La noche oscura de la condesa nazi
Una fiesta en el castillo austriaco de la hermana del bar¨®n Thyssen, con las tropas rusas a sus puertas, degener¨® en una matanza de jud¨ªos. As¨ª lo revela el escritor David Litchfield
La recuperaci¨®n de la memoria hist¨®rica experimenta un nuevo auge en Alemania, m¨¢s de sesenta a?os despu¨¦s del derrumbe del nazismo y del final de la II Guerra Mundial. Un nuevo esc¨¢ndalo de la familia Thyssen se une ahora a recientes revelaciones sobre las conexiones nazis de los Quandt, la familia m¨¢s rica de Alemania, propietaria de la mayor¨ªa accionarial en la BMW, o sobre la presencia de antiguos miembros de la Gestapo y de las SS en la fundaci¨®n, en 1951, de la polic¨ªa federal criminal (BKA). El escritor brit¨¢nico David R. L. Litchfield, en su libro La historia secreta de los Thyssen (Temas de Hoy, 2007) y en dos art¨ªculos, uno en el brit¨¢nico The Independent y otro en el alem¨¢n Frankfurter Allgemeine Zeitung, acusa a la condesa Margit Batthyany, hermana mayor del bar¨®n Thyssen, ya fallecida, de estar involucrada en la matanza de unos 200 trabajadores forzados jud¨ªos en medio de una cogorza colectiva celebrada en su castillo de Rechnitz, en Austria, junto a la frontera con Hungr¨ªa.
La matanza es c¨¦lebre en Austria. En los a?os cuarenta hubo cuatro juicios, pero los testigos no se ratificaron
En la noche del 24 al 25 de marzo de 1945, v¨ªspera del Domingo de Ramos, Margit y su marido, el conde h¨²ngaro Ivan Batthyany, invitaron a su castillo a unas 30 o 40 personas, en su mayor¨ªa jefes locales del partido nazi, miembros de la polic¨ªa pol¨ªtica, de la Gestapo, de las SS y de las Juventudes Hitlerianas. La fiesta empez¨® a las nueve de la noche y dur¨® hasta el amanecer del d¨ªa siguiente, tras una org¨ªa de vino y sangre. El Ej¨¦rcito Rojo se aproximaba, estaba a tan s¨®lo 15 kil¨®metros del castillo. Los jefes militares nazis estaban empe?ados en levantar una fortificaci¨®n para frenar su avance. Para la construcci¨®n, que se hab¨ªa iniciado el 9 de octubre de 1944, se reclutaron trabajadores forzados jud¨ªos, sacados de campos de concentraci¨®n. Muchos tuvieron que marchar a pie desde Budapest. En estas marchas qued¨® por el camino un buen n¨²mero de muertos. Algunos cayeron asesinados, a veces por los mismos vecinos, en los pueblos que atravesaban cuando se advert¨ªa que no pod¨ªan seguir el ritmo de la marcha.
La v¨ªspera de la fiesta llegaron a Rechnitz 600 jud¨ªos. La condesa hab¨ªa cedido los s¨®tanos del castillo a los nazis, y all¨ª se hacinaban los presos. Unos 200 de ellos estaban en tan malas condiciones que no pod¨ªan trabajar. Pasada la medianoche, el jefe local del partido y funcionario de la Gestapo, Franz Podezin, reuni¨® a unos 15 de los invitados m¨¢s importantes en una habitaci¨®n al lado de donde los dem¨¢s beb¨ªan y bailaban, reparti¨® armas y munici¨®n y los convoc¨® para matar jud¨ªos. ?stos tuvieron que desnudarse, y los invitados, casi todos borrachos, los mataron a tiros. Concluida la faena regresaron a la fiesta, donde bebieron y bailaron hasta el amanecer. Al d¨ªa siguiente, varios presos jud¨ªos tuvieron que cavar tumbas para enterrar a los muertos. A los enterradores los llevaron a un matadero de Rechnitz. Podezin y el administrador del castillo, Joachim Oldenburg, los asesinaron a tiros para no dejar testigos de la matanza.
El serio y prestigioso diario conservador alem¨¢n Frankfurter Allgemeine dedic¨® una p¨¢gina entera al relato de Litchfield con el t¨ªtulo 'La anfitriona del infierno', y una foto a cuatro columnas en el hotel Palace de Davos. En la foto aparecen el jefe de la dinast¨ªa, Heinrich Thyssen; la condesa Margit, y su marido h¨²ngaro, Ivan von Batthyany, que pasa el brazo por encima del hombro de su cu?ado, un jovencito bar¨®n Hans Heinrich, conocido como Heini, que a?os despu¨¦s se cas¨® en quintas nupcias con la espa?ola Carmen Cervera. Del texto del peri¨®dico alem¨¢n no se desprende que Margit participase de forma activa en la matanza, pero queda claro que se puso en marcha durante su fiesta. El sensacionalista Bild Zeitung fue m¨¢s lejos: recogi¨® de inmediato el art¨ªculo y lo public¨® con el t¨ªtulo 'La condesa Thyssen hizo fusilar a 200 jud¨ªos en una fiesta nazi'.
