Los H¨¦roes rompen su silencio
Coincidimos en el tiempo, y de alguna manera fuimos h¨¦roes a la vez y lo pagamos. Las bandas de rock tienen una extra?a naturaleza porque son cada una de sus partes y otra cosa a la vez. De ah¨ª que uno pueda romper una banda y volverla a juntar, algo que un solista o, digamos, un escritor no puede hacer. No se puede romper a Frank Sinatra y volverlo a juntar. Ni siquiera un n¨²mero ilimitado de transformaciones, y en esto Enrique Bunbury es un experto, te permite ser muy distinto de lo que eres. Me consta que David Bowie gui¨® gran parte de nuestras heroicidades, y que en su d¨ªa cre¨ªmos a pies juntillas lo que predic¨¢bamos, lo cual no nos hace especialmente honestos, ni desde luego muy sensatos, pero s¨ª conlleva un tremendo esfuerzo. No se es un h¨¦roe sin esfuerzo, y cuando Bunbury y su gente vuelvan a poner en pie frente a las masas no s¨®lo su m¨²sica y sus palabras, sino el espectro simb¨®lico que ya levantaron en su d¨ªa, y que dejaron reposar despu¨¦s, estar¨¢n ofreciendo una vez m¨¢s una buena parte de sus almas, y el p¨²blico pondr¨¢ gran parte de la suya. As¨ª es esto del rock, no se puede ver desde fuera. La liturgia y la leyenda propia de bandas que, como H¨¦roes del Silencio, han conseguido ser rock, con su parte mesi¨¢nica y sus necesarias poses, y que cuentan con la devoci¨®n de sus fieles, obliga a mantenerse siempre dentro de la iglesia. Porque fuera no hay Dios ni se escuchan las campanas. Hace falta mucho coraje para mantener ciertas posturas, y Bunbury siempre lo tuvo. Creo que fue Olvido Alaska la primera persona que me habl¨® de ¨¦l. "Es una estrella", me dijo, y evidentemente estaba en lo cierto. En contra de lo que pueda parecer, ser una estrella no es nada f¨¢cil, ni sale gratis. Detr¨¢s de cada pose, y el rock est¨¢ en gran medida construido de ellas, se esconde la intenci¨®n de ofrecer a la gente lo que necesita. Al menos lo que necesita cuando busca una banda de rock. De ah¨ª que suela recurrirse a la tan manida comuni¨®n cuando se habla de bandas de leyenda que, como ¨¦sta, han inventado no s¨®lo lo que son, sino de alguna manera tambi¨¦n a sus fieles. La enorme expectaci¨®n que ha creado el regreso de H¨¦roes del Silencio es proporcional a la necesidad que esos seres inventados, los seguidores de la banda, ten¨ªan y tienen de volver a ser lo que fueron y lo que son. Se suele recurrir al cinismo o incluso al escepticismo cuando se habla del regreso de grandes bandas del pasado, y a menudo se descarta la parte esencial del asunto, la raz¨®n fundamental por la que esos complicad¨ªsimos escenarios se descargan de los camiones y se levantan frente a una audiencia extasiada, y esa raz¨®n no es otra que la fe. Me consta, y los espectadores ser¨¢n los primeros en saberlo, que en este regreso de los H¨¦roes ser¨¢ una vez m¨¢s la fe la que mueva monta?as. Por supuesto que hay su mont¨®n de dinero implicado en la operaci¨®n, siempre lo hay, y eso tambi¨¦n forma parte del rock, como el bourbon o ciertas sustancias no del todo legales, pero lo esencial sigue estando m¨¢s cerca del coraz¨®n.
