Cuesti¨®n de estilo
?Por qu¨¦ lo har¨¢n? Son pol¨ªticos profesionales y se supone que quieren ganar las elecciones. Pues llevan unos d¨ªas fatales, como conspirando contra s¨ª mismos. Primero Mayor Oreja habla de "la placidez del franquismo", que no le motiva cr¨ªtica, sino complacencia. Luego Esperanza Aguirre reclama al Rey "un trato humano" a Jim¨¦nez Losantos, cosa extraordinaria para quien le quiere abdicado. Y remata el mes horribilis del PP el propio Rajoy con su primo y sus gracias sobre el cambio clim¨¢tico, dando la impresi¨®n de que se mueve por ocurrencias. Ha habido m¨¢s dislates, pero con ¨¦stos vale.
Proclamas como las mencionadas resultan inapropiadas para recabar votos. M¨¢s bien sirven para expulsarlos, pues son cuestiones sensibles, cuyos enunciados crean la disyuntiva del conmigo o contra m¨ª: quien no coincida con la arenga radical tiende a votar al contrario. Son las cosas que mueven... a la contra. El gusto por el franquismo afianzar¨¢ las convicciones inquebrantables de quienes comparten tal nostalgia, pero no atraer¨¢ el entusiasmo votante de quienes no la sienten, que saldr¨¢n despavoridos. El "trato humano" a quien brama contra el Rey por su comportamiento constitucional asegurar¨¢ el voto de quienes tiene tal visi¨®n, no muchos, pero espanta al resto. Lo del cambio clim¨¢tico -no consinti¨® en advertir de excesos argumentales, como se sugiere ahora, sino que lo cuestion¨® como problema pol¨ªtico- redondea la faena autodestructiva, pues enajena el apoyo de aquellos a quienes preocupa la desidia pol¨ªtica sobre la cuesti¨®n. Toda vez que, seg¨²n el Eurobar¨®metro, Espa?a es el pa¨ªs m¨¢s preocupado por el cambio clim¨¢tico -el 70% se declara "muy preocupado", el 23 % siente "cierta preocupaci¨®n" y s¨®lo el 7% (a los que si dirig¨ªa Rajoy, por tanto) dice que no le preocupa nada-, el desaguisado parece fara¨®nico. Lo agrav¨® la unanimidad con que le respaldaron los suyos y no lo ha reparado el reciente cambio de tercio. Convertir la posici¨®n sobre el cambio clim¨¢tico en una cuesti¨®n de derechas/izquierdas -lo han conseguido en un plis plas- y trivializarlo resulta una irresponsabilidad.
En tiempos nadie sol¨ªa buscar votos echando piedras sobre el electorado
La agresividad levantisca del PP se ha convertido en su se?a de identidad
No ser¨ªan sorprendentes estos modos contracorriente si los postulados de la derecha espa?ola se basaran en la memoria grata de un franquismo pl¨¢cido, el recelo hacia las actuaciones constitucionales o el pasotismo ante las consecuencias que la acci¨®n humana tiene en el clima. En ese caso ser¨ªan su obligaci¨®n expresiones de este tenor, pues no se trata de ir por la vida dorando la p¨ªldora a los electores. Como se asegura que no es as¨ª -aunque cualquiera sabe- y que el PP es (tambi¨¦n) centrista, resultan incomprensibles estas posiciones ultraconservadoras, que no parecen acordes con la mayor parte de la ciudadan¨ªa. En tiempos, nadie sol¨ªa buscar votos echando piedras sobre el electorado. A no ser que quieran cambiar el mundo por la v¨ªa de convencer a los suyos de que la visi¨®n m¨¢s empecinada es la buena.
Quiz¨¢s se debe a que no son s¨®lo pol¨ªticos, sino tambi¨¦n misioneros. Por eso no parecen casualidades ni errores los discursos montaraces que viene deslizando el PP. Quieren cambiar la sociedad por la v¨ªa de transformar la opini¨®n, que se banalice, que se acomode a su extremismo verbal. Su liderazgo no busca expresar el pensamiento que en Espa?a tiene la ciudadan¨ªa de la derecha y centro, sino mudarlo. Que no haya tanta gente preocupada por el cambio clim¨¢tico, ni por el cambio hist¨®rico, ni por el cambio din¨¢stico.
Esta actitud no es novedad en el mundo pepero. En el periodo de Aznar hubo ejemplos a montones. El apoyo a la guerra de Irak tuvo un componente que, por lo que sabemos ahora, lo hace aun m¨¢s incomprensible y que va en esta l¨ªnea: el convencimiento de Aznar de que estaba cambiando 200 a?os de pol¨ªtica exterior espa?ola -asombra, pero al parecer lo ve¨ªa as¨ª- en plan Llanero Solitario, sin que le respaldase una reflexi¨®n colectiva; y su conciencia de que s¨®lo el 4% de los espa?oles apoyaba la intervenci¨®n sin resoluci¨®n de la ONU (Blair dixit: el porcentaje que cree que Elvis est¨¢ vivo), y aun as¨ª segu¨ªa hacia delante, una pol¨ªtica de Estado sin red social y pol¨ªtica. ?Autismo, prepotencia, exceso de autoestima? De todo un poco, como viene sucediendo estos d¨ªas. Sorprende esa idea de que puede hacerse la pol¨ªtica a espaldas de la opini¨®n, sean complacencias con la dictadura franquista, diatribas contra la monarqu¨ªa o menosprecio del cambio clim¨¢tico, que a lo mejor va todo en el mismo paquete.
Otro ejemplo de esta postura vital es el ¨²ltimo libro de Aznar, publicado estos d¨ªas para completar las jornadas horribilis del PP, y escrito en un tono ?o?o y con un contenido cercano a la preinteligencia. De lo le¨ªdo, averg¨¹enza su concepto de "naci¨®n espa?ola", huero, rampl¨®n, y por lo que se ve, sin reflexi¨®n alguna; y sus posturas recias contra presuntas posiciones de la izquierda que s¨®lo existen en una visi¨®n distorsionada de la realidad. ?Se puede afirmar que "los denominados progresistas" "consideran la familia como algo que debe ser superado"? ?Qui¨¦n ha o¨ªdo semejante patochada? ?Un ex presidente de gobierno piensa que "los progresistas" quieren liquidar la familia! Asombroso.
Otra raz¨®n explica la facilidad con que el PP se desliza hacia la expresi¨®n radical de planteamientos recalcitrantes. La agresividad levantisca se ha convertido en su se?a de identidad, en la que todo vale si suena airado y demoledor. Ante la evanescencia de las posiciones ideol¨®gicas y doctrinales, circunstancia que no le es exclusiva, en su caso sustituye las alternativas program¨¢ticas por formas belicosas y sus maneras tienden a pendencieras, descalificadoras y con la traza de monopolizar la verdad. As¨ª, la pol¨ªtica se nos convierte en una cuesti¨®n de estilo. De estilo hura?o en este caso, pero estilo al fin. El estilo es el hombre. Tambi¨¦n el partido y la alternativa. No hay m¨¢s.
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