"Ella dio la fiesta, no cabe duda", declara Litchfield a Juan G¨®mez. "La condesa estaba entre las 15 personas que recibieron armas y munici¨®n para la matanza. No he escrito ni afirmado en ninguna parte que ella apretara el gatillo, porque no tengo pruebas. A ella le encantaban las armas y disparar. Era cazadora, hay muchas fotos suyas con animales muertos y empu?ando armas. Adem¨¢s, los testigos afirman que era una antisemita entusiasta. Se pas¨® la guerra rodeada de gente de las SS, y cuando se comet¨ªa alg¨²n atropello contra jud¨ªos, ella sol¨ªa estar en primera fila. Es l¨®gico pensar que ella apretara el gatillo, dado que era la persona m¨¢s importante de la fiesta y su anfitriona, adem¨¢s de convencida antisemita. Pero no tengo pruebas de eso".
El esc¨¢ndalo estaba servido. En los medios de comunicaci¨®n alemanes, austriacos y suizos se desencaden¨® una pol¨¦mica sobre la veracidad de las acusaciones de Litchfield. El director del Centro Simon Wiesenthal de Jerusal¨¦n, Efraim Zuroff, exige a las autoridades de Austria y Alemania "investigar con lupa los hechos" y el papel de la familia Thyssen. El historiador Wolfgang Benz, de la Universidad T¨¦cnica de Berl¨ªn, arremeti¨® en la radio p¨²blica alemana Deutschlandfunk contra Litchfield, "de quien no se sabe absolutamente nada y no es historiador". A?ade Benz: "No es nada m¨¢s que un periodista sensacionalista que ten¨ªa el encargo del bar¨®n Thyssen de escribir una hagiograf¨ªa. Evidentemente, por decepci¨®n o deseos de venganza, compuso una historia m¨¢s o menos tra¨ªda por los pelos y muy mal escrita". Seg¨²n Benz, "el caso no es conocido, y no constan hechos similares de que una fiesta de prominentes haya servido para asesinar jud¨ªos. Lo que me hace ser esc¨¦ptico es la fecha tard¨ªa de lo ocurrido. El 24 de marzo de 1945, los fan¨¢ticos recalcitrantes no pensaban en otra cosa que en salvar el pellejo".
Litchfield asegura: "Nunca tuve problemas con Heini. Me llevaba bien con ¨¦l. Fue complicado porque yo escrib¨ª una hagiograf¨ªa sobre ¨¦l y, a la vez, el otro libro. Me decepcion¨® bastante que no publicaran la hagiograf¨ªa, porque me cost¨® casi m¨¢s trabajo que el otro. Escribir una biograf¨ªa que s¨®lo contempla lo positivo y dar la impresi¨®n de veracidad es m¨¢s dif¨ªcil que escribir un libro sobre hechos reales".
Benz se equivoca al decir que el caso no era conocido. La matanza de Rechnitz es tristemente c¨¦lebre en Austria. En los a?os cuarenta se celebraron por lo menos tres procesos contra los presuntos culpables, que salieron muy bien librados por la negativa de los testigos a ratificar sus declaraciones. Con motivos: dos testigos, Karl Muhr y Nikolaus Weiss, murieron asesinados en 1946 antes de prestar declaraci¨®n ante el tribunal. Rechnitz se refugi¨® en el silencio m¨¢s impenetrable sobre lo ocurrido aquella noche en la que asesinaron a esos 200 jud¨ªos enfermos e indefensos. En el pueblo se levanta hoy un enorme monumento a los muertos en el granero donde una horda de nazis borrachos los mataron a balazos.
Otro historiador, Stefan Klemp, que trabaja para el Centro Wiesenthal, refut¨® a Benz y asegura que la matanza ocurri¨® y que participaron los invitados a la fiesta del castillo. Seg¨²n Klemp, no es cierto que la proximidad del Ej¨¦rcito Rojo impidiese dedicarse a matar jud¨ªos en vez de huir. "En medio del ambiente apocal¨ªptico de aquellos d¨ªas, celebrar org¨ªas y borracheras colectivas estaba muy extendido entre aquella gente, a veces con fusilamientos masivos". La matanza era tan conocida que un director de cine austriaco, Eduard Erne, dedic¨® m¨¢s de cuatro a?os a la realizaci¨®n de un documental sobre Rechnitz y la b¨²squeda de las tumbas de los jud¨ªos asesinados, que todav¨ªa hoy no se han encontrado. El documental, titulado Silencio de muerte, refleja la atm¨®sfera de miedo que persiste en el pueblo al tratar el tema. Recoge el documental una declaraci¨®n del due?o de un caf¨¦: "Los jud¨ªos tienen su muro de las lamentaciones y nosotros nuestro muro de silencio". Los realizadores recogen declaraciones antisemitas. Una mujer dice: "No ten¨¦is que buscar los huesos de los jud¨ªos, dedicaos a buscar el oro que se llevaron consigo". Un ex alcalde declara que Dios quiere que no se encuentren las tumbas. Erne se encuentra adem¨¢s con versiones fant¨¢sticas, como que la condesa cabalgaba sobre un caballo blanco y disparaba contra los jud¨ªos. El cineasta declar¨® a la radio alemana que la condesa estaba del todo implicada en el mal trato a los jud¨ªos: "El castillo era enorme, con establos y oficinas. Desde all¨ª se dirig¨ªa la construcci¨®n de la fortificaci¨®n. Pusieron a disposici¨®n de los nazis los establos para albergar a los esclavos. Cuando avanz¨® el Ej¨¦rcito Rojo, todos huyeron".
