtuvo, a pesar de su derrota, un amplio respaldo (44% de s¨ªes frente al 56% de noes de toda la oposici¨®n). Lo que no explica el presidente honor¨ªfico del PP vasco es que esas muchas familias, tras las elecciones generales de 1977 (las primeras tras la dictadura), estaban representadas en toda Espa?a por menos del 1% de los votos, si sumamos las papeletas obtenidas por las diferentes candidaturas falangistas y la Alianza Nacional 18 de Julio, principales referentes electorales de los espa?oles que se sent¨ªan representados por el franquismo. Siendo generosos, y asociando hace treinta a?os a Alianza Popular con el franquismo, podr¨ªamos sumar el mill¨®n y medio de votos que obtuvo en aquellos comicios la gran coalici¨®n de partidos que lideraba Manuel Fraga para llegar al 9%; un porcentaje en el que, desde luego, esas "muchas familias" que, seg¨²n Jaime Mayor, vivieron el franquismo con "naturalidad y normalidad" eran una minor¨ªa bastante minoritaria.
?Es compatible defender las instituciones y s¨ªmbolos democr¨¢ticos con la rotunda oposici¨®n a condenar el franquismo?
Por esa misma raz¨®n no podr¨ªamos criticar a la Mafia, ya que muchas familias la viven en Sicilia con normalidad
Pero quiz¨¢ lo m¨¢s desconcertante en las declaraciones del eurodiputado popular es cuando asegura que en los pueblos de Euskadi, durante el franquismo, hab¨ªa una situaci¨®n de "extraordinaria placidez". Mis recuerdos del franquismo son bastante escasos porque ten¨ªa 7 a?os cuando el dictador se muri¨® en la cama, algo sorprendente con tanto antifranquista declarado a partir de 1975. No tengo una memoria hist¨®rica al respecto porque no viv¨ª aquello, pero s¨ª una historia memorizada por algunos recuerdos desagradables.
La primera es la imposibilidad legal de poderme llamar Gorka hasta 1976. Y la segunda, asistir en preescolar a una ikastola en situaci¨®n de alegalidad; y ni tan mal, porque mi hermano mayor ten¨ªa que ir con otros ni?os de piso en piso, como si fuera un inmigrante ilegal, para poder aprender euskera desde los cuatro a?os.
Hablo de los ¨²ltimos a?os del franquismo y no de d¨¦cadas ominosas como los cuarente y los cincuenta. Hablo de dos peque?os detalles como el derecho al nombre y el derecho a hablar y aprender una lengua vern¨¢cula, detalles que marcaron a varias generaciones y que representaban a un sector de vascos bastante m¨¢s amplio que la raqu¨ªtica minor¨ªa que apoyaba al r¨¦gimen en las provincias vascas. Con esto no quiero decir que el euskera estuviera totalmente reprimido y prohibido. Recuerdo que me impresionaba el hecho de que la lengua vasca se hablara en pueblos de Vizcaya y Guip¨²zcoa, donde nunca se perdi¨® del todo merced a alcaldes euskaldunes (la gran mayor¨ªa carlistas) que siempre miraron para otro lado a la hora de aplicar aquellas siniestras circulares que remit¨ªan los gobernadores civiles instando a borrar nombres en euskera de tumbas y monumentos, a castellanizar nombres de pila y a prohibir el uso del euskera en la administraci¨®n, la ense?anza y la vida cotidiana.
Esta es la situaci¨®n de "extraordinaria placidez" que se viv¨ªa en los ¨²ltimos a?os de la dictadura con respecto a la lengua vasca y a los derechos fundamentales. No quiero ni pensar c¨®mo ser¨ªan los primeros a?os de la postguerra donde la c¨¢rcel, la tortura y la pena de muerte quedaron institucionalizadas como algunas de las especialidades del franquismo para disidentes y opositores.
El franquismo tuvo, en sus ¨²ltimos diez a?os, una amplia oposici¨®n que abarcaba desde formaciones fantasmales de extrema izquierda, con m¨¢s siglas que militantes, hasta corrientes democristianas pr¨®ximas a una derecha civilizada y democr¨¢tica. Precisamente, en la derecha m¨¢s centrada, organizada en la extinta UCD, hubo personas que por su talante y su oposici¨®n al franquismo (desde dentro y desde fuera del r¨¦gimen) posibilitaron una transici¨®n mod¨¦lica a la democracia. Esas personas no conceb¨ªan declaraciones elogiosas a 38 ocho a?os de dictadura. Euskadi no fue una excepci¨®n.
Convendr¨ªa recordar a Jaime Mayor que hubo compa?eros suyos de ideolog¨ªa (democracia cristiana) y militancia (UCD y PP) como Julen Guim¨®n, quien, en pleno estado de excepci¨®n de 1975, pidieron sin ¨¦xito la legalizaci¨®n de la ikurri?a "como muestra de buena voluntad por parte del Gobierno espa?ol" (Revista Punto y Hora. 24-30 de marzo de 1977. P¨¢gina 21). Esos mismos compa?eros de Mayor Oreja apoyaban en UCD la posibilidad de restaurar en Euskadi el Estatuto de Autonom¨ªa de 1936 (EL PA?S, 29 de abril de 1979). Ambos casos representan en el Pa¨ªs Vasco algunos de los m¨²ltiples gestos destinados a exorcizar el franquismo en una derecha vasca inequ¨ªvocamente democr¨¢tica, que apoyaban sin ambig¨¹edades dos s¨ªmbolos que el r¨¦gimen franquista reprimi¨® a sangre y fuego. Unos gestos que otra derecha vasca dudosamente democr¨¢tica se encarg¨® de impugnar, hasta que los resultados electorales amenazaron con expulsarla de las instituciones. ?Es compatible la defensa de las instituciones y los s¨ªmbolos democr¨¢ticos con una descarada oposici¨®n a condenar el franquismo? Sinceramente, no. En Euskadi y en Espa?a creo que somos muchos los que tenemos claro que para ser dem¨®crata no s¨®lo hay que estar contra ETA: tambi¨¦n hay que estar contra el franquismo. No se puede exhibir en una mano la ikurri?a y en otra la bandera espa?ola con el escudo del pajarraco. No se puede tener un pie en el Estatuto de Gernika y otro en los Principios Fundamentales del Movimiento.
La dignidad y la coherencia valen m¨¢s que la ambig¨¹edad permanente para la b¨²squeda del voto entre los nost¨¢lgicos de un r¨¦gimen que, por razones ideol¨®gicas y biol¨®gicas, son cada vez menos. Afortunadamente.
Gorka Angulo es periodista.
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