M¨¢s all¨¢ de los 80
La mayor esperanza de vida de los espa?oles obliga a modernizar la protecci¨®n social
Los espa?oles tienen una vida cada vez m¨¢s larga, seg¨²n se desprende de los datos analizados por el Instituto Nacional de Estad¨ªstica. La esperanza de vida supera los 80 para los nacidos en 2005, dos a?os m¨¢s que la de los espa?oles nacidos en 1995. Un an¨¢lisis preliminar de este hecho indicar¨ªa que las condiciones de vida en Espa?a, tanto en lo que se refiere a la calidad de la alimentaci¨®n como a salubridad de las conductas o al nivel de la sanidad p¨²blica o privada, no son tan deplorables como a veces se quiere hacer creer, incluso desde instituciones oficiales. Cualquier situaci¨®n es susceptible de mejora, por supuesto, y la expectativa de una vida m¨¢s prolongada y saludable aumentar¨ªa considerablemente si, por ejemplo, se redujera dr¨¢sticamente la contaminaci¨®n atmosf¨¦rica en las grandes ciudades. Pero, con la mente puesta en que ese tipo de mejoras debe llevarse a la pr¨¢ctica, la calidad de vida en Espa?a es hoy elevada.
Para empezar, una poblaci¨®n con m¨¢s recorrido vital aconseja reconsiderar la edad de jubilaci¨®n, situada hoy en los 65 a?os. Carece de sentido prescindir de la aportaci¨®n laboral o social de personas que a esa edad tienen una gran capacidad de trabajo y de generaci¨®n de ideas. Muchos economistas apoyan hoy la feliz coincidencia de que la prolongaci¨®n de la vida laboral tenga adem¨¢s efectos favorables sobre la sostenibilidad de las pensiones p¨²blicas. A m¨¢s a?os trabajados, m¨¢s aportaci¨®n de fondos al sistema de pensiones y menos probabilidad de colapso financiero. La contraindicaci¨®n que debe tenerse en cuenta es la menor capacidad de sustituci¨®n en el empleo existente.
Una sociedad m¨¢s madura exige adem¨¢s un fortalecimiento de los sistemas de protecci¨®n social para las personas de m¨¢s edad que viven solas, un aumento continuado de las pensiones y m¨¢s inversiones para mejorar la asistencia sanitaria. No es aceptable, por ejemplo, el d¨¦ficit preocupante de m¨¦dicos. Naturalmente, con las correcciones econ¨®micas que se consideren necesarias para evitar el despilfarro en el gasto sanitario. Estas reformas, que en ning¨²n caso deben aplicarse como un recorte de las prestaciones existentes, exigen un gran esfuerzo p¨²blico; de nuevo hay que lamentar que en esta legislatura se haya avanzado tan poco en esta direcci¨®n.
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