La fuerza del grito

Fue noche de mucho grito. Casi todos los que actuaron pusieron el grito en el cielo, y en alg¨²n caso me quedo corto. Esto no siempre es v¨¢lido, porque el cante tiene de todo, grito y bajos "no es para sordos" como dec¨ªa Manolo Caracol. Es el caso de Juli¨¢n Estrada, que puso la voz en una tesitura gritona hasta m¨¢s no poder. As¨ª ocurri¨® que a veces los tercios no le sal¨ªan lo acompasados que era de esperar, con grave da?o para la armon¨ªa de los mismos, en una noche ciertamente no afortunada, ni siquiera en las letras de sus cantes.

El triunfador de la jornada fue Duquende, quien cant¨® con templanza y buen ritmo. Cante de valiosos matices, con hondura, en que daba a su voz una extraordinaria solvencia. Cant¨® muy bien por levante, haciendo un taranto de una flamencura imponente. Cant¨® tambi¨¦n por buler¨ªas, por sole¨¢, con brillantez, igual que por fandangos.

Marina Heredia, m¨¢s guapa cada d¨ªa, se excedi¨® un poco en el grito igualmente, pero estuvo bien. Tiene una voz rotunda, que lanza con decisi¨®n y fuerza. Cant¨® por alegr¨ªas, haciendo el tirintrant¨¢n con suma gracia. Cant¨® tambi¨¦n por soleares, dando a este estilo, que es una de las columnas vertebrales del cante, la profundidad requerida. Asimismo, hizo un homenaje a Alberti lleno de buen decir.

Por delante de todos fue el guitarrista Jos¨¦ Antonio Rodr¨ªguez, con Agust¨ªn D¨ªaz a la percusi¨®n y Chico Gallardo a la segunda guitarra. Rodr¨ªguez toc¨® de maravilla, como en ¨¦l es habitual. No en vano su guitarra es una de las primeras en el actual escalaf¨®n, por m¨¦ritos propios. Suena con una dulzura espl¨¦ndida, que no deja resquicios a la duda.