Cuando la justicia obliga a recordar
El Constitucional ordena repetir el juicio por un crimen de 1998 en C¨¢diz
Roc¨ªo Cort¨¦s perdi¨® a su abuela cuando ten¨ªa 18 a?os. Ya ha cumplido los 27, pero asegura que se acuerda cada d¨ªa del momento en que supo de su muerte. Unos recuerdos que la acompa?an desde hace nueve a?os y que ahora tendr¨¢ que compartir con un jurado popular: el que juzgue, por segunda vez, a los dos acusados de acabar con la vida de Dominga Ram¨ªrez Ureba.
"Tengo grabado el momento en que o¨ª el veredicto. Entonces pens¨¦ que hab¨ªamos perdido una batalla. Pero era s¨®lo la primera. No nos ¨ªbamos a dar por vencidos", explica Cort¨¦s. Y no lo hicieron. La familia de Dominga Ram¨ªrez, primero sus dos hijas y ahora sus nietos, no ha descansado desde entonces. Un tortuoso camino que los ha llevado de la Audiencia Provincial de C¨¢diz, donde se vio el caso en el a?o 2002, al Tribunal Superior de Justicia de Andaluc¨ªa, al Tribunal Supremo y al Tribunal Constitucional, el que finalmente les ha dado la raz¨®n.
"No nos ¨ªbamos a dar por vencidos", afirma la nieta de la v¨ªctima
La presidenta del Tribunal Constitucional vot¨® contra la repetici¨®n
Habr¨¢ nuevo juicio para el que se conoci¨® entonces como el crimen de La Vi?a, porque fue en la calle Paco Alba de este popular barrio gaditano donde fue apu?alada la mujer de 79 a?os. El Tribunal Constitucional considera que la familia de la v¨ªctima ha visto violados sus derechos constitucionales, ya que sus quejas por no contar con un letrado de oficio que ejerciera su acusaci¨®n particular no fueron atendidas. La sentencia del Constitucional cuenta, sin embargo, con el voto particular de su presidenta, Mar¨ªa Emilia Casas, quien discrepa de sus compa?eros. Casas sostiene que debe prevalecer la sentencia absolutoria dictada en el primer juicio "por la inseguridad que generar¨ªa cuestionar de nuevo la inocencia de los acusados y el riesgo de desprestigio social" que implica la repetici¨®n de un proceso penal.
A Roc¨ªo Cort¨¦s los argumentos del tribunal no le importan. S¨®lo le interesa el resultado: "Ten¨ªamos muy pocas esperanzas, pero hemos llegado hasta aqu¨ª y vamos a continuar". La repetici¨®n del proceso va a obligar a su familia a rememorar momentos duros, a enfrentarse de nuevo a los presuntos responsables de la muerte de su abuela. Pero tambi¨¦n a desembolsar una importante cantidad de dinero, porque esta vez van a ejercer la acusaci¨®n particular con la ayuda de un abogado. "Es lo que nos ha tocado, no tenemos m¨¢s remedio que asumirlo", comenta resignada Cort¨¦s, que trabaja de auxiliar de cl¨ªnica.
Vecina del acusado
Javier Garc¨ªa Marichal, el letrado que asiste a la familia, ya les ha advertido. "Van a tener que asumir que empezamos de nuevo. Va a ser largo y doloroso".
Tampoco van a ser d¨ªas f¨¢ciles para Jos¨¦ Mar¨ªa D¨ªaz, el principal acusado de la muerte de la anciana. Tendr¨¢ que volver a enfrentarse a una acusaci¨®n de asesinato, robo y allanamiento de morada. Unos cr¨ªmenes por los que fue declarado no culpable en un proceso que ahora, ante la justicia, no existi¨®. Su abogado, Jos¨¦ Mar¨ªa Fern¨¢ndez Reyes, ya le ha comunicado la mala noticia. Tambi¨¦n la esposa del acusado, que fue juzgada por encubrimiento y permaneci¨® un a?o en prisi¨®n preventiva, tendr¨¢ que volver a sentarse en el banquillo.
"Esto nos coge a todos fuera de juego. Es volver a juzgar a una persona que pas¨® cuatro a?os en la c¨¢rcel en prisi¨®n preventiva hasta que pudo enfrentarse a un juicio, y que est¨¢ en libertad desde que hace cinco a?os le quitaron las esposas al escuchar el veredicto". Fern¨¢ndez Reyes no comparte el criterio del Tribunal Constitucional. "Ellos tuvieron la asistencia de un letrado, pero renunciaron a ¨¦l por problemas econ¨®micos. Cuando se les deneg¨® la asistencia gratuita no reclamaron. S¨®lo protestaron cuando las vistas ya hab¨ªan concluido", recuerda el abogado.
La ¨²nica opci¨®n es recurrir a instancias internacionales. "Agotar¨¦ todas las posibilidades, pero estos procesos son muy caros, hacen falta muchos recursos, especialistas, int¨¦rpretes. Y hablamos de una familia muy modesta".
Roc¨ªo Cort¨¦s vive en un piso con su pareja. Al a?o de mudarse, el hombre que fue juzgado por la muerte de su abuela se traslad¨® al mismo barrio, a la misma calle, al bloque vecino. Se lo cruza algunas veces. Dice que siente rabia, impotencia. Que no le habla pero que le mantiene la mirada. Que ella no tiene que sentir miedo, que es ¨¦l quien deber¨ªa agachar la cabeza. Ahora tendr¨¢ que volver a mirarle a los ojos y dirigirse a ¨¦l. Pero no en la calle, sino ante un juzgado popular.
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