La diversidad bajo control en Cuba
Con un uso preciso del lenguaje, los gobernantes cubanos hacen y deshacen periodos de la historia contempor¨¢nea de Cuba a su antojo. Entre esas ¨¦lites, por lo visto, no hay acuerdo sobre si el "periodo especial" debe declararse superado o no. Lo que s¨ª parece asunto del pasado es la "batalla de ideas", tan ligada a la presencia f¨ªsica de Fidel en los medios insulares. La mera ausencia del l¨ªder produce una involuntaria distensi¨®n ret¨®rica, que moviliza la impertinente pregunta del por qu¨¦ ahora. ?Es que la enfermedad de Fidel conjura los peligros de "invasi¨®n"? O es que la isla nunca ha estado realmente amenazada en las ¨²ltimas d¨¦cadas y que el "peligro" no ha sido m¨¢s que una excusa para reprimir opositores y postergar reformas.
El ¨¦nfasis de la ideolog¨ªa ya no est¨¢ puesto en la "unidad" sino en la "diversidad"
Oponerse al partido ¨²nico es quedar fuera del debate sobre la reforma
Con la enfermedad de Fidel han perdido visibilidad pol¨ªtica los art¨ªfices de la "batalla de ideas" y se ha operado un cambio significativo en el idioma del poder. El ¨¦nfasis de la ideolog¨ªa ya no est¨¢ puesto en la "unidad" y la "identidad", sino en el "debate" y la "diversidad". Los ¨²ltimos discursos de Ra¨²l Castro y Ramiro Vald¨¦s y las intervenciones p¨²blicas de nuevos l¨ªderes, como Mariela Castro Esp¨ªn y Carlos Lage Codorni¨², hablan ese lenguaje. Pero otros altos funcionarios, como Ricardo Alarc¨®n y Felipe P¨¦rez Roque, todav¨ªa sostienen el idioma confrontacional de la guerra fr¨ªa.
Tr¨¢tese s¨®lo de un flanco experimental y pasajero, mientras Fidel se recupera, o de una estrategia de Estado, que a¨²n no logra pleno consenso dentro de las ¨¦lites, es preciso comprender el sentido de ese lenguaje para evitar otra frustraci¨®n de expectativas reformistas. ?Qu¨¦ entiende por "debate" la clase pol¨ªtica cubana? En esencia, una discusi¨®n entre "revolucionarios", que excluye y deslegitima, naturalmente, a opositores y exiliados, sobre m¨ªnimas reformas econ¨®micas, como el traslado del "sistema de perfeccionamiento empresarial", una autonomizaci¨®n mercantil del sector productivo de las Fuerzas Armadas, a toda la econom¨ªa estatal.
?Qu¨¦ entiende por "diversidad" esa clase pol¨ªtica? En s¨ªntesis, la diferenciaci¨®n social generada por la inequitativa distribuci¨®n del ingreso, el desequilibrio en el desarrollo regional y la nueva estratificaci¨®n producida por el sistema mixto de corporaciones, la dispareja recepci¨®n de remesas y la doble circulaci¨®n monetaria. "Diversidad" es, tambi¨¦n, el mundo de las alteridades sexuales, gen¨¦ricas, raciales y migratorias que, como en cualquier otro pa¨ªs occidental, se ha venido afirmando en la cultura cubana, por lo menos, desde mediados de los ochenta.
Las nuevas diferencias sociales son vistas con preocupaci¨®n por las ¨¦lites de la isla. Adem¨¢s de crear la base de un malestar cada vez m¨¢s generalizado, esas diferencias hablan de una latinoamericanizaci¨®n de Cuba -aumento acelerado de la pobreza, la desigualdad, el desamparo, el crimen y la corrupci¨®n- que ya no ocultan los propios acad¨¦micos del Partido Comunista y que amenaza el rol simb¨®lico que cumple la isla dentro de la izquierda mundial. Lamentablemente, esas diferencias sociales son atribuidas, por Fidel Castro y el funcionariado m¨¢s ideol¨®gico, a la introducci¨®n de elementos de mercado en la econom¨ªa, de los noventa para ac¨¢, y no al fracaso de medio siglo de estatalizaci¨®n de la vida. Esa percepci¨®n del origen de la desigualdad y la injusticia en Cuba resta incentivos a un cambio estructural de la econom¨ªa socialista.