La toma del pueblo se produjo unos diez d¨ªas despu¨¦s de la fiesta en el castillo, que ardi¨® en circunstancias no del todo aclaradas. Una versi¨®n acusa a los sovi¨¦ticos. Otros sostienen que fueron los nazis para borrar huellas. Seg¨²n todos los indicios, la condesa ayud¨® a huir al jefe local nazi Podezin y al administrador Oldenburg. Litchfield cita el testimonio de Josi Groh, abogado h¨²ngaro de Heini Thyssen, que atribuye a la condesa Margit un "voraz apetito sexual". Seg¨²n Litchfield, "hay pruebas de las infidelidades de la condesa, cartas donde se menciona a menudo a Oldenburg y a Podezin. Ella se vio ante la desagradable situaci¨®n de decidir qu¨¦ hacer con ellos despu¨¦s de la guerra. El abogado me cont¨® estas cosas. No tengo una declaraci¨®n jurada, pero lo que dec¨ªa tiene sentido y coincide con las cartas". En The Independent sostiene Litchfield que la condesa mantuvo relaciones con Oldenburg y con Podezin. Esto se omite en la versi¨®n suavizada del Frankfurter Allgemeine, que convierte la "voracidad sexual" en un "no era de ninguna manera t¨ªmida y retra¨ªda", como la caracteriz¨® Heini Thyssen.
El 2 de enero de 1963, el papel de la condesa, que ante la justicia austriaca s¨®lo prest¨® declaraci¨®n como testigo, todav¨ªa ocupaba a la justicia alemana. Un tribunal de Ludwigsburg pide ayuda en un oficio: "Puesto que Podezin mantiene estrechas relaciones con la condesa Margit, la esposa del propietario en su d¨ªa del castillo, existe la sospecha de que ayud¨® a huir a Alemania Occidental tanto a Oldenburg (antiguo administrados de la propiedad) como a Podezin".
El 13 de mayo de 1963, Oldenburg recibi¨® correo de Podezin. El ex jefe de la Gestapo en Rechnitz le cuenta que est¨¢ huido porque le amenaza un proceso penal y que intent¨® escapar a trav¨¦s de El Cairo, pero no lo consigui¨®. Podezin pide dinero a Oldenburg y Margit para poder huir a Suram¨¦rica, y amenaza, si no lo recibe, con recurrir a la prensa "para arrastrarlos por la mierda" y con denunciar "los servicios de delaciones y otras cosas" prestados por la condesa. En noviembre de aquel a?o se comprob¨® la presencia en Pretoria (Sur¨¢frica) de Podezin, que lleg¨® all¨ª a trav¨¦s de Espa?a. El fiscal sobresey¨® por falta de pruebas la acusaci¨®n contra Oldenburg el 21 de septiembre de 1965. Seg¨²n algunas versiones, su rastro se perdi¨® en Argentina.
La condesa se refugi¨® en Suiza y se dedic¨® al cuidado de una famosa cuadra de caballos purasangre que le cedi¨® su hermano Heini. La cuadra Erlenhof en Bad Homburg, al sur de Alemania, hab¨ªa sido propiedad de un industrial jud¨ªo, Moritz James Oppenheimer, que muri¨® en 1940 tras ser encarcelado por los nazis en 1933. El viejo Thyssen se aprovech¨® de la situaci¨®n y compr¨® el criadero que hered¨® Heini, quien despu¨¦s lo cedi¨® a su hermana. Los purasangres ganaron muchos premios y se cotizaban a precios fabulosos. El 15 de septiembre de 1989, Margit Batthyany-Thyssen muri¨® en Suiza y se llev¨® a la tumba el secreto de su participaci¨®n en la org¨ªa de vino y sangre ocurrida en su castillo poco antes del final de la guerra.
Georg Thyssen, de 57 a?os, declar¨® al centenario semanario Jews Chronicle que no sabe "si los sucesos terribles de marzo de 1945 son reales y est¨¢n bien documentados. Tampoco s¨¦ nada de la supuesta participaci¨®n de mi t¨ªa. El relato del suceso es verdaderamente horrible e inquietante, cualquiera que sea el que haya participado en semejante atrocidad". Christine Batthyany, de 68 a?os, nuera de la condesa, declar¨® al mismo peri¨®dico: "El relato es falso. Mi suegra nunca hizo nada contra los jud¨ªos. Mi suegra era una mujer muy religiosa y piadosa. Nunca habr¨ªa hecho nada para torturar o maltratar a nadie". -
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