Obreros con poco m¨²sculo
Las t¨ªmidas huelgas del autom¨®vil en Detroit reflejan la crisis sindical en Estados Unidos
La huelga de los empleados de Chrysler, la primera en 10 a?os, fue un suspiro. "Dur¨® lo justo para tomar un bocadillo", dicen los analistas de la industria del autom¨®vil despu¨¦s de comprobar que la movilizaci¨®n convocada por el primer sindicato del sector dur¨® poco m¨¢s de seis horas. Son los mismos comentaristas que afirman que el movimiento sindical tiene los d¨ªas contados. Dos semanas antes, el paro en General Motors, su rival, no lleg¨® al segundo d¨ªa.
Yvonne Sharrad, una de las 35.000 empleadas sindicadas de Chrysler, dijo tras el paro que no hab¨ªa ni ganadores ni vencidos. Y lleg¨® a reconocer que todos sus compa?eros est¨¢n asustados con la situaci¨®n que se vive en la industria del autom¨®vil, por eso dice que hab¨ªa que encontrar una v¨ªa para salir adelante. "Todos necesitamos nuestros empleos, da igual que estemos en planta o sean puestos administrativos", a?ade Dianna Rhineheart.
Hace medio siglo, tres de cada diez asalariados estaban protegidos por un sindicato. Hoy son 15,4 millones, el 12% de la mano de obra total
Unos 31.500 empleados fueron sancionados o despedidos en 2005 como consecuencia de su actividad sindical en Estados Unidos
La huelga no pod¨ªa durar mucho, como se?alan los analistas de Global Insight. El sindicato convocante dispone de un fondo de 900 millones de d¨®lares, que utiliza para pagar 200 d¨®lares semanales a los empleados en paro. El problema es que un asalariado sindicado cobra una media de 800 d¨®lares semanales, y en muchos Estados no pueden acogerse a compensaciones por desempleo adicionales del sindicato. A esto se le a?ade el riesgo de ser sancionados.
Y es que uno de los problemas que afronta el movimiento sindical en EE UU, como explica Harley Shaiken, profesor especializado en relaciones laborales en la Universidad de Berkeley (California), es que formar parte de un sindicato "se ha convertido en un riesgo m¨¢s que en un derecho". Y aqu¨ª tambi¨¦n hay datos para ilustrarlo. Seg¨²n las estad¨ªsticas del National Labor Relations Board, unos 31.500 empleados fueron sancionados o despedidos en 2005 como consecuencia de su actividad sindical. Esto se nota.
Hace medio siglo, tres de cada diez asalariados estadounidenses estaban protegidos por el paraguas de un sindicato. Hoy son 15,4 millones, el 12% de la mano de obra total. La mayor¨ªa est¨¢ en el sector p¨²blico, donde la tasa de afiliaci¨®n es del 36,5%. En el privado baja al 7,4% de los empleos, un m¨ªnimo hist¨®rico. Los n¨²meros no paran de caer. En un a?o la afiliaci¨®n total cay¨® medio punto porcentual. La crisis cre¨® una lucha interna hace dos a?os que acab¨® dividiendo en dos el sindicato AFL-CIO.
En el caso concreto de la United Automitive Autoworkers, los n¨²meros tambi¨¦n hablan por s¨ª solos. En 1990, contaban con 350.000 afiliados. Ahora son cinco veces menos. Su temor es que GM, Chrysler y Ford, la pr¨®xima en afrontar negociaciones para firmar un nuevo convenio, sean tan competitivos como Nike en el sector de la indumentaria deportiva, lo que en la pr¨¢ctica se traduce en mantener su sede social en EE UU y producir fuera. Lo que est¨¢ en juego, se?alan desde la UAW, es la seguridad del empleo.
Al 58% de los asalariados en el sector privado les gustar¨ªa afiliarse en alg¨²n momento a un sindicato. Y los ejecutivos, en el caso de la industria del autom¨®vil, tambi¨¦n son conscientes de la fragilidad de la situaci¨®n. Pero para sobrevivir al embiste de los fabricantes asi¨¢ticos, dicen, deben ser m¨¢s competitivos, y eso pasa por reducir los costes laborales. Rebecca Lindland, de Global Insight, explica que lo que busca Detroit "no es llevar los trabajos fuera de EE UU, sino fabricar los coches de la manera m¨¢s eficiente". "Nadie gana si quiebran", remacha.
Shaiken lamenta que la sociedad actual sea tan diferente a la de hace una d¨¦cada y que la competitividad no se traslade al bienestar. Por eso cree que lo visto en GM va m¨¢s all¨¢ de la industria del autom¨®vil, porque la influencia del sindicato se debilita conforme cae su afiliaci¨®n y esto, a su vez, mina al conjunto de la econom¨ªa. El profesor en cuestiones laborales recuerda que los sindicatos fueron los que asfaltaron el camino hacia la clase media para millones de trabajadores en EE UU y los precursores de los planes de pensiones y seguros m¨¦dicos pagados por la empresa.
Aumentan las diferencias
"Eran una parte vital de la sociedad". Ahora, a?ade, se est¨¢ en el proceso opuesto. "En momentos de fuerte crecimiento econ¨®mico y beneficios corporativos r¨¦cord, s¨®lo aquellos que est¨¢n arriba disfrutan de un nivel de vida m¨¢s alto", precisa, mientras alerta de la brecha cada vez mayor en los ingresos, un desequilibrio al que tambi¨¦n hace referencia el presidente de la Reserva Federal, Ben Bernanke. Y es que mientras la productividad creci¨® un 20% entre 2000 y 2006, los salarios ajustados a la inflaci¨®n se incrementaron s¨®lo un 2%.
Cada vez son menos los empleados que obtienen de sus empresas planes de cobertura sanitaria o para la jubilaci¨®n. El resultado est¨¢ siendo escalofriante, seg¨²n Shaiken. "Cuando el sindicato era fuerte, lograron establecer un v¨ªnculo entre el alza de la productividad y los salarios, lo que dio poder de compra a esta clase media para adquirir coches, pagar sus casas, mandar a sus hijos a la universidad, y eso alimentaba al conjunto de la econom¨ªa", recuerda mientras concluye que "se est¨¢ pidiendo a los trabajadores que se sacrifiquen por el caviar de la primera clase".
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