La nueva diversidad cultural tambi¨¦n es vista con preocupaci¨®n por un liderazgo acostumbrado a concebir la sociedad cubana como una ciudadan¨ªa ho- mog¨¦nea, regida por los valores de la "identidad" nacional. El Ministerio de Cultura, por ejemplo, que hasta hace muy poco rechazaba en bloque los discursos y las pr¨¢cticas de la "diferencia", se ha adaptado a esa corriente de afirmaci¨®n de alteridades que, en las ¨²ltimas tres d¨¦cadas, atraviesa la producci¨®n cultural cubana, suscribiendo el lenguaje de la diversidad, aunque con l¨ªmites obsesivos. La diversidad reconocida es s¨®lo cultural, no pol¨ªtica, y se entiende como un reclamo de comunidades aut¨®nomas contra la globalizaci¨®n del mercado y la democracia. Esa idea de la diversidad tambi¨¦n resta incentivos a una reforma, ya no econ¨®mica, sino pol¨ªtica del Estado cubano.
?Puede haber reconocimiento pleno de la diversidad social y cultural bajo un r¨¦gimen de partido ¨²nico? Los gobernantes cubanos creen que s¨ª. Sin embargo, los l¨ªmites ideol¨®gicos que regulan la inclusi¨®n o la exclusi¨®n de sujetos en esa "rep¨²blica socialista" son demasiado evidentes. La rep¨²blica misma, constitucionalmente entendida, est¨¢ adjetivada y, por tanto, controlada por una minor¨ªa hegem¨®nica: la minor¨ªa comunista. La pluralidad real de la ciudadan¨ªa cubana, dentro y fuera de la isla, no puede ser reconocida bajo un r¨¦gimen as¨ª porque quienes se oponen al partido ¨²nico y a la econom¨ªa de Estado quedan fuera, ya no de la distribuci¨®n de derechos civiles y pol¨ªticos, sino del debate sobre la posible reforma.
A esa diversidad controlada pol¨ªticamente por el r¨¦gimen de la isla podr¨ªa oponerse el concepto de dignidad, desarrollado por Jos¨¦ Mart¨ª en su pensamiento pol¨ªtico. La formulaci¨®n m¨¢s conocida y, a la vez, m¨¢s completa de esa noci¨®n se encuentra en el discurso "Con todos y para el bien de todos", pronunciado en el Liceo Cubano de Tampa, el 26 de noviembre de 1891. All¨ª Mart¨ª dice la frase, que sus int¨¦rpretes fidelistas han hecho consigna, aisl¨¢ndola del cuerpo del discurso y atribuy¨¦ndole un significado parcial, de "yo quiero que la ley primera de nuestra rep¨²blica sea el culto de los cubanos a la dignidad plena del hombre".
Por dignidad entend¨ªa Mart¨ª el reconocimiento de todos los derechos que asisten al ciudadano de una rep¨²blica moderna: desde los sociales y econ¨®micos -trabajo, educaci¨®n, salud, vivienda, comida- hasta los civiles y pol¨ªticos: libertad de asociaci¨®n, de movimiento, de culto o de expresi¨®n. La dotaci¨®n de esos derechos carec¨ªa de l¨ªmites ideol¨®gicos o pol¨ªticos, ya que, como se lee en el mismo discurso, hasta los propios enemigos de la independencia -cubanos autonomistas o anexionistas, hombres y mujeres, pobres y ricos, negros y blancos, criollos separatistas o peninsulares colonialistas- estaban incluidos en la rep¨²blica martiana.
As¨ª entendida, como respeto al "car¨¢cter entero" de los ciudadanos o al "ejercicio ¨ªntegro de los dem¨¢s", la noci¨®n martiana de dignidad se acercaba, a fines del siglo XIX, a la comprensi¨®n contempor¨¢nea de ese concepto, que aparece en estudios como Las fronteras de la justicia (2007) de la fil¨®sofa norteamericana Martha C. Nussbaum. A partir de una relectura de Arist¨®teles, Kant y Rawls, Nussbaum sostiene que la distribuci¨®n desequilibrada o incompleta de derechos econ¨®micos, sociales, civiles y pol¨ªticos produce una p¨¦rdida del valor de la dignidad humana. Eso es, en esencia, lo que sucede en Cuba: la degradaci¨®n de la dignidad del ciudadano por ausencia de derechos civiles y pol¨ªticos o por falta de una "rep¨²blica con todos y para el bien de todos".
Rafael Rojas es historiador cubano exiliado en M¨¦xico y premio Anagrama de Ensayo por Tumbas sin sosiego.
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