Se suele recurrir al cinismo cuando se habla del regreso de las grandes bandas
En el rock, las elecciones est¨¦ticas son parte esencial de su carga simb¨®lica
Cuando estos cuatro muchachos de Zaragoza empezaron a comerse el mundo, no me sorprendi¨® lo m¨¢s m¨ªnimo; s¨ª que me asombr¨®, en cambio, que fueran a la vez profetas en su tierra. Este pa¨ªs, a qu¨¦ negarlo, ha sido siempre muy duro con sus estrellas. Para empezar, la palabra ha tenido siempre connotaciones peyorativas. Al contrario que la cultura anglosajona, que cree en la necesidad de estrellas y la alimenta, en esta Espa?a, o como se llame, en la que vivimos, la figura precisamente del antih¨¦roe es la que disfruta de m¨¢s raigambre cultural y la que despierta m¨¢s simpat¨ªas y menos recelos. Ser H¨¦roes del Silencio en este pa¨ªs conlleva una enorme arrogancia, y por tanto un m¨¦rito enorme. No es casual que en su d¨ªa la prensa extranjera los llamase los U2 espa?oles, pero no s¨¦ si dicha prensa era consciente del esfuerzo tit¨¢nico, heroico, que eso significa. Que cuatro chavales de Zaragoza se vistan de h¨¦roes y convenzan a un ej¨¦rcito de seguidores me pareci¨®, en su d¨ªa, sorprendente y casi milagroso. Por supuesto que Bunbury era una estrella, pero la naturaleza del grupo depende siempre de m¨¢s factores. A Bunbury le hemos conocido ya varias reencarnaciones. Su personalidad y su m¨²sica se han enriquecido mucho con el tiempo, y ser¨¢ curioso comprobar c¨®mo encaja ahora en la posici¨®n de entonces. Si hay algo que distingue a este tipo de formaciones, y el ejemplo de U2 es perfectamente v¨¢lido, es su seriedad y habr¨ªa que decir incluso su falta de sentido del humor. Hay algo ligeramente infantil en el rock mesi¨¢nico, pero es lo que la gente quiere. Y funciona. Bunbury se ha distinguido ¨²ltimamente por combatir esa seriedad y esa distancia, la que impone una estrella, con inteligencia y un sentido del humor muy saludable. Al frente de los H¨¦roes, su papel es diferente.
Porque H¨¦roes, como U2, es tambi¨¦n un uniforme. Para nada se pueden despreciar los signos que forman una leyenda, porque son parte esencial de ella. En el rock y en el pop, la importancia de la vestimenta, de las elecciones est¨¦ticas, no es en absoluto banal, sino parte esencial de su carga simb¨®lica. Cada tribu tiene sus c¨®digos. Es probable que ninguna otra banda de rock en este pa¨ªs, ni antes ni despu¨¦s, haya llegado tan lejos en la consolidaci¨®n de su propia simbolog¨ªa. Precisamente por esa fe de la que habl¨¢bamos. Lo normal es que no sea as¨ª. Que o bien el p¨²blico no se lo crea o que el artista se desinfle antes incluso de empezar. H¨¦roes son realmente una leyenda, y visten como una leyenda, y suenan en directo como tal. Cosa nada sencilla. Siempre me pareci¨® que ¨¦se era el mayor de los m¨¦ritos del grupo. Tal vez por eso no tenga la sensaci¨®n de estar ahora ante uno de esos ejercicios de nostalgia, o de mero negocio, a los que el rock nos tiene tan acostumbrados. Si Bunbury vuelve a ponerse al frente de sus H¨¦roes, me consta que tiene razones para hacerlo y que su coraz¨®n, que hace alg¨²n tiempo no habr¨ªa asumido ese riesgo, est¨¢ preparado para hacerlo. Tambi¨¦n es cierto, y de esto algo s¨¦, que la huida hacia delante, tratando de escapar precisamente de tu propia leyenda, puede resultar agotadora y que hay momentos en los que conviene dejarse alcanzar por uno mismo. Algo me dice que Enrique, con lo que ya ha llovido, tiene todo el derecho y puede que la necesidad no s¨®lo de dejarse alcanzar, sino de darse un abrazo y hacerlo rodeado de aquellos con los que empez¨®, con su banda y su p¨²blico. Tampoco dudo de que el otro Bunbury, el que ha crecido enormemente desde entonces, regresar¨¢ satisfecho de este nuevo viaje. A veces se juzgan, como dec¨ªa, estas vueltas al pasado con mucha dureza, pero lo cierto es que si alguien se ha dejado la piel construyendo una leyenda, y los H¨¦roes lo hicieron, tiene todo el derecho del mundo a visitarla cuando le venga en gana. Bunbury ha tardado en hacerlo y ha encontrado supongo, por fin, el momento justo. l
EL PA?S regala el pr¨®ximo domingo, 28 de octubre, el libro-CD de H¨¦roes del Silencio 'Senderos de traici¨®n'. Primera entrega de una colecci¨®n de 15 libros-CD o libros-DVD de H¨¦roes del Silencio y Bunbury, que este peri¨®dico vender¨¢ cada jueves por 8,95 euros.
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