El crep¨²sculo de la inmadurez
La comedia adolescente norteamericana ha vivido una evoluci¨®n singular, que, con frecuencia, la ha condenado a figurar, como mucho, en las notas a pie de p¨¢gina de la historia del cine: cont¨® con un poderoso t¨ªtulo fundacional -Desmadre a la americana (1978), de John Landis- y logr¨® tener a su autor de referencia en la figura de John Hughes, pero el grueso de la producci¨®n puso pronto el piloto autom¨¢tico, preocup¨¢ndose antes por impulsar la venta de palomitas que la disecci¨®n de los claroscuros de la inmadurez. Hubo alguna excepci¨®n gratificante -Aquel excitante curso (1982), de Amy Heckerling- antes de que el indie recogiese su herencia en t¨ªtulos tan diferenciados y estimulantes como Mallrats (1995), de Kevin Smith; Dazed and confused (1993), de Richard Linklater, y la feroz Bienvenido a la casa de mu?ecas (1996), de Todd Solondz. El siguiente paso fueron las comedias adolescentes de laboratorio, encabezadas por American Pie (1999), de Paul y Chris Weitz. Supersalidos abre un nuevo (y no poco alentador) cap¨ªtulo en esta historia.
SUPERSALIDOS
Direcci¨®n: Gregg Mottola. Int¨¦rpretes: Jonah Hill, Michael Cera, Christopher Mintz-Plasse, Bill Hader. G¨¦nero: comedia. Estados Unidos, 2007. Duraci¨®n: 114 minutos.
Cr¨®nica anti¨¦pica
Producida por Judd Apatow, aclamado como nuevo rey de la comedia americana (o motor de una nueva comedia americana tocada por la gracia de las taquillas, que no es exactamente lo mismo), escrita por Evan Goldberg y Seth Rogen y dirigida por Gregg Mottola, Supersalidos ya no es, como American Pie, una comedia adolescente de s¨ªntesis: para sus art¨ªfices, los mimbres del g¨¦nero no son ya cors¨¦ o impostura, sino expresi¨®n natural, casi una segunda piel.
Cr¨®nica ¨¦pica (o anti¨¦pica) de la misi¨®n, asumida por una pareja de graduados impopulares, de conseguir bebidas alcoh¨®licas para la fiesta a la que han sido invitados, Supersalidos tiene coraz¨®n, ¨¢ngel, preciso timing c¨®mico y di¨¢logos con madera perdurable. Tambi¨¦n tiene su verdad -su mirada elegiaca al fin de una etapa vital- y su mentira -su respeto a las improbables leyes de un g¨¦nero que consiente que bellezones de instituto acaben bailando (y algo m¨¢s) con el m¨¢s feo-. Apatow y sus protegidos no se atreven, en suma, a llegar a las desoladoras conclusiones de un Todd Solondz, pero el camino de su relato hacia lo m¨¢s o menos convencional atraviesa desv¨ªos gratificantes. Tampoco conviene olvidar que Supersalidos no pretende ser una pel¨ªcula de autor, ni una mirada distanciada sobre el g¨¦nero, sino una comedia adolescente pura, sin trampa ni cart¨®n, pero con el punto de sofisticaci¨®n que requiere su posici¨®n con respecto a la tradici¨®n en la que pretende inscribirse.
Los guionistas Evan Goldberg y Seth Rogen han bautizado con sus propios nombres a la pareja de improbables protagonistas y afirman haber empezado a escribir este trabajo a los 13 a?os, cuando, probablemente, estaban en el centro del hurac¨¢n de soledad y humillaci¨®n que suele ser la vida de instituto para todo talento disfuncional. Hay, por tanto, mucha autenticidad en sus di¨¢logos sobre estrategias para ocultar una erecci¨®n, las inconveniencias de suscribirse a una web porno de nombre demasiado evidente o las posibilidades de convertirse en el error de una noche de una chica con demasiadas copas entre pecho y espalda.
El humor escatol¨®gico consustancial al g¨¦nero se integra a la trama sin que sus responsables parezcan estar jugando a romper tab¨²es: manchas menstruales y obsesivos dibujos de penes no evitan que recorra el conjunto cierto aire parroquial que hace a?orar tanto la vieja furia Belushi como el angst Hughes. El signo de los tiempos tambi¨¦n trae consigo la revelaci¨®n de la primera estrella de la generaci¨®n myspace: el desgarbado roba-escenas Christopher Mintz-Plasse, en la piel de tercer amigo, situando un escal¨®n por debajo de sus compa?eros en la jerarqu¨ªa del perdedor. Una conmovedora y econ¨®mica escena de amor coleguil sobre sacos de dormir dice todo lo importante que tiene que decir Supersalidos sin necesidad de abrir la puerta al sentimentalismo.
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